Una mujer en casa atendiendo las tareas domésticas, educando y alimentando a lxs hijxs y esperando la llegada de su esposo después del trabajo. Este es el escenario utópico que creó el sistema patriarcal capitalista en la década de los sesenta y que consiguió convertir a las mujeres en objetos listos para servir. Esta es la piedra angular de la película La felicidad (Le Bonheur, 1965) de Agnès Varda.
La felicidad es una ficción dirigida y escrita por Agnès Varda. El film nos muestra la perspectiva de “felicidad” de Fançois, un joven y guapo carpintero que encarna el romántico y cálido sueño de cualquier hombre de la época. Vive con su adorable esposa Thérèse y sus dos bellxs hijxs. Sin embargo, su vida de ensueño se complica un poco al enamorarse de Emilie, una empleada de la oficina postal.

Varda se caracteriza por tener una visión artística inigualable. Antes de dedicarse al cine estudió historia del arte y siempre estuvo muy cerca de la apreciación visual y documental por medio de la fotografía. Aun conociendo estos antecedentes, la hermosa cinematografía de La felicidad resulta sorprendente, como si fuera robada de una pintura. Por eso la obra trascendió en la historia del cine, al grado de que el mismo Wes Anderson confirmó haber empleado La felicidad como referencia para sus producciones Moonrise Kingdom (2012) y El Gran Hotel Budapest (2014).
El aspecto visual nos envuelve cuidadosamente en la vida perfecta de François. Varda demuestra la fuerte inspiración de la pintura impresionista y postimpresionista en cada retrato y paisaje puesto en escena. En algunas ocasiones, incluso podemos ver un homenaje directo a ciertas obras.

Varda se inspira en múltiples pinturas impresionistas: El almuerzo de los remeros y El Sena en Chatou de Pierre-Auguste Renoir (1881) o Caricia maternal de Mary Cassatt (1896) son algunas de ellas.
De esta manera, la cineasta nos sumerge en una embriagante fotografía llena de colores vibrantes y cálidos, con un manejo impecable de la composición y empleando en su gran mayoría recursos de la naturaleza para vestir cada cuadro. Cabe destacar que este fue el primer largometraje a color de Varda, quien explotó al máximo el nuevo recurso.
No todo el mundo comprendió la visión de Varda, muy adelantada para su época. Había quienes veían en La felicidad una película anti-feminista.
El fascinante aspecto visual del film consigue resaltar la narrativa presentada en la película. Varda nos deja ver de cerca a François, un hombre que parece encontrar un fin lúdico en todo lo que hace, llevando una vida despreocupada y sin prejuicios. Él puede hacer lo que le plazca sin sufrir ninguna consecuencia o penalización por sus acciones. Por otro lado, tenemos a Thérèse, la esposa, ama de casa y modista que se desvive para verse siempre bien, atender a sus hijxs, tener impecable el hogar y satisfacer a su esposo en todo ámbito posible.
Las características de las escenas cotidianas de la época, que podrían pasar desapercibidos en cualquier otra película del momento, se vuelven muy evidentes en la obra de Varda. La cineasta expone el sistema patriarcal de una manera que pudiera parecer sutil, pero resulta muy explícita. Varda se aproxima a la historia que cuenta de una manera muy peculiar, por medio de una narrativa y cinematografía contrastantes y de un brillante montaje que une este contrapunto.
Rebecca DeRoo, académica del Rochester Institute of Technology, hace un análisis profundo de la película en su ensayo ´Infelices por siempre: la ironía visual y estrategia feminista en La felicidad de Agnès Varda´ (´Unhappily ever after: visual irony and feminist strategy in Agnès Varda’s Le Bonheur´, 2014). La escritora observa la obra como una respuesta subversiva a la representación de la mujer en los medios según la cual las mujeres sólo pueden construir su identidad por medio de su apariencia física, las tareas del hogar, el cuidado de hijxs y hombres.
DeRoo hace una impresionante disección de las secuencias que llama “manos de sirvienta”, un montaje al inicio de la película que nos muestra las manos de Thérèse planchando, acostando a lxs niñxs, cocinando, cosiendo, etc. Nunca vemos a la dueña de las manos e incluso así sabemos de quién son. De acuerdo con DeRoo, cada encuadre es una referencia a los tutoriales de limpieza y cocina que se encontraban en las revistas de la época.

Agnès Varda crea un mundo con enfoque de catálogo de revista. Todo se ve perfecto y siempre está apuntado hacia el consumo, más específicamente al consumo masculino. A lo largo del film podemos apreciar la incidencia constante del feminismo de la segunda ola, en particular la influencia de El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Es así como Varda pone al descubierto la internalización de deseos patriarcales promovida a través de los medios de comunicación: la realización personal de las mujeres se queda únicamente en el trabajo doméstico y en la satisfacción masculina. No existen más posibilidades.

No obstante, no todo el mundo comprendió la visión de Varda, muy adelantada para su época. Había quienes veían en La felicidad una película anti-feminista. A esto la cineasta contestó: “el humor es un arma muy poderosa y una respuesta muy fuerte. Las mujeres tienen que hacer bromas de ellas mismas y reírse de ellas mismas porque no tienen nada que perder”.

Fotos y videos de sitios públicos de internet.
9 de marzo de 2023

Andrea Morlote
Es fotógrafa y cineasta. Egresó de la carrera de Comunicación con una especialización en Cine de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Escribe regularmente para Cinema Saturno con un enfoque especial en el cine independiente y cine documental. Su canal de YouTube se especializa en la documentación de su crecimiento como fotógrafa y enseña fotografía para principiantes. Los textos y el contenido que crea llevan siempre una óptica inclusiva, feminista y con perspectiva de género.