Reseña

Montajes y desmontajes en el campo de la locura
por Claudia Huergo

Una cierta ansiedad me encuentra a la hora de presentar este libro [1]. Lo incluyo en lo que llamo “libros impresentables”, no sólo por la materia misma de la que está hecho, sino quizá porque elude el campo de la representación, eso que nos permite decir: “acá el autor está hablando de”, “acá está haciendo referencia a”, “este fragmento trata sobre”. Este libro es un larvario de voces, un cultivo de proliferaciones, apariciones. No hay un modo tradicional de citas, hay más bien eroticidades que se van tramando en largas charlas entre autores. El método, retomando la idea de montajes y desmontajes, es la forma de hacer zoom, acercamientos, a veces resaltando figura y fondo, otras veces dejando que figura y fondo se licúen, que devengan incluso fenómeno onírico. También por el uso de las recurrencias. Para los que tenemos un contacto estrecho con la escritura de Rosa, la curiosidad es: ¿por dónde entrará esta vez? Porque la zona, como nos gusta tomar de nuestro Cortázar, siempre es la misma. Aunque nunca es igual.

Allí, en esa zona, en ese campo de locura, están como siempre, sus compañías y las reverberaciones de esos diálogos, como bien dice Rosa, reales o imaginarios, sacando al tiempo de toda linealidad, mostrando la continuidad de las preguntas y los eventos históricos que rompieron esa red. Se trate de la guerra con Paraguay, la última dictadura, las migraciones internas, el genocidio de pueblos originarios, Rosa sigue las producciones de algunos baqueanos, literatos, poetas, dramaturgos, cineastas, músicos para dar cuenta del subsuelo histórico que enlaza la ruptura del lazo social con guerras, exterminios, saqueos y debacles económicas. Dice: “lo que ocurre en nuestro espacio tiempo es tentacular y errático, puntual y embrollado y fuera del purismo y la normatividad”. Contesta así a las expectativas de un psicoanálisis aséptico, puro, moldeado por las cuatro paredes de un consultorio. “Así el campo de locura queda y es colocado fuera. Se escribe sobre el loco, sobre su lazo social a veces, muchas veces sin rozarlo”.

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Para quienes están entrando en el campo del trabajo con la locura, la escritura de Rosa relanza al ruedo, una vez más, las voces que fueron acalladas.


El trabajo que la empeña es levantar esos puntos, como los de un tejido donde algo se zafó, no para remendarlos o rellenarlos, sino para devolver una inteligibilidad sobre esa zona, y sobre todo devolverlos al campo de disputas de sentido que aún hoy nos siguen convocando: la pregunta por el colectivo, por la red, por los enjambres, por el cuidado. 

un corazón/ roto siente/ por cada rotura/ más/ que antes/ pero no miedo/ el miedo es/
un egoísmo/ en lo roto se afina/ el afecto/ cuando se deja/ de lado/ la rotura

Ese es un fragmento de poesía de Franco Rivero. Convoco también yo a mis poetas para poner a trabajar esa zona, porque si como dice Rosa que dicen otros, los poetas siempre nos llevan la delantera, ¿cuándo fue que la poesía cayó del campo del conocimiento, de ser una operación afectiva, corporal, cognoscente, y quedó ubicada del lado del ornamento? ¿Cómo hablar de aquello que se afina como un instrumento, sacando notas cada vez más precisas, de lo que parece estar destinado a ser puro resto, cosa inasimilable de la experiencia humana?

Leer a Rosa es abrazar a su vez ese abrazo tentacular de su escritura, aceptar sus derivas, al tiempo que ocurre un fenómeno de re-sensibilización: lo que nos hace sentir. Las primeras capas que se desprenden de ese contacto permean aquello a cual todos estamos expuestos: la tentación concentracionaria. La insistencia de la autora es reabrir aquello que parece destinado a cerrarse.  De nuevo, la pregunta por el colectivo, por la red, por los enjambres, por el cuidado en momentos donde la subjetividad es cincelada a golpes de empresariabilidad, donde debemos dar muestra de un abarrotamiento opresivo y avasallador de capacidades, competencias, habilidades… Rosa insiste en el valor de la pérdida. No se trata de qué vamos a ganar. Más bien se trata de qué necesitamos perder para poder formar parte de estas experiencias, de estos injertos de vida que supone dar lugar a la heterogeneidad.

No se trata sólo de lo que no tiene lugar, de la experiencia con la locura como aquello que está destinado a no tener lugar, sino de la promesa capacitista de un modo de inclusión, único, fijo, y sobre todo, unidireccional.

Se abre con este libro un mapa de viaje. Un viaje donde no se llega a ninguna parte, más bien se trata de un recomenzar. No se trata de lo que hay que “tener”. No es una check-list. Muchas  veces discutimos el carácter impotentizante de la formación profesional. Ella lo retoma aquí, en su libro, bajo las palabras cruzadas entre Pizarnik y M. Percia: “el estar psicoanalista se  expresa más por el olvido de sí que por las precauciones imprescindibles que la experiencia freudiana aconseja tomar”. Sin duda se trata de la prudencia y del guardarse de gozar de otro, y también, de la reserva personal y la suspensión de todo juicio moral. Pero el olvido de sí es, a la vez, otra cosa. No es sólo no participar de la contienda que se libra en la intimidad hablada de un semejante, tampoco es saber escuchar: es sentirse en estado de palabra. No conciencia  personal sino sensibilidad perceptiva del lenguaje. No la propia memoria, sino memoria de las palabras pronunciadas. No custodio de lo dicho, sino viajero junto a lo que está en fuga del decir.

Sin duda el registro, las huellas de historia que la autora va dejando en estos escritos, tienen un valor agregado para quienes están entrando en el campo del trabajo con la locura. Pero al mismo tiempo, Rosa no es una memoriosa que busca resguardar algo de la historia a modo de tesoro. Su escritura no es un resguardo sino más bien un relanzar al ruedo, una vez más, esas voces que fueron acalladas.

Nota al pie

[1] Montajes y desmontajes en el campo de la locura (Topía Editorial, Buenos Aires, 2021), de Rosa Beatriz López.

 

Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM y de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación   23 de marzo de 2023

Claudia Huergo

Es escritora, psicoanalista, poeta. Profesora en la cátedra de Psicoanálisis de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. Integra el grupo de estudios Emosido Engañado. Programadora en el ciclo de cine Raros somos todos, lo humano es raro. Integró el programa radial Paradigma en Eterogenia en el Centro Cultural España Córdoba. Publicó los libros de poesía Sostener la piel (Borde Perdido, 2015), Lobo alucina (Borde Perdido, 2018), La boca de monte (Hiedra Editora, 2020), De tan delgada bruma (Cielo Invertido Ediciones, 2022).

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Universidad Nacional de Villa María

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ISSN 2618-5040

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