Ensayo

El psicoanálisis está vivo
por Celeste Viñal

Hace poco empecé a dar clases a nivel universitario, nunca lo había hecho en fase de grado. La docencia había transcurrido sólo entre colegas, nunca ante un auditorio que no viniese ya inmerso en el tema. Me pregunté, más allá de los contenidos de la cátedra, qué me gustaría transmitir a mis alumnos sobre el psicoanálisis. Quisiera contagiarles la pasión por estudiarlo y ejercerlo, pero eso es una experiencia personal, más allá de mi enunciación deseante no se puede generar un sentimiento tal a propósito. Pero ese entusiasmo no está en mí por una cuestión inefable. Tiene sus fundamentos personales, teóricos y éticos. Los personales decido reservarlos, pero  me gustaría compartir los demás con ellos y con ustedes.

¡Digan whisky!

Lo contemporáneo nos apabulla con exigencias. Hay que hacer demasiadas cosas para “vivir bien”. Muchos tips a cumplir, tantos que parece que hay que agendarlos, cambiar de modelo de acción a cada rato y seguir atentos a lo que surge porque ese “bien” no parece poderse alcanzar tan fácilmente. Alarmas en el celular, post-its en la heladera. Todo un trabajo. Nadie sube la primera selfie frente al espejo. Esa es una de las cuestiones en las que el psicoanálisis abriga al desgraciado: ese “bien” no es generalizable, es un concepto personal y no siempre se alcanza por medios compartidos. Inclusive, puede haber bien en el mal y viceversa.

A veces simplemente está bien sentirse mal. Puede ser muy aliviador no tener que mantener una mueca de falsa comodidad o alegría. La obligación de ser feliz, libre, resiliente, exitoso, popular o inclusive sabio es demasiado pesada para el humano que siempre le ve la espalda a la perfección. Entonces el psicoanálisis en su práctica nos exime de esos mandatos del ideal contemporáneo y de otros también.

Todo el mundo puede hablar gratis

Slogan de Skype

Quien entra en un análisis puede presentarse sin cumplir ni querer cumplir con sus obligaciones, puede mantenerse alejado de lo socialmente esperable, no necesita presentar ningún mérito. Sólo se va a esperar de él que hable. Usualmente que hable con una frecuencia semanal, que no es la de cinco veces por semana de Freud, pero aún así es necesario cierto compromiso de presencia. En algunos casos además eso costará dinero. Como estamos en Argentina hay muchos espacios públicos y gratuitos donde lo monetario no será obstáculo para quienes desean analizarse. Pero la gratuidad económica no es la subjetiva: en un análisis pagar se paga. Quien lo inicia debe ofrecer lo que no se consigue en el mercado, debe estar dispuesto a ponerse a sí mismo en palabras. Y con una condición especial, la de permitir que ellas lo tomen y no al revés.

Escucharse decir lo que le salga y renunciar a la voluntad de comunicarse para hacerse entender. Se trata de abandonarse a los tropiezos de las palabras, seguir caminos impensados que se van abriendo en el momento, ser incoherente, aceptar tener malas intenciones, estar dispuestos que los demonios sean convocados, como decía Freud. Hablar puede no pagarse, pero no es gratis.

no peito dos desafinados também bate um coração 

También debe estar dispuesto a obtener a cambio cuestiones de muy diversa índole: una versión distinta de lo que dijo, una abrupta interrupción que subraye enfáticamente algo que dijo como al pasar, que se tome literalmente una metáfora o sufrir una inesperada desorientación al encontrarse hablando de más o de menos. 

Un sujeto en análisis debe soportar que se rompa el espejo narcisista, que exploten las identificaciones, que se mareen los ideales, que el destino se desvanezca con su épica trágica y consentir a una satisfacción más estable pero nada deslumbrante o todo lo deslumbrante que se torne que quede en nuestras manos lo que de la vida podamos elegir. 

Exponerse a un acontecimiento de palabra es franquear la razón cartesiana e ir hacia lo desconocido de sí, a lo que no se accede pensando. Es habilitar que la palabra toque el cuerpo, más allá de la emoción. Que lo toque para modificar ese sofisticado lazo que los une. Hacer resonar distinto esas cuerdas que amarran sufrimientos a recuerdos, a malos hábitos o peores elecciones y usarlas para tocar cada uno su canción, salga como salga.

 

Decime tu fracaso

Hay una mala noticia para los exitistas del bienestar, un aviso para quienes se acercan al psicoanálisis y una información para los que nunca lo harán: la experiencia analítica se trata de algo que se rebela a la idea capitalista de que todo se puede si uno se lo propone. El psicoanálisis sigue teniendo como elemento fundamental al obstáculo como operador posibilitante. Hay imposibles, hay imposibles de varios tipos. El lema de que nada lo es queda sólo como campaña publicitaria de una marca de zapatillas.

Freud nos ha iniciado en eso. Como médico eludía todo lugar común y con una honestidad absoluta se enfrentaba a las complicaciones que se le planteaban en su camino, exponiéndolas. No dibujaba los avatares de su clínica para que le diera la razón a sus teorías, privilegiaba esas dificultades y las elevaba a la dignidad de verdaderas causas que requerían distintos esfuerzos para dar cuenta de ellas. 

Tanto en la clínica, la episteme o la política interna de su institución el tropiezo era puesto al trabajo. De igual modo ocurre en las sesiones, el tropiezo de la lengua es ocasión para abrir ese sentido distinto al que nos ofrece la conciencia y otorga la posibilidad de un ir más allá de lo que ya sabemos de nosotros mismos. 

 

 

Lacan frente al obstáculo del agrupamiento en la comunidad analítica pensó una manera que descompletara el imaginario institucional a través de un dispositivo que diera cuenta del final de los análisis. Los analistas, en su versión analizantes, se tomaron a sí mismos como caso. Eso se llama pase y se intenta en su funcionamiento hacer avanzar al psicoanálisis. 

La falla está presente históricamente en todo el corpus teórico-clínico y político del psicoanálisis, al ser ella un motor y no un trastorno que debe eliminarse, el psicoanálisis conserva su potencia subversiva respecto de un mundo que se pretende sin pathos. 

Lo contemporáneo con su profusión vertiginosa de imágenes deja al sujeto abrumado por el peso de esas supuestas completudes. Eso, a nivel de la palabra, no es tan efectivo. Cuando alguien habla, se puede equivocar. Es lo que llamamos lapsus. La equivocación es, como anteriormente les refería, una puerta abierta a otro lugar que no se conoce.

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La falla es un motor y no un trastorno para el psicoanálisis, que por eso conserva su potencia subversiva respecto de un mundo que se pretende sin pathos.

  More than words

Lacan creó un neologismo para nombrar al humano, ese animal enfermo de palabras que somos. Lo llamó parlêtre (en francés mezcla el verbo ser y el verbo hablar) porque logramos ese Ser a partir de la palabra. Lo va a diferenciar así de la existencia y pondrá distancia con la metafísica. 

Excursus: sepan que es un desafío tratar estas cuestiones de modo que sean accesibles a un lector lego, porque en sus raíces son excesivamente complicadas. Es preciso un largo tiempo de estudio ininterrumpido y la capacidad de no desanimarse. Puede resultar frustrante tener que leer muchísimas veces el mismo texto sin entenderlo como para captar sus fundamentos con cierta claridad. Es vox populi que Lacan es difícil, pero recordemos que además de su prosa gongorina se ha valido de la filosofía, la lingüística, la antropología, la literatura, la lógica, los matemas, la topología matemática y más. No es tan difícil como complejo y riguroso.

Su estudio tampoco es muy solidario del discurso contemporáneo de inmediatez y facilidad, que privilegia los manejos intuitivos (como en tecnología) o la brevedad como fin en sí mismo. 

En mi práctica como supervisora de residencias hospitalarias hace dos décadas, también debo abstenerme de esa lange de bois, esa jerga fija y rígida, interna e incomprensible para quienes no se hayan formado lo suficiente en el corpus teórico. 

Los jóvenes que están en las primerísimas líneas de atención en la salud mental pública no han tenido el tiempo vital suficiente de formación pero tienen el deseo y el compromiso de llevar hasta los confines del país la eficacia terapéutica del psicoanálisis. Y lo logran en el marco de esta misma encrucijada, que por entendible no se renuncie a la seriedad ni al rigor, aún a sabiendas que hay mucho más por recorrer. 

Así la clínica demuestra que el psicoanálisis sigue estando vigente y su futuro reside en aquellos que reconocen al síntoma como eso de lo que el parlêtre no se puede deshacer sin resto. De aquellos a quienes lo incurable no los desalienta porque saben que llevar un análisis hasta sus últimas consecuencias no beatifica a nadie ni logra la iluminación, pero se puede vivir satisfecho con lo obtenido. 

                                                                                                                                                            una herida absurda

El pathos, el sufrimiento psíquico, insiste a pesar de todos los tratamientos que la humanidad le ha dado. El neurótico, por poner un ejemplo, sufre por significaciones que le ha otorgado a los acontecimientos históricos de su vida, sin saberlo. Es común encontrar la idea de destino en su síntoma, se padece de algo que excede a la voluntad, es vivido como una condena, como una tragedia, en general edípica. El análisis permite a cada uno, caso por caso, prescindiendo de manuales que marquen terapéuticas generales, acceder a eso que no es sabido por él pero aún así tiene una efectividad determinante. 

Hay un lenguaje común, comunicacional, el que usamos para vérnosla con los semejantes (y que también sabemos cuán fallido es, vivimos de un malentendido a otro) y otro personal, una especie de lengua propia, con sus reglas de construcción, sus signos, sus formas absolutamente singulares. 

Esa lengua propia, ese idioma radicalmente personal es el que se descubre en un análisis y, a través de él, con su lógica incompartible, se toca aquello que parece estar escrito en el destino, se conmueve la fijeza de la repetición, se alivia el dolor de la existencia, se puede amar sin tantos embrollos o se modifican hábitos mortíferos, entre tantas otras posibilidades. Se puede alcanzar una satisfacción inédita, no sin restos, pero una satisfacción producto de una radical transformación.

Lo que se va a ir armando en un análisis es un trabajo sobre los hechos de lenguaje que determinan las conductas, los síntomas, los lazos de ese parlêtre con sus otros, con el cuerpo y con el valor (o con el rechazo) en lo más íntimo que lo enlaza a la vida misma. 

Una práctica universalizable no podría conducir por los caminos sinuosos de la singularidad, hay que andarlos una y otra vez, volverse baquiano de la zona, conocedor del terreno por recorrerlo, por experimentarlo. No son cartografías compartibles, sólo algunos rasgos identificables que orientan pero no indican necesariamente el modo de llegada. Es vez a vez, cada vez. Eso va armando un mapa excepcional que sirve para esa persona y para nadie más.

El psicoanálisis es poderosamente desmasificante. Luego el ciudadano, la persona, el militante que habita en el paciente podrá ligarse a cuanta causa lo ataña. Pero en la sesión analítica no existe otra cosa que la localización de la máxima diferencia que nos hace únicos e irrepetibles.

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El psicoanálisis representa un lugar de resguardo en la dignidad de lo humano como diferencia radical y en clara oposición a los imperativos de la época.

Todo el mundo es loco

Finalmente, como dice Lacan, “todo el mundo es loco” esto es, todos estamos sometidos a que la palabra haya matado a la cosa. El humano está desnaturalizado por el lenguaje, la biología no nos asiste otorgándonos un instinto que nos guíe con un saber natural, ni hace destino en lo sexual donde estamos exiliados íntimamente. 

En un universo del que poco y nada sabemos, la única invariante es el cambio. Y justamente los humanos tenemos adherencias que nos impiden aceptar esos cambios con facilidad. En eso el yo o la voluntad son impotentes. El yo porque no quiere saber nada. Quiere desconocer y seguir en su burbuja de ficciones a las que insiste en llamar realidad. Y la voluntad porque tiene brazo corto. Se confunde muchas veces con lo que llamamos superyó, que es una instancia psíquica imperativa para la que nunca ningún mérito, ninguna privación, ningún sacrificio es suficiente.

Y en un mundo donde la belleza, el bienestar, la salud en su versión higienista o el éxito son imperativos superyoicos, el psicoanálisis se propone como un refugio ante tanto malestar. Un lugar donde hablar frente a un otro que tiene una condición especial: que su poder resida en no hacer uso de ningún poder. Alguien que ni siquiera le pedirá mejoría, sino que intentará develar su idioma y hará de traductor hasta que el sujeto lo reconozca por sí mismo. 

El analista estará atento a la lógica, precisa pero desconocida al inicio. Habrá que captarla y delinearla, localizarla y a veces construirla, cuando no inventarla, dependiendo de la estructura del paciente.

La sesión analítica es un espacio donde esa realidad de palabras, la única a la que podemos acceder, alcance los límites donde el lenguaje se abisma. Abordar esos fenómenos que algunas o algunos experimentan como un sentir sin poder expresar, no por inhibición, sino por constituir un borde donde la palabra no llega. 

Los poetas saben de ello, por eso la poesía será un esfuerzo en el quehacer del analista. Declinar la versión comunicacional del lenguaje para afinarse en los detalles de un decir poético que no significa volverse poeta, claro que no, sino forzar un modo del lenguaje que toque el cuerpo prescindiendo del sentido. 

Para concluir, el psicoanálisis está vivo aún por múltiples razones, que no podría desarrollar cabalmente en un solo texto, especialmente por las razones que residen en la vigencia de sus curas. Pero de tener que elegir una para finalizar, sería subrayar que representa un lugar de resguardo en la dignidad de lo humano como diferencia radical y en clara oposición a los imperativos del Amo de cualquier época. 

Una fuerza subversiva de total actualidad.

Fotos de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación  29 de junio de 2023

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Celeste Viñal

Miembro de la EOL, Escuela de la Orientación Lacaniana, y de la AMP, Asociación Mundial de Psicoanálisis. Docente de la Cátedra Freud 1 Universidad de Buenos Aires. Docente del Instituto Oscar Masotta. Supervisora y docente de residencias de Salud Mental en hospitales del AMBA.

mcelestevr@icloud.com

Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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