Una polifonía de delicada belleza
Creo que siempre es poco lo que alcanzamos a saber de la poesía, porque la poesía es, en realidad, un misterio. Intento, por lo tanto acercarme a ese enigma a través de la lectura y así poder compartir algo que devele, que deje asomar un sentido posible en el libro de poemas de Normand Argarate El verde corazón de William Shakespeare, que editó la editorial de Villa María Mascarón de Proa y que recibió la primera mención en el concurso del Fondo Nacional de las Artes en 2022.
Normand Argarate dispone su sensibilidad hacia lo inefable, para ver el mundo en la revelación del detalle, lo ínfimo, lo minúsculo y recupera en el gesto primitivo, infantil, la actividad poética tanto lúdica como espiritual. Revela así diferentes momentos que es necesario nombrar en el instante del acontecimiento, eternizar con la alquimia de la palabra. Y al dejarnos capturar por ese tono, por ese lenguaje, por esa musicalidad, comprobamos que el yo lírico siempre está hermanado con lo viviente, con lo que late, con el pájaro que dibuja líneas en el cielo, con los caminos que tientan y la ansiada errancia, con los misterios de la ternura, la fragilidad y la muerte.

Los poemas son variados, múltiples, diversos, pero creo vislumbrar la presencia constante de la preocupación por la poesía misma en una suerte de metapoesía. Aparece con claridad la dificultad que a veces surge cuando el poema no quiere nacer, cuando requiere de un tiempo que no se vincula con las necesidades cotidianas, cuando se sabe que está, pero lo demora inquieto y suspende las certezas, hasta que “un buen día, una tarde cualquiera, un sonido/ o la melancolía de un objeto abandonado,/ los empuja hacia la mano que escribe”.
Porque a veces la forma del poema es el silencio, el silencio de los adioses, del sol que se retira, de la sombra. Y otras, el poema no quiere escribirse porque se piensa y no se siente o por exactamente lo contrario, y entonces, entre actividades habituales de la vida diaria, como hacer el almuerzo o trabajar la tierra del jardín “salió la primera línea:/ Por los brezales, huyó veloz la liebre.”
El poeta vela, está atento al sentido de lo ilegible, a lo que puede aparecer para acogerlo. Vela y se desvela por lo impreciso, lo sutil del hilo que lo conecta con la inmensidad del mundo.
El poeta vela, está atento al sentido de lo ilegible, a lo que puede aparecer para acogerlo. Vela y se desvela por lo impreciso, lo sutil del hilo que lo conecta con la inmensidad del mundo. Y si eso no sucede, en una idea de eterno fluir, del movimiento de lo que acontece, al interior del propio poeta, plantea que no pasa nada, “pasa, como si nada.”
Cuando Normand habla de la poesía que no está da a conocer aquello que en realidad se torna su materia, aquello que modela o dibuja hasta conformar el poema. Y se nutre de la naturaleza y sus misterios, y también, como el gran maestro Borges, de las bibliotecas y laberintos y espejos, también de la memoria y de los deseos, y de “las manos de esa obrera/ en cuyo suave cansancio envejecen/ y es harina los días de su vida”.
La poesía no está
en el ave de la mañana
ni en la despeinada materia
del esplendor del árbol que lo sostiene.
Hoy la poesía no está,
en el camino, ni en la compañía del viento,
ni en los malabares de la luna,
ni en los prodigios de los cielos.
No está en los museos, ni laberintos
o detrás de los espejos,
no está en la mano que escribe
el secreto del papiro, o el rumor
de los muertos.
No está en las cosas de la memoria,
como flores imaginarias que ornan
el cartel de nuestra fiebre.
No está en las manos de esa obrera,
en cuyo suave cansancio envejecen
y es harina los días de su vida.
Hoy la poesía no está
y solo deja paso, pasa, como si nada.
Y es poesía la risa de los niños, las nubes que pasan después de la tormenta, las voces de seres invisibles. Y son poesía los descubrimientos que surgen de largas caminatas, las manos, los hijos, las insaciables lecturas. De ellas emergen Ezra Pound, Plinio, Confucio, Shakespeare y su verde corazón, Jack Kerouac y Ptolomeo, John Cage y Marc Chagall. Pero también están las manos de la obrera que arma flores de papel celofán y el obrero que “arroja migas a las palomas,/ sobre su mano extendida, reposa el mundo”. Y pienso que allí radica una ética, un compromiso, una señal de la presencia necesaria de quienes hacen latir el mundo, de quienes desde los gestos más sencillos construyen esta tierra y la hacen más habitable. Dice Diana Bellessi en La pequeña voz del mundo: “cada uno de nosotros sabe que nada somos sin los otros y que la vida es breve y no nos deja llevarnos nada del otro lado salvo el mérito, es decir, el haberlo intentado. Y nada nos asegura la verdad pero el rostro del otro nos confirma si lo hemos sostenido o negado. Siempre es política la poesía”. Y eso se evidencia con claridad en este poemario, la poesía como encuentro con los otros en un sentido ético, político y, por supuesto, poético.
Después de muchos años Normand Argarate vuelve a publicar un libro de poemas, y para quienes siempre lo hemos leído es muy evidente la madurez de su poesía, el despojamiento, la sencillez que nada tiene que ver con lo simple.
Si fuera Jack Kerouac
y tuviera que explicar
qué aprendí del budismo
te diría:
alguna vez los tristes corazones
proyectaron sus sombras dolientes
yo solo sonreí, ofrecí una flor
y al camino seguí.
Y el despojamiento, la austeridad lo llevan al haiku como ejercicio de pudor frente al descubrimiento de la belleza:
El monje dibuja
bajo la lámpara
sombras de pájaros.
Y el silencio se hace búsqueda de equilibrio y perfección:
Poema logrado:
alcanzar el silencio de la flor.
“Lejos de dar cuenta de lo que hemos vivido, la poesía transforma los hechos, los subvierte, los embellece”, dice Claudia Masin. Y en la contratapa de El verde corazón… Paula Giménez España dice: “en la conjugación de musicalidad, sentido, riqueza del lenguaje y una filosofía de fondo, o no tan de fondo, que ordena la mirada, se van construyendo estas piezas de formato variado. Entre el verso y la prosa poética, desde la extensión al poema breve, Argarate no abandona en ningún momento la elegancia con que su poesía saca a la luz lo que viene de la profundidad”.

El verde corazón de William Shakespeare trasunta una belleza delicada en su polifonía poética y de alguna manera logra una complicidad con quienes leemos y tratamos de descubrir el secreto de esos poemas, de conocer los arcanos que conectan al poeta y la naturaleza, de hallar el sentido de las incógnitas que le permiten poetizar la ternura y el silencio.
Bibliografía
Bellessi, Diana. La pequeña voz del mundo. Caballo Negro Editora. Córdoba. 2023.
Masin, Claudia. Curar y ser curados. Poesía y reparación. Las furias editora. Buenos Aires. 2022 (Edición original, Taurus, 2011)
Fotos y producción audiovisual de Carolina Ramírez – Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM.
8 de febrero de 2024

Silvia Giambroni
Es profesora de Lengua y Literatura y Licenciada en Ciencias de la Educación por la UNVM. Fue vicedirectora del Instituto Superior Víctor Mercante de Villa María, Córdoba, y docente de nivel medio y nivel superior en la misma institución. Participó como compiladora y escritora del libro de EDUVIM “Escritos sobre jóvenes”. Ha coordinado la subsede Villa María del festival internacional de poesía de Córdoba. Participa en lecturas, talleres y todas aquellas actividades donde se difunda la poesía.