Poesía croata

Monika Herceg I
por Carina Sedevich | Ilustraciones de María Alicia Favot

Mi bisabuelo Angel (así, sin acento) nació en Trieste en la época en que funcionaba como puerto franco del imperio austrohúngaro. Vino de allá hablando croata e italiano, en Argentina aprendió el castellano. Primero se instaló en el delta de Tigre, porque su oficio era la construcción de embarcaciones, pero empezó a recrudecer su asma y el médico le recomendó que se fuera a vivir a un sitio más parecido a su tierra natal. Así fue como enfiló para las montañas y recaló en Mendoza. Llegó ya casado con mi bisabuela Inés, hija de italianos. Su primer nieto, mi papá, recuerda que don Angel pasaba muchas horas en un taller que tenía en su casa, inventando cosas. Que volvía en bicicleta de su trabajo en el Club Regatas con broches en las botamangas de los pantalones. Que enfriaba los porrones en el agua de la acequia. Que se entendía muy bien con un aprendiz jovencito que hablaba en ruso.

Mientras mi bisabuelo hacía su vida acá, Trieste se incorporó a Italia y Croacia pasó a ser parte de un nuevo territorio llamado Yugoslavia. Después de casi un siglo de guerras, allá por 1991, volvió a existir en Europa un país independiente llamado Croacia y nació en Argentina el primer tataranieto de don Angel. Dos acontecimientos de los cuales mi bisabuelo no llegó a enterarse.

*

Krv nije voda es un dicho croata. Significa “la sangre no es agua”. Yo no sé cuánto de croata hay en mi ADN, más allá del apellido que originariamente terminaba con la ć del alfabeto de Gaj. Pero sé que a lo largo de mi vida adulta, sobre todo en estos últimos años, he descubierto que muchas cositas mías que creía originales no lo son tanto.

*

Hago terapia, entre otras cosas, para no convertirme en mi madre. Vi sonreír a mi psicóloga cuando le conté que estaba traduciendo poetas que escriben en el catalán que hablaba mi abuela materna porque sentía que toda esa idiosincrasia hecha palabras, de una manera muy extraña y muy lejana, me concernía. La sonrisa de mi terapeuta me ayudó a confirmar que la poesía habilita para mí el regocijo y el juego, destraba alguna comprensión y cierto alivio. Versiono poetas mallorquinas para aligerar el peso de los sentidos vinculados a mi madre. Más que para entender, para limpiarme.

En mis sesiones de terapia no hablo casi nunca de mi padre. Aunque me reconozco a menudo en sus neurosis, a él parecen conectarme emociones más ligeras. Me da ternura y hasta me divierte a veces. Al mismo tiempo siento que no lo conozco tanto como a mi mamá. Será por eso que a la poesía croata me aproximo sobre todo por el gusto de la extrañeza. Llego a las lecturas valiéndome de un idioma puente: traduzco desde versiones en inglés [1]. Pero mientras tanto reviso los originales que tengo a mano, investigo el croata. Me ensaño con esos signos misteriosos.

El júbilo de ir un poquito más allá de las cadenas semióticas conocidas aparece y ya le da sentido a mi trabajo. Pero sé que buscaré poesía que le dé más sentido todavía. Busco nombres, busco obras, hasta que encuentro una escritura que me habla de una vida joven atravesada por las guerras balcánicas. La poeta que leo nació en Croacia unos meses antes de que mi hijo naciera en Argentina. Siento que es una señal, que todo conecta más todavía. Y me entrego a ver qué pasa, qué hay ahí, qué me dice.

*

Sin embargo, para cerrar este breve preámbulo me parece necesario decir que ya acepté que el lenguaje es ficción, como lo son las identidades generadas a partir del trazado de los mapas políticos, como lo son las historias y las herencias familiares. Así que traduzco por lo mismo que escribo: quiero sentir por un instante la ilusión de retorcer la semiosis infinita y mi propia subjetividad como si fueran trapos mojados.

*

Aquí mi intento de leer a Monika Herceg. Una pequeña reseña biográfica de esta reconocida poeta croata puede leerse aquí [2]. Para que esta primera entrega no se hiciera tan larga, elegí sólo tres poemas de su libro Početne koordinate (Coordenadas iniciales).

Mi bisabuelo Angel (así, sin acento) nació en Trieste en la época en que funcionaba como puerto franco del imperio austrohúngaro. Vino de allá hablando croata e italiano, en Argentina aprendió el castellano. Primero se instaló en el delta de Tigre, porque su oficio era la construcción de embarcaciones, pero empezó a recrudecer su asma y el médico le recomendó que se fuera a vivir a un sitio más parecido a su tierra natal. Así fue como enfiló para las montañas y recaló en Mendoza. Llegó ya casado con mi bisabuela Inés, hija de italianos. Su primer nieto, mi papá, recuerda que don Angel pasaba muchas horas en un taller que tenía en su casa, inventando cosas. Que volvía en bicicleta de su trabajo en el Club Regatas con broches en las botamangas de los pantalones. Que enfriaba los porrones en el agua de la acequia. Que se entendía muy bien con un aprendiz jovencito que hablaba en ruso.

Mientras mi bisabuelo hacía su vida acá, Trieste se incorporó a Italia y Croacia pasó a ser parte de un nuevo territorio llamado Yugoslavia. Después de casi un siglo de guerras, allá por 1991, volvió a existir en Europa un país independiente llamado Croacia y nació en Argentina el primer tataranieto de don Angel. Dos acontecimientos de los cuales mi bisabuelo no llegó a enterarse.

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Krv nije voda es un dicho croata. Significa “la sangre no es agua”. Yo no sé cuánto de croata hay en mi ADN, más allá del apellido que originariamente terminaba con la ć del alfabeto de Gaj. Pero sé que a lo largo de mi vida adulta, sobre todo en estos últimos años, he descubierto que muchas cositas mías que creía originales no lo son tanto.

*

Hago terapia, entre otras cosas, para no convertirme en mi madre. Vi sonreír a mi psicóloga cuando le conté que estaba traduciendo poetas que escriben en el catalán que hablaba mi abuela materna porque sentía que toda esa idiosincrasia hecha palabras, de una manera muy extraña y muy lejana, me concernía. La sonrisa de mi terapeuta me ayudó a confirmar que la poesía habilita para mí el regocijo y el juego, destraba alguna comprensión y cierto alivio. Versiono poetas mallorquinas para aligerar el peso de los sentidos vinculados a mi madre. Más que para entender, para limpiarme.

En mis sesiones de terapia no hablo casi nunca de mi padre. Aunque me reconozco a menudo en sus neurosis, a él parecen conectarme emociones más ligeras. Me da ternura y hasta me divierte a veces. Al mismo tiempo siento que no lo conozco tanto como a mi mamá. Será por eso que a la poesía croata me aproximo sobre todo por el gusto de la extrañeza. Llego a las lecturas valiéndome de un idioma puente: traduzco desde versiones en inglés [1]. Pero mientras tanto reviso los originales que tengo a mano, investigo el croata. Me ensaño con esos signos misteriosos.

El júbilo de ir un poquito más allá de las cadenas semióticas conocidas aparece y ya le da sentido a mi trabajo. Pero sé que buscaré poesía que le dé más sentido todavía. Busco nombres, busco obras, hasta que encuentro una escritura que me habla de una vida joven atravesada por las guerras balcánicas. La poeta que leo nació en Croacia unos meses antes de que mi hijo naciera en Argentina. Siento que es una señal, que todo conecta más todavía. Y me entrego a ver qué pasa, qué hay ahí, qué me dice.

*

Sin embargo, para cerrar este breve preámbulo me parece necesario decir que ya acepté que el lenguaje es ficción, como lo son las identidades generadas a partir del trazado de los mapas políticos, como lo son las historias y las herencias familiares. Así que traduzco por lo mismo que escribo: quiero sentir por un instante la ilusión de retorcer la semiosis infinita y mi propia subjetividad como si fueran trapos mojados.

*

Aquí mi intento de leer a Monika Herceg. Una pequeña reseña biográfica de esta reconocida poeta croata puede leerse aquí [2]. Para que esta primera entrega no se hiciera tan larga, elegí sólo tres poemas de su libro Početne koordinate (Coordenadas iniciales).

Ilustración

las mismas viejas historias

los abuelos viven en la habitación de al lado

antes de acostarme me meto en su cama
y escucho atentamente

la historia siempre queda enredada en la maleza
luchando como cosechadores de castañas
por los caminos embarrados del bosque
batidos por las huellas de la caza silvestre
una vez más la abuela habla
de cuando el abuelo borracho llevó los caballos
al pueblo
y volvió sin ellos
de su hermano que murió durante
una guerra olvidada hace mucho tiempo
de una casa cuya madera se convirtió en ladrillos

ya está oscureciendo
y las historias se cierran junto con los párpados
privando a las palabras de efectos visuales
el olor a pasto recién cortado se cuela por la manta
el mugido de las vacas sedientas desde la almohada

un perro imaginario ladra detrás de la ventana
mientras el abuelo se acerca

a pie

sin caballos

las mismas viejas historias

los abuelos viven en la habitación de al lado

antes de acostarme me meto en su cama
y escucho atentamente

la historia siempre queda enredada en la maleza
luchando como cosechadores de castañas
por los caminos embarrados del bosque
batidos por las huellas de la caza silvestre
una vez más la abuela habla
de cuando el abuelo borracho llevó los caballos
al pueblo
y volvió sin ellos
de su hermano que murió durante
una guerra olvidada hace mucho tiempo
de una casa cuya madera se convirtió en ladrillos

ya está oscureciendo
y las historias se cierran junto con los párpados
privando a las palabras de efectos visuales
el olor a pasto recién cortado se cuela por la manta
el mugido de las vacas sedientas desde la almohada

un perro imaginario ladra detrás de la ventana
mientras el abuelo se acerca

a pie

sin caballos

Ilustración

ciclo completo

la analogía de la decadencia del cuerpo
y la decadencia otoñal
es total
las hojas humildemente se dejan pudrir
hundimos los dedos en la carne
sintiendo el pulso del verano
las manzanas que almacenamos en el sótano
mucho después soportarán el frío
aguijoneando sus células
y luego, como un planeta
entrarán en la órbita eterna del invierno

conservar en vinagre pimientos y pepinos
preservar la sensación de un ciclo completo
la esencia del sol en vinagre
aligera el estómago

detrás de los frascos del invierno
a veces las serpientes pasan lentas
sus pieles gruesas y verdes
la abuela dice que ya están domesticadas
debajo de la casa
desde que se construyó el sótano
duermen como guardias
hibernan como nosotros
con llamaradas solares
en sus cavidades abdominales

ciclo completo

la analogía de la decadencia del cuerpo
y la decadencia otoñal
es total
las hojas humildemente se dejan pudrir
hundimos los dedos en la carne
sintiendo el pulso del verano
las manzanas que almacenamos en el sótano
mucho después soportarán el frío
aguijoneando sus células
y luego, como un planeta
entrarán en la órbita eterna del invierno

conservar en vinagre pimientos y pepinos
preservar la sensación de un ciclo completo
la esencia del sol en vinagre
aligera el estómago

detrás de los frascos del invierno
a veces las serpientes pasan lentas
sus pieles gruesas y verdes
la abuela dice que ya están domesticadas
debajo de la casa
desde que se construyó el sótano
duermen como guardias
hibernan como nosotros
con llamaradas solares
en sus cavidades abdominales

Ilustración

pequeñas muertes

respiramos fuerte por el calor insoportable
durmiendo en la misma habitación
la angustia es más pesada que el aire
llena el espacio como dióxido de carbono
y nos asfixiamos en la pesadilla

en el sueño del padre prolifera el vacío
como los insectos de la papa
hasta que destruyen por completo los cultivos
a veces tose
como un gato tratando de vomitar
una bola de pelo
el hermano hace rechinar los dientes
la madre está inmóvil
con los labios apretados
como los de nuestra señora en el cuadro al que le reza
de vez en cuando me inclino sobre su cara
para asegurarme de que respira

escucho y
mientras nos van quedando chicos los zapatos que ya nos aprietan
mientras nuestro pelo se oscurece
y nuestros cartílagos se erosionan cuando corremos
la atmósfera exterior se quema
y los cuerpos de niños en nosotros arden
como velas de cumpleaños
tan rápido que por la mañana
no recordamos

pequeñas muertes

respiramos fuerte por el calor insoportable
durmiendo en la misma habitación
la angustia es más pesada que el aire
llena el espacio como dióxido de carbono
y nos asfixiamos en la pesadilla

en el sueño del padre prolifera el vacío
como los insectos de la papa
hasta que destruyen por completo los cultivos
a veces tose
como un gato tratando de vomitar
una bola de pelo
el hermano hace rechinar los dientes
la madre está inmóvil
con los labios apretados
como los de nuestra señora en el cuadro al que le reza
de vez en cuando me inclino sobre su cara
para asegurarme de que respira

escucho y
mientras nos van quedando chicos los zapatos que ya nos aprietan
mientras nuestro pelo se oscurece
y nuestros cartílagos se erosionan cuando corremos
la atmósfera exterior se quema
y los cuerpos de niños en nosotros arden
como velas de cumpleaños
tan rápido que por la mañana
no recordamos

Notas al pie

[1] Versiones basadas en traducciones al inglés de Marina Veverec.

[2] Entre los poetas croatas más jóvenes, Monika Herceg, estudiante de Física en la Universidad de Rijeka y miembro del consejo editorial de la revista Poezija (Poesía), publicada por la Sociedad Croata de Escritores, es la que más galardones ha recibido: seis premios en tres años. Pasó su infancia en un pequeño pueblo cerca de Sisak, donde sus primeros recuerdos se formaron a la sombra de la Guerra de Sucesión Yugoslava que tuvo lugar en la década de 1990 y que condenó a su familia al exilio y la pobreza, algo que, casi tres décadas después, marcaría su primer poemario Početne koordinate (Coordenadas iniciales).

Ese libro puede leerse como una novela realista mágica en verso que explora la historia de una familia. La poeta se abre camino a través de la guerra, la pobreza, la violencia doméstica, el maltrato animal y el declive de la vida en el pueblo, por nombrar sólo algunas penas: a veces aligera la experiencia con sutil humor, a veces hace que los lectores se enfrenten a la cruda realidad. La confianza de los aldeanos en la mitología eslava se refleja en la forma de estos poemas, que imitan la tradición oral con puntuación omitida y estilo conversacional. Al situar su poesía en una zona rural, Herceg recurre a sus raíces y reflexiona a menudo sobre cómo afectan las estaciones a las personas; nos recuerda que, a pesar de los avances tecnológicos, seguimos respirando al mismo ritmo que la naturaleza.

La periodicidad de la vida se refleja no sólo en la estructura del poema, sino también en la composición de la colección: comienza a principios de otoño, hiberna durante el invierno, despierta en primavera, se afana durante el verano y declina a finales de otoño. Aunque los detalles de cada poema apuntan a su familia en particular y abarcan una herencia transmitida de generación en generación, es al mismo tiempo una obra sobre la formación de la identidad personal y colectiva a la luz de las circunstancias cambiantes provocadas por los cambios políticos, económicos y sociales a lo largo de la historia. No es de extrañar que el novelista y ensayista Miljenko Jergović califique esta colección de «primer y último libro de la nueva poesía croata».

Sus poemas y relatos cortos se han traducido al inglés, francés, italiano, griego y macedonio.

Notas al pie

[1] Versiones basadas en traducciones al inglés de Marina Veverec.

[2] Entre los poetas croatas más jóvenes, Monika Herceg, estudiante de Física en la Universidad de Rijeka y miembro del consejo editorial de la revista Poezija (Poesía), publicada por la Sociedad Croata de Escritores, es la que más galardones ha recibido: seis premios en tres años. Pasó su infancia en un pequeño pueblo cerca de Sisak, donde sus primeros recuerdos se formaron a la sombra de la Guerra de Sucesión Yugoslava que tuvo lugar en la década de 1990 y que condenó a su familia al exilio y la pobreza, algo que, casi tres décadas después, marcaría su primer poemario Početne koordinate (Coordenadas iniciales).

Ese libro puede leerse como una novela realista mágica en verso que explora la historia de una familia. La poeta se abre camino a través de la guerra, la pobreza, la violencia doméstica, el maltrato animal y el declive de la vida en el pueblo, por nombrar sólo algunas penas: a veces aligera la experiencia con sutil humor, a veces hace que los lectores se enfrenten a la cruda realidad. La confianza de los aldeanos en la mitología eslava se refleja en la forma de estos poemas, que imitan la tradición oral con puntuación omitida y estilo conversacional. Al situar su poesía en una zona rural, Herceg recurre a sus raíces y reflexiona a menudo sobre cómo afectan las estaciones a las personas; nos recuerda que, a pesar de los avances tecnológicos, seguimos respirando al mismo ritmo que la naturaleza.

La periodicidad de la vida se refleja no sólo en la estructura del poema, sino también en la composición de la colección: comienza a principios de otoño, hiberna durante el invierno, despierta en primavera, se afana durante el verano y declina a finales de otoño. Aunque los detalles de cada poema apuntan a su familia en particular y abarcan una herencia transmitida de generación en generación, es al mismo tiempo una obra sobre la formación de la identidad personal y colectiva a la luz de las circunstancias cambiantes provocadas por los cambios políticos, económicos y sociales a lo largo de la historia. No es de extrañar que el novelista y ensayista Miljenko Jergović califique esta colección de «primer y último libro de la nueva poesía croata».

Sus poemas y relatos cortos se han traducido al inglés, francés, italiano, griego y macedonio.

Producción audiovisual de Carolina Ramírez – Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM.

Icono fecha publicación 9 de abril de 2024

Carina Sedevich

Se graduó en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Villa María. Cursó el doctorado en Semiótica en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Su obra poética ha sido publicada en diversos países de Europa, Asia, Norteamérica y Latinoamérica y traducida al inglés, al chino, al portugués, al italiano, al polaco y al catalán. Entre otras distinciones, recibió el Premio de Poesía José Pedroni. Dirige Revista Ardea desde la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM.

 

María Alicia Favot

Nació en Bahía Blanca en 1957. Se formó en talleres y estudios de artistas plásticos de su ciudad adoptiva (Cipolletti, Río Negro) y en los talleres de dibujo y pintura del IUNA. Formó parte del grupo Odisea, un multitaller de pintura, letras y filosofía. Expuso desde el 2000 en muestras individuales y colectivas en nuestro país y en el Museum of the Americas (Florida, Miami-USA). La distinguieron con la “Perla de Mar” en el ciclo Arte Contemporáneo del Museo del Hombre del Puerto de Mar del Plata. Los vaivenes de la vida la llevaron también por el camino de la docencia, el derecho y la escritura. Actualmente ilustra  para la revista de arte y literatura Colofón y para Tanta Ceniza Editora. Es autora del libro Nada que nos ilumine (Factorum, Buenos Aires, 2023).

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Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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