Feminismo

El hilo rojo
por Sara Perrig y Pablo Gudiño

Desde 2015, en Argentina, las filas del feminismo, de la mano de las consecutivas marchas del Ni Una Menos, se ampliaron en un creciente y sostenido involucramiento de jóvenes. No existe espacio educativo sin una agenda de género, eje identitario y reivindicación política de diferentes organizaciones estudiantiles. La reunión de quienes bregan por una sociedad más justa, equitativa, habitable -donde tengan lugar aquellos cuerpos que no importan, parafraseando a Judith Butler (2002)- ha calado en los muros más cementados de lo institucional, desafiando incluso fronteras religiosas. Pero ¿cuál es el feminismo que habita los pasillos y las aulas, que camina las calles, organiza extensas reuniones militantes y ata un pañuelo verde en las mochilas?

Las nuevas generaciones de jóvenes van construyendo sus propios repertorios argumentativos en torno al reconocimiento y las luchas por sus derechos. Su identificación e involucramiento con el feminismo se explica en una circulación social de sentidos y saberes que muestra la contemporaneidad de su activismo, a la vez que hace alusión a sus raíces históricas. Si hablamos de una cuarta ola del feminismo, debemos remitir, indefectiblemente, a la memoria y la circularidad histórica, esa vuelta de “lo personal es político” que invadió la arena pública de la década de 1970. Las jóvenes elaboran repertorios de hacer y de saber que, en sus bases, son experienciales más que academicistas, producto de relaciones que surgen en una movilización y consigna social que las interpela, motiva y revoluciona

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Las nuevas generaciones de jóvenes van construyendo sus propios repertorios argumentativos en torno al reconocimiento y las luchas por sus derechos. Si hablamos de una cuarta ola del feminismo, debemos remitir, indefectiblemente, a la memoria y la circularidad histórica.

El feminismo -los feminismos, porque el feminismo es siempre dinámico, plural y fluctuante- no puede ser mejor definido que como un feminismo del goce (Peker, 2018). Es el feminismo que se inscribe en los cuerpos, que grita “vivas y libres nos queremos”, “tocan a una y nos tocan a todas”, y que se presenta como la contracara de la violencia machista. Es el feminismo sin teoría, el que conocen las jóvenes que han sentido en carne propia y ajena la dominación y el abuso. Es el feminismo experiencial, el de las brujas y el Calibán, el de las primeras huelguistas, el de las revolucionarias de la píldora, el de los pañuelos y la marea verde. Es el feminismo que emana de la experiencia de la lucha compartida contra la opresión cotidiana. El de las calles, las marchas y las reuniones, pero también de las redes sociales, un espacio lleno de posibilidades y nuevos aportes. Es un feminismo que articula -transregional, situado, relacional, dinámico- y que quita estaticidad a las desigualdades sociales.

Cuando decimos que el aborto está despenalizado socialmente, aseveramos que el feminismo ya es parte de nuestras vidas, de feministas e, incluso, de quienes no se piensan como parte del movimiento pero se ven interpeladas por el mismo. Y eso es cambio, es resistencia y deseo de transformación política y cultural. Es el cambio que permitió consolidar el debate por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) en 2018 y que actuó como bisagra en la trama de relaciones vinculares entre las “pioneras” y las “pibas” en lo que se considera el devenir de una batalla intergeneracional. Y el aborto será ley (Alcaraz, 2018) porque es la “historia de una desobediencia”, dice Mabel Bellucci (2014), y porque es la “contra pedagogía de la crueldad”, nos enseña Rita Segato (2018). Es la lucha que traspasacolores, ideologías y banderas políticas, que se opone a las múltiples formas de violencias, y que crea nuevos modos de vida, de resistencia y de organización feminista.

Los exponentes del patriarcado, sistema de opresión milenario, ¡si los hay!, se han visto obligados a pensar en el feminismo e innovar respuestas. Las alocuciones del arzobispo de La Plata, Víctor «Tucho» Fernández, solicitando a la feligresía católica que respete el “legítimo derecho a protestar” en el 34 Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias, es un ejemplo de ello. Y este es el asedio de la revolución: la revolución de las abuelas, de las hijas y de las nietas. Es la revolución de las jóvenes, las que salen a las calles, las que militan, sienten, luchan y ponen el cuerpo. El día que el feminismo sólo se lea y quede confiscado a las repisas de las bibliotecas, la revolución se habrá agotado. Porque el feminismo se sostiene en esa trama dialéctica que supone la relación entre praxis-teoría-praxis, porque la experiencia deviene en acción política, y porque el cuerpo que sana y cura es aquel que necesariamente se inscribe en la alianza de la lucha colectiva. Pero la revolución es, también, un cuarto propio, diría Virginia Woolf (1993). De lo que se trata es de la imperiosidad con la que debemos desmantelar nuestros propios prejuicios, eliminar el patriarcado de nuestras conciencias, de nuestros ovarios, de nuestras camas, de nuestro sexo.

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El día que el feminismo sólo se lea y quede confiscado a las repisas de las bibliotecas, la revolución se habrá agotado. Porque la experiencia deviene en acción política, porque el cuerpo que sana y cura es aquel que necesariamente se inscribe en la alianza de la lucha colectiva.

¿Y cómo se vinculan los varones con el feminismo? ¿En qué consiste asumir una posición discursiva y política feminista? Dice bell hooks (2017) que el feminismo no es antihombres, es antisexista. Sin embargo, ello no elimina la necesidad de estar alerta. La masculinidad feminista está lejos de ser una concreción, supone transformar hábitos y costumbres, y tomar distancias de los privilegios. La hegemonía masculina perdura, pero también hay mutaciones, y las nuevas generaciones de hombres están asumiendo nuevas subjetividades al contagio de los sentidos de la lucha que llevan adelante las mujeres. Se trata del compromiso compartido de lidiar contra las injusticias que resultan de la cultura patriarcal, del sueño -llámenlo utópico- de una sociedad en la que no quepan ni el sexismo ni la opresión, donde no nos obliguen a distinguir entre hombres y mujeres, ni se permita la abyección de quienes no se auto perciben en ninguno de estos rangos: normativos y autoritarios. El feminismo debe incluir a los varones que son aliados, y debe evitar hacer presunciones heteronormativas, tanto sobre el género como sobre la sexualidad (Butler, 2019).

El feminismo es goce pero, además, es expresión de dolor. A las jóvenes les duelen las muertes, sus cuerpos, su maternidad forzada, su relegamiento de todos los ámbitos de la vida. Les duelen los cuerpos acosados y abusados pese al NO. Les duelen quienes fueron despedidas de sus trabajos por mujeres, o por no sentirse mujeres ni hombres. Les duelen las que se llevaron y no volvieron -pero seguimos buscando-, las que ganan menos por la misma labor, las que les enajenan el cuerpo y el tiempo, la chica a quien el médico decide ligarle las trompas para que no se embarace más o el que se niega a ligárselas. Una muestra más de las tantas asimetrías de poder que operan en el sistema de salud y que claudican la posibilidad del ejercicio de los derechos sexuales y (no)reproductivos. Las desigualdades que atraviesan a las mujeres se materializan en la multiplicidad de formas bajo las cuales se vulnera su condición de sujetos.

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Las jóvenes -cuya unidad media entre el amor y el espanto- son el sujeto político de un nuevo cuerpo y sentir. Cada despliegue colectivo se ritualiza en cánticos, bailes y pieles pintadas, porque la sororidad es marea pero también es fuego, es parodia, es arte.

El feminismo es goce porque es cuerpo, y el cuerpo goza, desea, se excita, disfruta, pero también es objeto de precariedades, acoso, vejaciones y muerte. La sororidad y el cuidado mutuo, la política de los vínculos y la contención entre hermanas implican la búsqueda de una sociedad desjerarquizada y sin opresiones. Las jóvenes -cuya unidad media entre el amor y el espanto- son el sujeto político de un nuevo cuerpo y sentir. Cada despliegue colectivo se ritualiza en cánticos, bailes y pieles pintadas, porque la sororidad es marea pero también es fuego, es parodia, es arte. “El joven feminismo arde en los cuerpos”, “La historia se escribe en las calles”, observa Eleonor Faur (2018).

Según un mito oriental, un hilo rojo invisible conecta a las personas que están destinadas a encontrarse sin importar tiempo, lugar o circunstancias. Como en el feminismo, el hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.

Referencias

Alcaraz, M. (2018). ¡Que sea ley! La lucha de los feminismos por el aborto legal, Buenos Aires, Argentina: Marea Editorial.

Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Buenos Aires, Argentina: Paidós.

Butler, J.; Cano, V.; Fernández Cordero, L. (2019).Vidas en lucha, Buenos Aires, Argentina: Katz.

Bellucci, M. (2014). Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo, Buenos Aires, Argentina: Capital Intelectual.

Faur, E. (2018). Guerreras. Revista Anfibia, Buenos Aires: Universidad Nacional de San Martín.

hooks, bell. (2017). El feminismo es para todo el mundo, Madrid, España: Traficantes de Sueños.

Peker, L. (2018). Putita golosa. Por un feminismo del goce, Buenos Aires, Argentina: Galerna.

Segato, R. (2018). Contra-pedagogías de la crueldad, Buenos Aires, Argentina: Prometeo.

Woolf, V. (1993). Un Cuarto Propio, Santiago de Chile, Chile: Cuarto Propio.

Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM, de La Ventolera  y de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación  17 de octubre de 2019.

Sara Perrig

Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (UNGS-IDES). Licenciada en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Docente e investigadora del IAPCS-UNVM en los espacios curriculares “Historia Moderna y Contemporánea” y “Género y Ciencias Sociales”. Participó como asesora técnica y de posgrado en diversas universidades. Ha publicado artículos en revistas nacionales e internacionales sobre sus principales temas de estudio (historia política, género y feminismos), y ha sido conferencista y expositora en numerosas jornadas y eventos científicos.

Pablo Gudiño Bessone

Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (UNGS-IDES). Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el IAPCS/UNVM. Docente del Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales-UNVM, en los espacios curriculares “Sociología Política” y “Género y Ciencias Sociales”. Ha publicado en revistas nacionales e internacionales en temas vinculados a los debates sociopolíticos por la legalización del aborto en Argentina, el activismo religioso conservador,la bioética y los derechos sexuales y (no)reproductivos. Ha sido expositor y panelista en diversas jornadas y eventos científicos-académicos. 

Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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