Pintar, incesante espesura
En nuestro tiempo abundan las imágenes, aunque tal proliferación no supone una práctica de mirar extendida. ¿En qué consiste mirar? En el orden de lo visible abandonarse a una receptividad particular que convoca nervaduras del ojo, mixto de luz y sombra, fulguración interna. Alma, ojo -luego mano-.
La práctica de mirar se torna compleja cuando enfrenta la materia pictórica, gesto que insiste sobre una superficie, contacto espeso con una presencia absorta en su misterio. En la pintura, el surgimiento de formas sensibles en su apertura al mundo se suele mostrar como una sucesión de estilos, veladura del primitivo gesto de hacer estallar el sílex y dar a ver lo habitual extrañado.
En la imagen artística lo visible es reverso sensible del puente vibrátil entre alma, ojo y mano; corredor o vía hacia suntuosa selva, espesura de miradas donde coexiste lo impensado con la floración del color. En lo impensado está la pregunta por la pintura, fulgor de lo inútil, excepción pulsional, resto primitivo, o incandescente apetito.
En los estratos pictóricos que abre esta muestra el mundo se contrae y expande, incesante y espeso. Alma, ojo y mano de las que brotan intensas expediciones: orillas nocturnas de la visión, el vocabulario poético del interior, estepas geométricas y cónicas, el canto transparente en su devenir imagen, micro-acontecimientos que irrumpen en el borde, vestigios neutros de inscripciones de la materia, dibujos y diarios de textura impersonal, bosque de criaturas nunca vistas, el extravío en la abstracción del color.
Entre los proverbios del infierno de William Blake hay uno que dice: “El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”. La abundancia de imágenes de nuestro tiempo conduce a otro palacio, análogo a una sala de espejos, donde una serie de vistas uniformes aplana el espacio ilimitado. La persistencia de la pintura difiere del espejismo, el vértigo de la refracción, pues aloja una dimensión alterna y facetada que sospecha o puede entrever la apertura sensitiva a lo heterogéneo y particular.
Claudia Argüello (Córdoba capital, 1969)

Orilla nocturna
Las imágenes de Claudia Argüello parecen surgir de un fondo fantasmal que invoca la pincelada impresionista. El gesto artístico es quizás una invocación, un llamado y una cita. La voz secreta de la orilla nocturna atraviesa el ensueño de la materia y retorna en colores intensos.
El pasado de la pintura cita aquí el canto agónico de la historia. El tiempo es rayo fósil, incesante y relativo, cuando reúne miradas no contemporáneas.
Los tonos nocturnos revelan estallidos de la vegetación en la superficie de las pupilas, mientras el contorno líquido retiene presencias insensatas que aún no encuentran su forma.
Una imagen no contemporánea invoca el signo que la precede.
La materia vibra inmóvil con el ritmo fantasmal del pincel. El fondo de sombras es quizás la incógnita ofrecida. En un tiempo que parece anularse –nuestro tiempo entregado a la voracidad del usufructo– el fantasma indica una dislocación. En la inminencia de una aparición o re-aparición, la orilla de seda de un estanque revierte la alteración del tiempo.
Lourdes Miazzo (Sampacho, Cba. 1985)

El límite infinito
Los estudios de programación pictórica de Lourdes Miazzo me recuerdan los ejercicios de literatura potencial del grupo francés Oulipo. El grupo -fundado por Raymond Queneau y Francois Le Lionnais- encerró el lenguaje en un laberinto de procedimientos, estructuras y restricciones surgidos de la extravagante conjunción entre la literatura y la matemática. Con tales recursos la subjetividad -insólita araña- queda en suspenso, sostenida apenas por un hilo invisible.
Las obras de Lourdes están construidas a partir de tres elementos: punto de origen, forma de crecimiento, grado de variabilidad matiz-saturación. En las imágenes abstractas y geométricas conspiran la extrañeza subjetiva de las reglas con el programa que las realiza.
Las imágenes configuran un bosque simétrico y preciso, extensa estepa cónica o plana, cuyas aberturas y pliegues se abren a lo indeterminado del mundo.
El gesto y el signo concilian lo arcaico del laberinto con la anomalía del cyborg que colecciona estas piezas y las exhibe en la caverna fantástica de la técnica.
María Laura Mantoan (Huinca Renancó, Cba. 1981)

La significación de las cosas
En los interiores de María Laura Mantoan los habitantes se han retirado para dejar que los objetos exhiban su propio vocabulario poético. El sillón de dos cuerpos frente a la ventana, el escritorio con una silla apartada, una puerta entreabierta al dormitorio, los reflejos del día en un piso brillante, todos estos espacios parecen formar parte de un inventario que procura descubrir nuestro pacto singular con los objetos.
En los lugares donde se desarrollan las rutinas, y la vida se realiza, los enseres retienen algo demasiado humano. Se trata de un pacto sensible que cuando logra formularse es puro rastro, o eco del eco. En un poema Wallace Stevens escribe: “Esta es forma aferrando lo informal, / piel destellando hacia desapariciones deseadas”.
El interior es estuche que revela la sintaxis aleatoria del tiempo, transfiguración de espíritus amables o alienados en la absurda persistencia de los ornamentos. Aquí las perspectivas yuxtapuestas, los planos rebatidos, expresan su poética visual.
Martha Bonetto (James Craik, Cba. 1942)

El árbol de los pajaritos
El libro-objeto del artista chileno Juan Luis Martínez, La nueva novela, comienza con una serie de fragmentos sobre el lenguaje de los pájaros, guiado por los magníficos gurús de “la confabulación fonética”: Jean Pierre Brisset, Raymond Roussel y Marcel Duchamp. El libro explora los lindes del lenguaje, expone la fijeza del código, opera en la fluidez del signo.
En el instante donde el sentido se cancela se sitúa la potencia de los sonidos de la naturaleza y la particularidad del canto de los pájaros. Un lenguaje de signos transparentes, malla de un lenguaje vacío que incorpora el silencio, como parte del mensaje que la naturaleza se dirige a sí misma.
El árbol de pájaros de Martha es también un enunciado transparente. El ritmo de las pinceladas es posterior al sonido, mientras el canto inaudible sugiere el silencio interno que intensifica la percepción de la naturaleza. El gesto pájaro, signo que encierra su sentido: dar a ver la alegría sonora.
María Cecilia Picca (Córdoba capital, 1980)

Bordes
Para Alain Badiou Cuadrado blanco sobre fondo blanco de Malevich puede ser concebida como protocolo de un pensamiento sustractivo y no en tanto símbolo de la destrucción de la pintura. El dinamismo sensible del gesto que la acompaña exhibe “una diferencia mínima, pero absoluta”.
¿En qué consiste esa diferencia? En borrar la emergencia de todo contenido y establecer una distancia con lo real.
María Cecilia explora micro-acontecimientos en el espacio intersticial del borde. Así, el borde se torna proteico, captura un objeto inesperado, serpentea levemente en la superficie plana, o revoca la tiranía del centro.
El bastidor recubierto de acrílico desplaza la mirada hacia los límites, donde lo cerrado y lo abierto, lo completo y lo incompleto resultan conjeturales, o parte de una coartada perceptiva.
En la operación de borradura el límite vibra de luz hechizada. “Para escuchar el hálito de un día nuevo en el desierto. / Lávate el oído, borra los días antiguos, sólo así/ serás más sensible y más blanco”, dice un poema de Malevich.
Alicia Rodríguez (Córdoba capital, 1959)

Vestigios
En ciertos instantes inaprensibles la materia del mundo va dejando vestigios en la blanda membrana de nuestras percepciones. Ahí se aloja y permanece muda durante largo tiempo, como la ostra en lo profundo fabrica su perla, o la húmeda semilla cruje en el ensueño del fruto.
En las pinturas de Alicia Rodríguez relumbran percepciones remotas y su extraña persistencia. La perla o el fruto son aquí estrella recién cortada, polvo diseminado de la galaxia, mármol que permanece oculto.
En estas superficies hay una materia irreductible al sentido que nos devuelve el asombro más arcaico, neutro y concreto: hay mundo. Las superficies rugosas, algo manchadas, recorridas por vetas que irrigan el pulso de la materia, constatan el mundo disperso e infinito.
“Purificar las visiones hasta dejarlas limpias”, recomienda Lao Tse. Purificar la percepción hasta dejar aparecer el camino hacia la materia, parecen sugerir –en su muda contundencia– estas pinturas.
Silvina Moyano (Córdoba capital, 1966)

Movimiento que es apertura del tiempo
En el texto que acompaña esta muestra Silvina Moyano se hace una pregunta en apariencia sencilla pero compleja ¿Por qué regalar? El gesto de desprendimiento reconoce el tiempo de vida que se convirtió en imagen, color o forma, y aún así afirma la necesidad de donar las pinturas. ¿Se trata de un insólito Potlacht?
En la ceremonia del Potlacht los aborígenes de la costa del Pacífico Norte de Estados Unidos y Canadá realizaban un consumo y despilfarro desmedido de bienes con el propósito de exhibir cierto prestigio social. Silvina realiza algo muy diferente, libera a estas pinturas de la custodia propietaria, las convierte en índice de una experiencia posible, movimiento que es apertura del tiempo al extravío de su función social.
La pintura –como la poesía– no necesita justificarse. El fulgor de lo inútil rodea con un círculo mágico el acto creativo. En sus pinturas los personajes algo grotescos, o la fulgurante abstracción del color, hablan una lengua extranjera: se sustraen a la lógica mercantil y a la insensata servidumbre de la utilidad.
Paola Arpino (San Francisco, Cba. 1968)

Insomne nocturnus
Los dibujos, pinturas y diarios de Paola Arpino entrelazan una textura autobiográfica, aunque paradójicamente impersonal. Se podría pensar en notaciones de imágenes que retiene la memoria, o la tentativa de retener la visión fugaz de una atmósfera nimbada.
Así, el dibujo se torna una práctica en cuya potencia alumbra la posibilidad de emanciparse de lo subjetivo, lo propio, lo personal. La línea se desliza, es cadencia, ritmo, presión sobre el papel. Es una danza meditativa que inscribe el movimiento, o el lento destilado táctil del ojo que permaneció fijado a lo inasible.
Paola escribe sobre las nubes, dibuja el rosa, el lila y el azul, el rastro de un bosque, un precioso torso, el enigma del rostro, floraciones de tinta en continua emanación.
“Dibujar es descubrir” afirma John Berger. El aprendizaje de los trazos sobre el papel se erige, quizás, en la frontera entre lo experimentable y lo inexperimentable para recordarnos lo enigmático en el origen de lo visible.
Lu Martínez (Córdoba capital, 1981)

Mientras no está
En “Mientras no está” Lu Martínez nos invita a participar en un juego chamánico, en un acto de transmutación que disuelva la arbitraria frontera entre lo humano y lo animal. La ruptura de la máscara social, el reacomodamiento visual, la alteración de los esquemas perceptivos, la suspensión de la compleja malla que nos condiciona, es quizás el acto estético-político más difícil de alcanzar.
En las ontologías indígenas que estudia el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro, la separación entre humanos y no humanos se invierte y revierte nuestra mitología evolucionista. La animalidad no está en el pasado de la especie –o es una especie de fondo común–, sino que participa en la vida del espíritu que nombra “lo humano”.
El alma, el espíritu, o el psiquismo están en las contorsiones de una rama, en la mirada impasible de un animal, en el armonioso sonido de un arroyo. Si la remodelación perceptiva parece utópica, el arte es la cámara secreta que custodia los restos del pensamiento salvaje y Lu Martínez una bruja eminente.
Espesura fue una muestra que reunió la obra de nueve pintoras de la provincia de Córdoba y estuvo exhibida recientemente en el Espacio Cultural del Museo de las Mujeres de la provincia. El trabajo de las artistas estuvo acompañado por estos textos de Silvina Mercadal.
Fotos del Espacio Cultural Museo de las Mujeres y de Laura del Barco
19 de diciembre de 2019.

Silvina Mercadal
Nació en la ciudad de Córdoba en 1971. Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea (CEA-UNC), Licenciada en Comunicación Social (UNC). Profesora Adjunta del Instituto A. P. de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Villa María (IAPCS-UNVM). Es doctoranda en Comunicación Social (FCC-UNC). Ha publicado –además de varios libros de poesía–, artículos y capítulos de libros vinculados con políticas culturales, comunicación y arte.