Pandemia

Las vidas raras
por Noelia Mansilla

Hay una atmósfera enrarecida cuando de noche, regresando a mi casa, me desvío del camino habitual y doblo por una calle que en pocos segundos me deja expuesta a un barrio desconocido, a una ciudad nueva. Pienso: sólo un par de cuadras de diferencia entre un camino y otro nos pueden asombrar con objetos, paisajes y olores inéditos. ¿Esto siempre fue así o se acentúa ahora? Quizás las dos cosas.

Camino. Un bebé quiebra el bullicio del televisor con su llanto y a un par de casas más allá alguien cocina milanesas; el aroma persistirá más de dos metros de distancia.  Hay un edificio que nunca vi en su parte de atrás y que ahora estoy viendo. Pequeñas ventanas y luces me advierten de la existencia de los otros y en esta calle iluminada con postes de luz tenue y amarilla, no me siento sola, me siento alegremente rodeada. Así que sigo caminando y me divierto escuchando -o inventando que escucho- las vidas raras de los demás, como la mía, en plena pandemia mundial.

Hay una atmósfera enrarecida -también- que juega a ficcionalizar lo cotidiano en el podcast Otro día en el planeta cuarentena de la joven cordobesa Aylen Sol Ingaramo.

En la serie de cinco episodios, su palabra se mueve tejiendo varias voces y cada una, con su propio color y corporalidad, hace crecer la narración de un relato colectivo que nos propone reírnos de las rarezas que nos ocurrieron en este tiempo tan singular.

¿Cuántas duchas mirando un azulejo mantuvimos en lo que va de la pandemia? ¿Cuántos lugares de nuestras casas se vieron altamente (y hasta indiscretamente) resignificados, re-contra-mil habitados? En un dormitorio se duerme y se puede amar, sí, pero además se puede comer, se puede asistir a fiestas, se puede trabajar, se puede hacer terapia, se puede crear. Esto último hizo Aylen sentada en su cama con un grabador Tascam para ser la voz hiladora de los episodios que se publicarían en Spotify los domingos de mayo a la medianoche.

En un dormitorio se pueden hacer entrevistas, lo agrego a la lista mientras preparo el “set” y trato de que la cama no entre en el plano. Disfrazo el fondo con una planta. Del otro lado de la pantalla veo a Aylen (también en su dormitorio) conectada al Google Meet.

Yendo de la cama al living

“Después de entregar mi tesis, para mí se venían unas vacaciones. Las necesitaba. Y de repente tuve esas vacaciones,  pero encerrada en mi casa, donde todos los días eran más o menos iguales”, cuenta Aylen, y sin dudarlo agrega que su pequeña tragedia en cuarentena fue egresar en pandemia.

Solemos buscar y contar lo extravagante o lo extraordinario y, esta vez, a mí me parecía necesario crear una especie de registro oral de lo cotidiano.

Pequeñas tragedias es la temática del segundo capítulo del podcast. En uno de los relatos, alguien cuenta que se le rompió la bacha de la cocina y la imposibilidad –por el aislamiento- de que un plomero fuera a repararla. También que, tras quebrarse el único vaso que tenía en su casa, no le quedó más opción que empezar a usar la taza que le regaló un ex con el mensaje hoy es un buen día para sonreír.

Así, con la mirada puesta en las situaciones chiquitas y diarias, Otro día en el planeta cuarentena buscó registrar con humor algunas vivencias de la Fase 1 del aislamiento, cuando el virus COVID-19 irrumpió en nuestro lenguaje y nadie podía hacer mucho más que esperar en casa la próxima conferencia de prensa del presidente Alberto Fernández.

“En lo personal, la cuarentena me agarró en Córdoba, en el barrio Providencia. A pesar de la incertidumbre la vida siguió, creo que todes nos dimos cuenta de eso, y después de encontrarme en distintas situaciones con las mismas personas, en la misma casa, todo el tiempo, me surgieron las ganas de registrar lo cotidiano”.

El nombre del ciclo, cuenta Aylen, fue inspirado en el disco Otro día en el planeta Tierra, de la banda Intoxicados, y la atmósfera del registro se logró con música del multi-intrumentista argentino Axel Krygier. “Él genera escenarios y situaciones con sus composiciones, y cada una es una historia con principio y fin”, dice y añade: “su música te genera un poco la idea de ironía, de es por acá, pero no, entonces fue realmente clave la decisión de incluirlo en el podcast y generar un atmósfera de ficción con todo lo que nos pasaba”.

Aylen sostiene que, con la irrupción de la pandemia en nuestras vidas, el orden de prioridades se alternó inevitablemente. “En ese momento, lo que yo podía contar tenía que ver con lo que pasaba en mi casa, con mi perro, con las personas con las que estaba viviendo. Eso me parecía súper interesante y lindo porque a esas pequeñas situaciones, en otro momento, no las consideramos tanto”, dice.

“Solemos buscar y contar lo extravagante o lo extraordinario y, esta vez, a mí me parecía necesario crear una especie de registro oral de lo cotidiano”, agrega.

Para armar un podcast que diera cuenta de eso que le interesaba, Aylen cuenta que, de manera casi espontánea, realizó la convocatoria para recibir relatos a través de su cuenta personal de Instagram.

Al principio le llegaron audios de sus amigues, pero luego la propuesta fue captando el interés de otra gente no tan cercana, en algunos casos desconocida, que le escribía preguntándole cuándo salía el próximo episodio o mostrándose interesada en formar parte. 

“El hecho de que se sumara gente fue algo zarpado, porque era gente que no conocía que decía me da vergüenza hablar, nunca hice radio, no me gusta escucharme, pero quiero participar: mucha gente con ganas de contar”, dice.

Paredes delgadas como cartulinas y vecinos ruidosos, sueños eróticos con un Eminem del 2000, rollos de convivencia y madres agotadas, teorías conspirativas para buscar una respuesta posible a este mega flash de la pandemia y una canción sobre mirar con deseo el balcón son algunos de los condimentos que aparecen en la casa sonora de Otro día en el planeta cuarentena.

Al principio, allá por marzo, todo parecía estar bien, había mucha creatividad –bajate de ahí que te vas a caer Margarita, bajate de la mesa-, eso poco a poco se fue perdiendo, y bueno, llegó un punto en que todo eso no se hace más. En esta casa todo lo que son lápices, témperas, acuarelas, que al principio andaban por todos lados, desaparecieron misteriosamente, porque esta niña empezó a rayar, a pintar paredes, y primero se lo permitís, o la retás, pera ya llega un punto en que colapsás, directamente.

Así es mi vida, se escucha de fondo Masha y el oso y la niña que no para de hablar constantemente en su idioma Minions.

Audio/relato de Agostina en el Episodio 5: Rollos de convivencia

 “En cada capítulo siempre había alguien que lo guiaba por el lado del humor. Un elemento que te recordaba que la manera en que podíamos contar nuestras desgracias en cuarentena era riéndonos”, comenta Aylen.

El hecho de que, imprevistamente, el podcast dejara de realizarse luego del capítulo quinto, quizás sea una buena metáfora de cómo percibimos los días desde marzo del 2020. No sabemos muy bien cuándo se terminará la pandemia, cuándo saldremos a la calle y respiraremos el aire que estalla en nuestras caras al andar en bicicleta y no la tela del barbijo.

Así que, por ahora, el podcast quedó suspendido en el universo de Spotify. ¿Tendrá un final? ¿Hay uno posible para esta pandemia? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿La vacuna de los rusos nos hará comunistas? ¿Qué es la nueva normalidad? Quizás estas sean algunas de las preguntas que Aylen pueda respondernos desde su habitación, algún día, tejiendo nuevos relatos.

Mientras tanto, en compañía de su perro Oscar, aprovecha las tardes para pasear por los espacios verdes de su barrio, ahora que las nuevas habilitaciones nos permiten a todes circular más, salir un rato de nuestras casas y pensar en cada momento al sol como un pequeño convite de felicidad.

 

En esta nota

Aylen Sol Ingaramo es licenciada en Comunicación Social con Orientación Radiofónica en la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de la UNC. Habladora desde siempre, productora desde hace un tiempo. Radialista con orientación popular y podcastera. Trabaja en Radio Sur, emisora comunitaria de Villa el Libertador zona sur de Córdoba, forma parte de Cuarto de Música, productora de contenidos “multimillenials” y además ejerce como Community Manager. Manija de los registros, en sus diversos formatos, ante la constante e inminente posibilidad de que la vida se vuelva polvo de estrellas. Feminismo y perritos como gasolina en esta vida. 

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Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM.

Icono fecha publicación  23 de diciembre de 2020

Noelia Mansilla

Nació en Metán, Salta, en 1995. Trabaja como periodista y forma parte del área de prensa y comunicación del Colegio de Psicólogos Delegación Villa María. Coordinó talleres de extensión universitaria con temáticas vinculadas al género. Incursionó en la radio como productora, conductora y columnista. Es cancionista y lectora. Actualmente vive en Villa María, Córdoba, con su amiga Sila y un gato llamado Wachi.

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Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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