Libro

Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder
por Eleonora González Capria
Como ya se nos anticipa desde el título, el yo lírico de Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder, de Carina Sedevich [1], vive un poco en las películas y las imágenes, toma fragmentos de acá y allá que dan forma a su propia unidad: una cartografía particular, hecha de intertextos que lo complementan y lo expanden. El libro es un laberinto de referencias donde es posible perderse y encontrarse, y se puede elegir el camino por tomar, más o menos enciclopédico.

Yo, cinéfila pero de todos modos extranjera en este mapa, voy cómoda por algunas calles y en otras me dejo llevar como turista por el paisaje, siguiendo este apellido pintoresco o aquella película que siempre me prometí ver y nunca vi. Los cineastas, sin importar su origen ni el género cinematográfico de su preferencia, parecen aparecerse en los poemas para enunciar mínimas perlas de un saber arcano y sentencioso. Hay conocimientos filosóficos en juego en el libro. Y nosotros lectores aprendemos cosas, sean verídicas o ficcionales: según se nos dice, para Fassbinder rodar sobre un tema absoluto, sin final, era la única manera decente de vivir, para Béla Tarr lo único que pasa es el tiempo, según Tarantino la cámara fue hecha para mostrar a gente matándose y besándose, y según Herzog, mi favorito del grupo, los hechos no pueden dar la clase de iluminación de donde emerge la verdad.

Los poemas breves, demás está decirlo, no son haikus, pero sí se aproximan al haiku en un punto, tal vez con ese mecanismo que usaron los poetas modernistas estadounidenses, los imagistas, para traer esta forma tradicional a Occidente: se nos escatiman los nexos lógicos que conectan dos elementos del poema. Suele suceder que una escena concreta, de la vida cotidiana, se articule, gracias a hilos invisibles, con un elemento de otro orden. Nosotres les lectores tenemos que reconstruir la relación. A veces lo que conecta es un elemento literalmente hablando, como el agua, en “Kárhozat o La condena”, que pasa de la lluvia, al pelo húmedo, a la bebida, al yo lírico que se ahoga, en un camino sinuoso que sale de la pantalla para anclarse en la vida real. Esa yuxtaposición de elementos, además de exigirnos una intervención activa, nos deja inmersas en el desconcierto, en la meditación, muchas veces en la fascinación

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Suele suceder que una escena concreta, de la vida cotidiana, se articule, gracias a hilos invisibles, con un elemento de otro orden. Esa yuxtaposición de elementos, además de exigirnos una intervención activa, nos deja inmersas en el desconcierto, en la meditación, muchas veces en la fascinación.

Me gustaría decir que son fotogramas estos pequeños poemas rectangulares que van dibujando un movimiento a medida que se pasan las páginas. Pero en realidad más bien son escenas que componen secuencias unidas por algún medio del montaje, para expresar lo mismo que dije antes pero en el lenguaje del cine.

Sin embargo, a pesar de que asociamos el cine con la imagen en acción, la mirada en el libro es más bien sinestésica. Es cierto que se oyen grillos, al menos en un par de poemas, protagonistas asiduos de la poética bucólica, tradicional. Pero en estos poemas los sonidos tienen colores. El sonido puede ser espeso y gris, complejo como el mar, el ruido puede ser blanco incluso. Creo que la clave igual está en el siguiente verso, que habla de Kárhozat: “Cada película del húngaro es una caja de música”. Y los poemas también funcionan así, a oído.

Y no es de extrañar, si pensamos que este es un libro que dialoga con un arte audiovisual. Acá donde solo disponemos de la imagen o del sonido, según lo que entendamos por poesía, la autora restaura imágenes sonoras. Para hablar del sonido y hacernos conscientes del ritmo en la lectura, también se tematiza el silencio, aunque no se explore, por ejemplo, el cine mudo. Y las voces de los poetas invocados, como Kaminsky, que quedó sordo a los 4 años, afirman que el silencio es eso que inventaron los que escuchan.

Volviendo al punto de partida para terminar con esta lectura breve,  que no quiere aburrir pero no quiere decir poco sobre un libro que invita a tanto, mientras leía me preguntaba cómo serían estos poemas a mis ojos si hubiera visto todas las películas que se mencionan. Qué pasaría si yo fuera la lectora perfecta, la lectora con la brújula capaz de recuperar cada referencia y cada alusión. No sé si es uno de los propósitos secretos de Cuando la muerte sorprendió a Fassbinder, pero confieso que tomé nota y que hice listas, y que pienso ver todas las películas que me prometí ver y nunca vi para volver a leer este libro con nuevos ojos a ver a dónde me lleva la próxima vez.

Nota al pie

[1] El libro fue ilustrado por María Alicia Favot y editado por Tanta Ceniza Editora en 2020. El presente texto fue leído por su autora durante la presentación del libro.

Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM.

Icono fecha publicación   25 de marzo de 2021

Eleonora González Capria

Es licenciada en Letras (UBA) y traductora literaria y técnico-científica en inglés (IESLV JRF). Es profesora de traducción literaria (IESLV JRF) y dicta el seminario de posgrado “Traducción de Narrativa” (CETRALIT, FFyL, UBA). Traduce del inglés y del italiano, escribe, lee y corrige para editoriales argentinas, estadounidenses y españolas, entre ellas, Loqueleo-Santillana, Norma-Kapelusz, Urano, Zindo & Gafuri, Kriller71 y Eterna Cadencia. Además, integra el equipo de dirección de la revista Hablar de Poesía, dedicada a la crítica, difusión y traducción de poesía. En 2016, fue becaria residente del Centro Internacional de Traducción Literaria de Banff, Canadá. En 2018, fue invitada al Centro Internacional de Traducción de la Universidad de Norwich, Gran Bretaña. Ese mismo año, su labor fue reconocida con una mención en la categoría «Traducción» del Premio Destacados 2017 de ALIJA. En 2019 fue seleccionada becaria Looren.

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Universidad Nacional de Villa María

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ISSN 2618-5040

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