Corría el año 2012 y un grupo de mujeres movilizadas por la música, el canto y el encuentro decidimos comenzar a trazar los inicios de lo que a los pocos meses llamaríamos La Colmena.
En una reunión de verano entre mates y budines, mediante cantos de cuecas, vidalas y aires africanos empezaba a esbozarse una lista de los títulos de las primeras canciones del repertorio del folclore latinoamericano que elegimos. Algunas traíamos listas personales con canciones que nos atravesaban y que imaginábamos saliendo de nuestras bocas; otras teníamos en nuestra cajita musical canciones compartidas y ya arregladas esperando cobrar vida por este nuevo grupo que se estaba gestando sin rumbo predeterminado, pero con un timón manejado por muchas manos de mujeres.
El trabajo comenzó a organizarse. Teníamos que hacer nuestros primeros arreglos, pero todavía no encontrábamos un día en el que coincidiéramos todas, entonces la decisión fue juntarnos de a grupos reducidos para hacer cada grupo el arreglo de una canción. Llegó el momento en que las canciones ya estaban elegidas y arregladas, pero faltaba un encuentro para poder mostrarlas al resto del grupo y empezar a apreciar, a través de las voces, lo que cada una tenía adentro para compartir y así poder ensamblarnos. Cuando finalmente pudimos concretar ese encuentro, cada voz se encontró con las otras dando las primeras puntadas de este tejido de colores que avanza y crece en todas sus dimensiones.
Seguimos trabajando: fijamos un día de ensayo, dispusimos de una sala, repartimos el repertorio para ser arreglado, nos formamos en diferentes áreas musicales y escénicas, visualizamos y produjimos nuestras primeras presentaciones, invitamos a amistades que admiramos, artistas cercanos, artistas que nos encontrábamos en el camino. ¿Nuestro motor? Las ganas y el deseo de cantar juntas.

La Colmena se formó frente a la necesidad de cada una de nosotras de construir y continuar con un proyecto vocal de mujeres. Veníamos de atravesar experiencias en diferentes talleres y nos encontramos en este espacio para profundizar el aprendizaje que cada una traía. Así nos animamos a crear una fórmula vocal nueva y femenina. Desde el principio, sin ponerlo en palabras explícitas, apostamos a construir un trabajo colectivo y horizontal.
Creemos que el trabajo colectivo tiene un carácter dinámico constante, porque el colectivo está constituido por personas. Personas con sus propias historias, deseos, emociones, gustos y situaciones que las atraviesan. Nuestro funcionamiento horizontal está dado por diferentes variables. Por un lado, no contamos con una única persona que tome las decisiones, tampoco que arregle las canciones. La organización que hoy tenemos no es la que teníamos años anteriores y seguro no será la que tendremos en unos años a futuro, porque la fuimos construyendo de acuerdo a la experiencia y a las necesidades que La Colmena nos trajo como grupo.
El trabajo colectivo se basa en instancias de diálogo y comunicación y en delegar roles que rotan por propia voluntad de ser tomados. Es una construcción del día a día, que no es simple ni siempre es equitativa, pero que ponemos en constante revisión. Se prueba y se avanza conforme a las decisiones que encontramos entre todas. Elegimos el repertorio dentro de una lista larga de propuestas de todas. Elegimos participar en causas sociales y políticas porque estamos atravesadas por la realidad. Construimos posturas por nuestro percibimiento como mujeres y nos unimos a las luchas que los colectivos feministas proponen. Compartimos formaciones artísticas, compartimos encuentros, mates, recetas, consejos, crianzas porque nos une un vínculo de amor y respeto.
Cantar con otras mujeres es entregarse una misma para ser parte de algo mayor. Cantar con mujeres es abrazarse, unirse y animarse; es energía, emoción y reflejo.
Como todo colectivo de trabajo, el nuestro tiene el condimento atractivo de la heterogeneidad de sus integrantes. Docentes, historiadora, economista, psicóloga, actriz, profesora de artes, kinesióloga, estudiantes de áreas sociales, además de músicas, integran este proyecto. Con todo este bagaje formamos La Colmena y aprovechamos todas las experiencias desde todas esas áreas para profundizar nuestro hacer. Lejos de limitarnos a lo meramente musical, construimos desde todo lo que nos atraviesa, poniéndolo al servicio de nuestra tarea, el servicio de cantar.
Como en todo espacio que se propone ser horizontal, mucho del tiempo disponible en conjunto se asigna en gran parte a la reflexión, a las charlas, los acuerdos. Si bien en nuestro caso surgió así desde los inicios, no fueron pocas las veces que sentimos que tanto debate quitaba energías para trabajar en lo artístico. Pasados los años, supimos entender que esos momentos de puesta en común fueron y son tan necesarios para avanzar en lo musical como los propios ensayos, porque nos permitieron madurar ciertos temas y llegar casi siempre a una postura grupal que hiciera a la identidad del grupo. Esto no significa que todas estemos de acuerdo en todo siempre. Muchas veces alguna cederá, o por lo menos, entenderá los motivos de una decisión. Cada decisión, por pequeña o grande que sea, representa al colectivo en el cual nos sentimos contenidas, porque es producto de una instancia a la que cada una aportó desde su visión. Y a eso lo sabemos todas.
Generalmente a fin de año hacemos un balance de lo hecho, lo logrado, lo que podríamos hacer de otra manera, pensamos también en lo que viene, o en lo que queremos que venga, intentando encontrar los puntos en común, y luego pensamos en cómo llevarlo a la práctica. También se da casi siempre a mitad de un año un balance de cómo vienen los objetivos, cómo están sucediendo, un ajuste de timón si queremos virar para otro lado, siempre con un margen de flexibilidad a mano. Esa flexibilidad, que no podría estar sin que exista una identidad que nos ancle de alguna manera, permite que podamos modificar sobre lo ya construido sin necesidad de cuestionar lo esencial, lo que ya es.
Desde el comienzo el objetivo del grupo fue artístico. Entendemos que el arte es también un trabajo, y sabiendo que un grupo tan numeroso sería de muy difícil rentabilidad, elegimos desde un principio realizar nuestro trabajo ad honorem. Este es un proyecto que nunca fue pensado desde una búsqueda económica. Sí buscamos que se autosustente a través de los ingresos que se puedan generar mediante presentaciones, subsidios y demás, siempre sabiendo que todo ello implica mucho más trabajo por fuera de los ensayos.
Así fueron surgiendo las diferentes comisiones, integradas por nosotras mismas, algunas permanentes, otras temporales, por necesidades puntuales, con roles rotativos. Comisiones que se fueron formando según el contexto lo iba pidiendo. Algunas de efímera duración para cuestiones puntuales, otras transversales a todo el trabajo. En la mayoría de las comisiones se establecen roles rotativos de personas de participación voluntaria en las diversas tareas, de manera tal que se ven reflejadas las múltiples formas de ver y trabajar, aprovechando las distintas virtudes y capacidades que hay en un grupo tan grande.
El espacio de las comisiones, si bien es resolutivo, tiene también un componente importante de confianza grupal. Generalmente se crea una comisión cuando surge la necesidad de nuclear toda la información sobre alguna cuestión que ya viene dando vueltas, como una fecha próxima, un subsidio, etc. Se charla en el ensayo sobre qué necesitamos de esa comisión, se ofrecen quiénes quieren o pueden ocuparse, y luego el resto del grupo suelta el tema y confía en la resolución, en el trabajo que hay detrás y en la comunicación fluida de la situación al resto del grupo.

La Colmena, como familia musical, decidimos con el paso del tiempo que queríamos incorporar más integrantes a las voces como también expandir el proyecto incorporando percusionistas profesionales. No fue una decisión sencilla, se mencionó y sobrevoló el tema durante al menos dos años sin poder llegar a conclusiones, entendiendo que todavía no estaban dadas las condiciones y no había que forzarlo. Mucho tuvo que ver en esto el querer cuidar la red armoniosa y compañera que veníamos construyendo.
Con paciencia maduramos la idea, hasta que por fin se abrió el grupo a la posibilidad no sólo de incorporar a esas nuevas mujeres sino también la de que el proyecto cambiara en su forma de trabajo en base al aporte que ellas trajeran. Asimismo fue importante el trabajo a la inversa, el de las nuevas compañeras, el poder recibir, adaptarse y sentirse parte. Fue una experiencia muy intensa, que, sin duda, sumó muchísimo al grupo tanto a nivel humano como musical, trayendo aire fresco y proponiendo otras miradas sobre las formas establecidas de trabajo que teníamos. Las incorporaciones generaron nuevos cimientos que nos posibilitaron preguntarnos, reflexionar, adaptar, cambiar, crecer y volver a sembrar en el camino en donde siempre estamos aprendiendo y fusionándonos.
Luego de experimentar varios años entre diferentes formas de crear nuestros arreglos de manera colectiva, varias personas y otros colectivos musicales se acercaron a preguntarnos qué formación teníamos o en qué nos basábamos para arreglar las canciones. Así fue surgiendo la idea de generar un taller donde pudiéramos compartir maneras de trabajar desde lo espontáneo, lo intuitivo y, sobre todo, desde lo grupal. Romper esa hegemonía del artista que busca el éxito en su creación individual, poder proponer, improvisar, jugar, sin miedo al error, en un marco donde sólo se necesitan las herramientas del cuerpo y la voz, y estar presentes para poder conectarnos con les otres. Sirviéndonos de la experiencia en la docencia de varias compañeras fue tomando forma este taller, que siempre sigue en revisión, como casi todo lo que hacemos. También empezaron a pedirnos los arreglos que interpretamos y armamos, y así decidimos comenzar a compartirlos, a hacer que circulen de forma libre para que viajen por el mundo.
El proyecto fue creciendo en número de integrantes, en posibilidades de expandir horizontes, y sentimos la necesidad de incorporar el sonido amplificado fijo en nuestras presentaciones. Para ello elegimos comenzar a trabajar con una sonidista que se incorporara como una integrante más, que conociera nuestra búsqueda sonora, que reflejara eso que veníamos transmitiendo en nuestros shows, la mayoría acústicos. Así convocamos a Luciana Braga. Su cuidado trabajo y dedicación hizo que empezáramos a tocar en escenarios más grandes y para mayor cantidad de público, a la vez que nos presentó un nuevo desafío de aprendizaje grupal.
Otra consecuencia de esa necesidad de expandir horizontes fue la decisión de buscar una mánager, alguien que se encargara de muchas de las tareas extramusicales de producción, logística y organización que implica un trabajo autogestivo. Y elegimos a Cecilia Maneiro para que nos acompañara en esta etapa de crecimiento. Ella supo entender la identidad que tenemos como grupo, acoplarse a este tren en marcha y potenciar nuestro trabajo. Organizó, entre otras fechas, una gira por México que fue un disfrute total y una experiencia increíble.

Que sea un ensamble sólo de mujeres es una propuesta que nos antecede. Cantar con otras mujeres es entregarse una misma para ser parte de algo mayor. Cantar con otras mujeres es abrazarse, unirse, entregarse y animarse; es energía, emoción y reflejo. Es confiar, soltar y dejar soltar a otras; acompañar con amor cada proceso y crecimiento, hacer de cada una lo mejor en grupo. Es aprender a construir dejando de lado la vanidad, el egoísmo, la competencia. Es sentirse cómoda.
Cantar es poner en melodía el propio sentir y la propia emoción. Hacerlo en grupo es volverlo discurso, plasmarlo al presente. Hacerlo entre mujeres es una decisión desde la cual nos paramos.
Integran La Colmena: Sol Belous – Tamara Bregman – Felicitas Camardón – Sofía Carelli – Inés Crespo – Eva Cuevas – Ludmila Gallardo – Laura Migliorisi – Victoria Moscatelli – Karen Ocampo – Lucía Pereyra – Lucía Pinto – Nadia Puértolas – Pía Sicardi – Mirian Spinelli – Luna Sujatovich – Wanda Wechsler
Fotos de portada y de cierre de Lucía Pietro. Otras fotos y videos de sitios públicos de internet.
17 de junio de 2021

Mirian Spinelli
Es música, cantora y profesora de canto. Formó parte de diversas agrupaciones musicales abarcando distintos géneros. Es integrante de La Colmena, ensamble de mujeres que lleva nueve años de trabajo colectivo, donde canta, toca percusión y también se desempeña como arregladora y productora, al igual que todas sus compañeras. Es instrumentista de la comparsa de candombe estilo uruguayo Raíces del Sur. Participa de varios espacios de exploración y formación en ritmos latinoamericanos y de raíz afro. Trabaja desde hace quince años dando clases de música y canto a personas adultas y niños. También realiza talleres de ensamble vocal.

Lucía Pereyra
Es música y economista con especialización en economía social y popular. Nacida en Buenos Aires y de raíces riojanas. Mamá de Benjamín. Forma parte de La Colmena, ensamble de mujeres que lleva nueve años de trabajo colectivo, donde canta, toca percusión y también se desempeña como arregladora y productora, al igual que todas sus compañeras. Es colaboradora en Abuelas de Plaza de Mayo desde hace más de diez años.