En la búsqueda de un río
Hay una inscripción hecha por una mano. Con el tiempo llega a ser un surco en la tierra. Agua y luz necesita para seguir creciendo. Otras manos también para ser más profunda. Si se cultiva, si se abraza y fortalece el conocimiento, tal vez llegue a un río. La corriente de una fuerza inimaginable, ancestral. Lo que apenas era una huella ahora se une a un viaje único, luminoso, vivo de presencias.
Esta imagen puede ser un sueño hecho palabra. Y de una palabra esculpida todos los días nació la editorial artesanal El Vendedor de Tierra.
Pusimos obsesiones, empeños e intentos para sumarnos a una concepción distinta de los vínculos y de las formas de producción que hacen al trabajo editorial.
El 31 de agosto de 2018, en La Casa del Árbol, en la Ciudad de Buenos Aires, junto a María Luján Ochoa presentamos los dos primeros títulos de nuestro proyecto: la novela en verso El increíble viaje de Plauto, de Alberto Tasso, y El deslumbre, de mi autoría.
Ese no fue el comienzo, sino la continuación. Antes: las ideas, los insomnios, los borradores, las pruebas, las formas de bosquejar para llegar a una tentativa de inicio de una editorial artesanal. Trabajamos desde el primer paso con Luján en dar nuestra mirada sobre la poesía y los libros. Pero también pusimos obsesiones, empeños e intentos para sumarnos a una concepción distinta de los vínculos y de las formas de producción que hacen al trabajo editorial.
El Vendedor de Tierra asume riesgos en invertir en los libros que elige, pero en cada uno también celebra la aparición de un acontecimiento luminoso. No le cobra a sus autoras ni autores. Como dice Eric Schierloh, los clientes son los lectores, no los autores. Imprimimos lo que cada proyecto necesita; no apilamos cajas en un depósito. Acompañamos a todos los títulos en su propia odisea: los difundimos, los promocionamos, usamos redes, vamos a ferias, nos encontramos con los lectores. Hacemos envíos por correo postal. Aprovechamos todos los canales posibles para que circulen los ejemplares de nuestra pequeña, hogareña y querida editorial artesanal.

Buscamos a quienes queremos publicar. A veces, también, se nos acercan con una propuesta. Si estamos encarrilados en una misma idea y sensibilidad, si nos entusiasma lo que vemos y leemos; si ese libro nos parte la cabeza, surge una experiencia increíble: es única, es nuestra, es colectiva, habla de nosotros y por nosotros. Nos subimos al viaje de un texto escrito por otro, otra u otre. Le damos un marco. Creamos un artefacto.
Nuestros libros están hechos a mano, impresos a láser, en cuadernillos plegados, cosidos, perforados, refilados, numerados y con señaladores, que se reimprimen según la demanda, en tiradas que van desde los 25 a los 50 ejemplares, en distintos formatos.

Luján, en su casa de Balvanera, pasa a diseñar, maquetar e ilustrar -¡y, a veces, hasta encuadernar!- cada uno de los títulos. Compartimos las versiones. Marcamos, corregimos, cambiamos. Advertimos ausencias o presencias innecesarias. Vamos de mano en mano con las autoras o los autores hasta que llegamos a un punto en que está todo listo para imprimir.
Existe un ida y vuelta muy enriquecedor cuando abordamos con Luján los momentos de elegir los colores de las tapas y de las guardas; y también cuando ella se mete de lleno en las ilustraciones, siempre tan delicadas y en el corazón mismo de la palabra ofrecida. Es oficio de hormiga, de caminante, de ir descubriendo zonas, ambientes, texturas. Cada color completa nuestro jardín con los pigmentos que nos deja la experiencia.

En mi taller ubicado en Florida, Vicente López, provincia de Buenos Aires, una impresora hogareña empieza a imprimir las páginas impares. Al otro día, las pares. Ya están dispuestas todas las herramientas para que encuaderne cada ejemplar. Es como dice el final de los colofones en nuestros libros: “Todos los materiales que los componen –cartón, papel, tela, hilo, tintas y goma- ya forman parte de un mismo objeto poético”. En ese espacio suele estar mi compañera de vida, Luciana, que ayuda a leer, cortar y ver. También a trazar líneas con lápiz. A florecer el camino.
Además de los dos libros mencionados, el catálogo de El Vendedor de Tierra está compuesto por #ProyectoRegen, de varios autores (en homenaje al poeta salteño Jacobo Regen); Abrigo, de Claudia Masin; Poemas sobre toro, de Luciana Ravazzani –textos- y Luján Ochoa –ilustraciones-; y maleza, de Federico de la Riva. En la edición de este año de la Feria de Editores (FED), que se va a realizar a cielo abierto entre el 1 y 3 de octubre, vamos a presentar tres novedades: Casa de citas, de Martha Mega; La canción de Meteora, de Macarena Trigo; y Durián, de Leopoldo “Teuco” Castilla.

El nombre de El Vendedor de Tierra se debe a un libro y poema de Jacobo Regen. Un ejemplar de ese título estaba en la biblioteca de mi madre. De niño descubrí en esas primeras lecturas tantísimas preguntas que hoy me siguen habitando, dando saltos al vacío en la poesía. Construir una editorial artesanal es en abrazo y reunión. Es también con otras editoriales hermanas y de ruta. Así crecemos y enriquecemos. Por eso integramos el colectivo La Gráfica que Habla junto a Kalos, Charco y Amauta & Yaguar.
Pero esto –como ya escribí- es una continuación. En el principio, sucedió una revista de poesía, entre 1995 y 2020. Fue la primera piel de El Vendedor de Tierra. Hoy, vamos volviendo de un horizonte construyendo otro. Una editorial, a mano, que camina, dejando su huella, buscando un río.
Fotos de El Vendedor de Tierra y de Carlos Suter.
30 de septiembre de 2021

Alejo González Prandi
Nace en Buenos Aires, en 1974. Es poeta, periodista, editor y encuadernador artesanal. Coordina talleres de poesía y escritura. Junto a María Luján Ochoa, dirige la editorial artesanal El Vendedor de Tierra. Publicó tres libros: El deshoje (2007), No hay medida (2012) y El deslumbre (2018). Tiene una novela inédita.