No es una novedad que la idea de libertad haya sido capturada por el Estado y el capital, laboratorios globales de producción de subjetividad (Chignola, S. Mezzadra, S. 2020), para hegemonizarla en términos financiarizados y emprendedoristas. Tampoco es una novedad que en ese proceso las izquierdas hayan perdido (hasta el momento) la disputa por dicha palabra y los intentos por recuperarla no hayan logrado instalar otra sensibilidad. Como sugiere Quentin Skinner (2005) se trata de un concepto que ha jugado distintos papeles a lo largo de la historia, por lo tanto, reúne varias ideas simultáneamente.
Pero el advenimiento de una gubernamentalidad múltiple sobre las corporalidades, que articula conflictivamente un modelo de subjetivación emprendedor (Bröckling, U. 2015) con la financiarización de la vida privada [1], la capilarización biopolítica del endeudamiento [2] con un diagrama desigualmente posfordista de la producción, y diversos sets estatales y paraestatales de necro-políticas que gestionan y explotan fronteras (pienso en los trabajos de Gloria Anzaldúa, Achille Mbembe y Loïc Wacquant) para conectar diversas geografías con las violencias de la acumulación capitalista en el marco de nuevos y viejos imperialismos (la obra de David Harvey ilustra este pasaje), han empobrecido ferozmente nuestros mapas cognitivos. Eso que llamamos neoliberalismo trastocó profundamente las categorías políticas de la modernidad, entre ellas la idea de libertad, transformándola en una tecnología de control a distancia. Si para ello resultó fundamental contar con ciertos dispositivos ideológicos, tal como la literatura de autoayuda financiera a lo Kiyosaki (y anteriormente el management, como dieron cuenta Boltanski y Chiapello o Zangaro), hoy la libertad financiera es retomada y relanzada por discursos bitcoiners y criptomonetarios. En esta colaboración para Ardea, exploro ambas modalidades.
A Padre rico, Padre pobre, el best seller del gurú Robert Kiyosaki, es posible considerarlo un artefacto cultural en tanto supo condensar todo un ideario de reglas, técnicas y estrategias necesarias para relanzar formas de compromiso de lxs trabajadores con el capital de manera compatible con el diagrama social posbienestarista. Con millones de copias vendidas en todo el mundo desde su publicación en 1997, el texto quizá sea la formulación más exitosa y popular de cómo transformarse y auto-conducirse hacia el arquetipo del empresario de sí que detectó Foucault. Ergo, ¿cómo opera allí el sintagma “libertad financiera”? Uno de los estudios más importantes al respecto es la etnografía del sociólogo argentino Daniel Fridman, traducida al español bajo el título de El sueño de vivir sin trabajar (2019). El autor sostiene que una de las claves de la autoayuda financiera es poner el acento no tanto en la capacidad de ganar dinero sino en la transformación de nuestra relación con dicha mercancía para ponerla a “trabajar para nosotrxs”. Libertad financiera es, en parte, despegarse de los vaivenes del dinero y para ello la sugerencia de esta especie de terapia neoliberal es siempre auto-examinarse y trabajar sobre la propia interioridad del sujeto para construirnos como emprendedores. Es decir, primero la “libertad interna” para luego alcanzar con el tiempo la riqueza. El esquema se completa en una tríada formada tanto por una autonomía (a alcanzar) de las instituciones colectivas como de los propios miedos y debilidades y se fundamenta en diagnósticos de nuestra época en apariencia autoevidentes y en herramientas de cálculo pretendidas como meramente técnicas o neutrales.
Los estudios que problematizaron el emprendedorismo (entre ellos el de Fridman) señalaron varios nudos a deconstruir con respecto al concepto, entre ellos: la postulación como paradigma de política pública para mitigar aquellos problemas que acucian al mundo del trabajo en países subdesarrollados (desempleo estructural y pobreza) en tanto es un modo de socializar costos y perpetuar la desigualdad; los postulados ontológicos y políticos que sostienen sus diagnósticos por desplegar estereotipos y visiones de los procesos sociales reñidas con la producción de conocimiento científico en Ciencias Sociales; su pretensión explícita de una estandarización capitalista de lo que significa vivir con otrxs e “implícita” de desacoplar dominación de coacción como también el “privatismo cívico” al que se suele apelar.

Ahora bien, las palabras están hechas de los desplazamientos semánticos de una época, por lo que el hecho social de un mercado de criptomonedas presenta la ocasión para explorar qué otra micropolítica se puede estar escribiendo bajo la “sacrosanta” libertad financiera. El contexto internacional es de crisis, tenemos no sólo varios conflictos bélicos en marcha sino otros tantos en estado de latencia, mercados cayendo o en estado de suma fragilidad, índices de inflación que no dan tregua. Bitcoin (BTC) no fue ajeno a este escenario: ha concluido su ciclo alcista y su precio se redujo por el momento en un 70% aproximadamente, mientras que otros criptoactivos cayeron entre el 70 y 90%. Un panorama complejo al que debemos sumarle la “corrida bancaria” a Terraforms Labs en mayo, que dejó el precio de su criptomoneda LUNA y su stablecoin algorítmica UST en cero (lo que produjo una crisis de confianza que afectó al mundo cripto sensiblemente); la quiebra de Celsius y Voyager; un historial importante de hackeos a otras redes como el sufrido por Axie Infinity o el de billeteras en la red Solana; la estafa del protocolo de mercados automáticos SudoRare (robo de grandes fondos e inmediata desaparición de internet de sus servicios y cuentas) y las incertidumbres propias post “the merge” de Ethereum: el cambio de su sistema operativo abandonando la minería de criptomonedas tal como se la conoce.
Pero pensar estos procesos como parte de un engaño, lugar común y epistemológicamente perezoso si lo hay, imposibilita abrir al escrutinio estas arquitecturas financieras. Basta con recordar que también se opera a la baja y un ciclo bajista no impide que ocurran variados aumentos de precio. Se pueden realizar arbitrajes financieros, los “rulos” son una realidad y tanto la obtención de diferentes rendimientos en protocolos de finanzas descentralizadas (DeFi) como el resguardo con criptomonedas estables (dólares cripto, por ejemplo) están a la orden del día. Y como muchxs hacen, acumular barato en estos periodos BTC u otras para tomar ganancias en el próximo Bull Run. Además, si bien no es sencillo, del “tradeo” en criptos al de mercados tradicionales los pasos pueden ser muy pocos y comparten flexibilidad horaria. Aun así, la realidad es que nadie tiene una bola de cristal. Son también momentos en que no pocos desisten y venden en pérdida. Entonces, aquí ¿por dónde pasa la recuperación del concepto de libertad?
En el ecosistema bitcoiner lo que articula la pluralidad de intereses es una espectralidad de libertad que reniega de los límites de una otredad cargada como moralmente negativa y hace del mercado la pura mediación.
En una mirada atenta al criptomercado se puede encontrar que la valoración sobre la retórica del “sé tu propio jefe” tiene diversos matices y ambigüedades, pero la balanza se inclina definitivamente por la negativa en cuanto a esquemas piramidales, los denominados “Ponzi”, se refiere. Ya sea bajo el formato de academias de trading, holding de inversiones o plataformas de compra y venta de criptoactivos, es justamente de la intromisión de lógicas piramidales en el ecosistema y sus mímicas autoempresariales que lxs bitcoiners buscan diferenciarse. Sin embargo, su diferencia no se basa solamente en detectar una estafa, hay una sobre-determinación discursiva que aporta un “plus”. En el equipo de investigación Actores sociopolíticos de Córdoba: transformaciones y continuidades ideológicas bajo el signo neoliberal (Universidad Nacional de Villa María), hemos abierto un espacio de indagación en torno a la referencia empírica de Bitcoin, para lo cual entrevistamos a más de una decena de diferentes usuarixs del mercado durante el año 2021 con un instrumento metodológico basado en la Teoría Política del Discurso.

En el transcurso de las entrevistas, unx de lxs participantes de la muestra esgrimió diferenciándose de las organizaciones piramidales: “vos con Bitcoin no necesitás de nadie para poder usarlo”. Otrx repetidamente sostuvo que con BTC “no se necesita pedir permiso a nadie”. Y la lista de referencias sigue. El punto en todo caso está en la idea de “descentralización” y en cómo ella da sentido a todo el ambiente. Pero ¿qué significa? Ante todo, se trata para estas personas de un paradigma basado en la posibilidad técnica que otorgan las criptomonedas de imprimir dinero por fuera del monopolio estatal y de crear instrumentos financieros al margen de los mercados tradicionales, por ende, sin la arbitrariedad de un ente centralizado, en especial, sin su capacidad de “censura”. En consecuencia, sin depender de Bancos Centrales ni de otra institución pública, la red BTC, en primer lugar, lleva por cuenta propia la contabilidad a través de su blockchain; en segundo lugar, distribuye la autoridad para validar y certificar las transacciones en todos sus “servidores” a la vez (nodos y minerxs); en tercer lugar, hace valer su política de emisión monetaria de “escasez digital programada”, es decir, limitada desde su código a 21 millones de unidades y llevada a cabo por lxs minerxs, lxs cuales reciben bitcoins como recompensa (decreciente) por su trabajo matemático; en cuarto lugar, funciona como sistema las 24 horas del día, todos los días de la semana, en cualquier geografía. Si el manifiesto fundacional del sistema poco indica más allá del lenguaje técnico utilizado, fueron estas características las que construyeron una superficie más que apta para el aterrizaje posterior del significante libertad a medida que se valorizaba Bitcoin y se apuntalaban los diversos casos de usos.
¿Qué contornos novedosos podemos observar en esa llegada? El epicentro puede encontrarse en expresiones tales como:
“Claramente es un dinero que es tuyo y esa libertad es impresionante. O sea, un dinero que no te puede confiscar nadie. Una vez que lo tenés, es tuyo. Y lo podés usar en lo que se te dé la gana, con quien se te dé la gana y nadie lo puede evitar”.
“Bitcoin es una herramienta, obviamente se la puede entender como una moneda, como un activo financiero, como un resguardo de valor, como una red de transmisión de valor incorruptible. La verdad que lo interesante de Bitcoin es que puede ser lo que vos necesitás que sea. Entonces, esto de dejar de lado la fe y empezar a hablar a partir de las matemáticas es algo muy muy potente”.
“Si vos empezás a ver todas estas características, Bitcoin ¿qué termina siendo? Termina siendo una bandera que es la libertad en algún punto”.
Así, notamos un cambio para nada menor, un pasaje cualitativo que va desde el “dinero que trabaja para unx mismx” del ideal emprendedorista al “dinero que es tuyo” en el ecosistema criptomonetario. Lo que nos arrojan las entrevistas es que este pasaje ilustra la puesta en juego de una imagen de plenitud (a la vez que ficcional, ausente) sobre la libertad entendida como una desterritorialización absoluta, como la “descodificación absoluta de los flujos” deleuziana pero por derecha, la realización “por fin” efectiva del refrán “el dinero nunca duerme”. Se trata de un proceso de imaginarización (Reynares, J. M. 2021) que se sostiene en ciertas mutaciones del lazo social que posibilitan las criptomonedas: primero, el desplazamiento de la confianza hacia el algoritmo que gobierna BTC y no ya en un otrx; en segundo lugar, el consenso necesario para que funcione la red es el de su “comunidad” de usuarixs pero con la nota característica del anonimato entre pares, es decir, sin necesitar conocerse para que todxs coincidan en algo: la última versión sincronizada de la blockchain es la original; por último, opera una apertura a una subjetivación distinta (pero no contradictoria de la emprendedora o de “acumulación de valor”) que provisoriamente podemos decir que toma el formato de un rizoma capitalista.
En un ecosistema en donde no todxs quieren destruir al dinero tradicional y muchxs quieren simplemente mejorar lo que ya está, lo que articula a la pluralidad de intereses es una espectralidad de libertad que, con distintas intensidades, reniega de las mediaciones y los límites de una otredad cargada como moralmente negativa y que hace del mercado la pura mediación. Sin embargo, subyace una ambigüedad fundamental: confiar en otrxs sigue siendo nervadura de su estructuralidad; persiste, aunque se desee su reemplazo. Ello queda patente en un fragmento en el que le entrevistade, explicando los riesgos de BTC, considera que:
“Encierra un riesgo grande porque en definitiva vos decís “bueno, la capacidad de Bitcoin de mantenerse en el tiempo está muy unida a la capacidad de Bitcoin de convencer a la gente por qué es una buena apuesta”. Y eso depende de un montón de equilibrios. En el caso de que algunos de sus equilibrios se rompan, ya desde el punto de vista de los desarrolladores, de los mineros, de la cantidad de nodos que hay disponibles (…) se va al diablo tu inversión porque eventualmente Bitcoin puede perder completamente su valor”.
En tiempos de mercado bajista es lógico que decaiga el interés popular por las criptomonedas, pero lo cierto es que este mercado no duerme. Aunque nos neguemos a pensar, estas tecnologías y productos nos presentan una actualidad en la cual el régimen social del mercado no solo provee de mercancías sino también utopías, y con el agravante de hacerlo en soledad. Un horizonte de inclusiones financieras multinivel que el CEO de una Fintech nos resumía así: “las próximas generaciones no van a utilizar un banco porque básicamente ya van a nacer operando. O sea, sus primeras experiencias en finanzas van a ser con DeFi”. Así, este despliegue tecnológico a partir de Bitcoin, constituye un prisma singular por el que se pueden mirar secuencias de encadenamiento entre la micropolítica y la macropolítica, entre ellas, la transformación con final incierto de la categoría filosófica de sujeto. De tal modo, intervenir con efectividad y productividad política sobre este terreno, si es esa nuestra voluntad para aportar a la recuperación en otra clave de las ideas de libertad y autonomía, exige no renunciar a nuevos posibles dentro y fuera de nuestrxs repertorios de acción colectiva.

Notas al pie
[1] Véase Costas Lapavitsas, Beneficios sin producción. Cómo nos explotan las finanzas (2016).
[2] El trabajo de Verónica Gago y Luciana Caballero, Una lectura feminista de la deuda (2021) da testimonio de ello.
Bibliografía
Fridman, D. (2019). El sueño de vivir sin trabajar. Una sociología del emprendedorismo, la autoayuda financiera y el nuevo individuo del siglo XXI. Siglo veintiuno editores.
Skinner, Q. (2005). La libertad de las repúblicas: ¿un tercer concepto de libertad? Revista Isegoría n° 33.
Chignola, S. Mezzadra, S. (2020). Fuera de la política pura: laboratorios globales de la subjetividad. En Sujeto, léxico de teoría política. Compilación de Bisset, E. Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad
Bröckling, U. (2015). El Self emprendedor. Sociologia de una forma de subjetivación. Ediciones Universidad Alberto Hurtado.
Reynares, J. M. (2021). La ideología en tiempos de imaginarización. Notas para un estudio de los actores políticos contemporáneos. Las Torres de Lucca. Revista internacional de filosofía política, 10(19), 105-116
Fotos de sitios públicos de internet.
6 de octubre de 2022

Pablo Delgado
Pablo Delgado es estudiante avanzado de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Villa María. Desde el 2014 trabaja como carpintero junto a su padre y hermano. Participó en equipos de investigación sobre violencia, neoliberalismo y dinámicas del capital, y ha colaborado para diferentes medios de comunicación como La Ventolera, El Diario del Centro del País, La Tinta y Contrahegemonía Web. Actualmente se encuentra trabajando en torno a la producción de subjetividad en el capitalismo contemporáneo y temas afines.