Certamen de Crónica Policial
El femicidio de Claudia RodríguezLa historia de Claudia Rodríguez hoy sólo puede ser contada desde su ausencia. Desde ese vacío absurdo que dejó un 29 de septiembre. Todo ocurrió poco antes del mediodía en pleno centro de la ciudad de Villa María, más precisamente en la calle Sobral, frente al colegio Rivadavia y a media cuadra del municipio, su lugar de trabajo.
Claudia trabajaba en el sector de Obras Privadas de la Municipalidad de Villa María. Era madre de dos pequeños niños, uno de los cuales asistía en ese entonces al jardín del colegio Rivadavia. Esa mañana Cristian, su ex pareja y padre de sus dos hijos, llegó hasta el lugar en su vehículo y la interceptó. Desde las ventanas de la escuela, alumnos y docentes asistieron de manera forzada a la puesta en escena del horror.
Él decidía todo en la pareja, desde qué comían hasta dónde iban de vacaciones. Así decidió también el día que la vida de Claudia llegaría a su fin.
La historia empezó años antes, cuando Claudia y Cristian empezaron a salir. Tiempo después ella quedó embarazada. Y sola. Pero a pesar de las idas y vueltas, no tenía malos recuerdos de ese entonces, según dijeron sus allegados. Claudia mantenía oculta la violencia, la naturalizaba.
Hubo, al menos, otro episodio de agresión física, ocurrido durante los primeros años de noviazgo. Lo contó una persona de su entorno, que aseguró que en aquella ocasión Cristian le había “desfigurado” la cara.
Con el tiempo las personas cercanas supieron que las cosas no estaban bien. Claudia le contó a su padre que pasaban días sin hablarse, que Cristian la trataba mal y todo tenía que hacerse como él decía. El padre supuso que eran problemas de pareja, pero la verdad era que ella tenía miedo.
La certeza de que algo grave estaba sucediendo sobrevino el día que se separaron, una noche de abril, meses antes del crimen. Fue cuando él la agarró de los pelos, la arrastró de la cocina a la pieza y la pateó en el suelo. Claudia le relató en ese entonces a su padre que se cubrió con las manos para que Cristian no le pateara la cara.
Esa noche ella hizo una exposición policial. Después él se fue de la casa, pero antes se llevó dinero y la escritura de la vivienda, según relató el padre de ella.
Luego de la separación, durante oscuras noches, no la dejaba dormir, la llamaba toda el tiempo, despertaba a los chicos. Tuvo que cortar los teléfonos. Iba a golpearle la puerta a la madrugada, se quedaba hasta tarde en la vereda. Siempre le decía que la iba a matar. Como conocía sus horarios y visitaba a los chicos, la interceptaba en cualquier ocasión para insultarla y agredirla. Durante esos meses Claudia vivió realmente un infierno. Tenía miedo a salir y cuando lo hacía casi nunca era sola.
Personas cercanas a Claudia expresaron que ella no pidió la perimetral porque si la pedía sus hijos no podrían ver a su padre. “Ella era una muy buena madre”, decían sus conocidos.
Compañeras de trabajo comentaban que durante el tiempo en que estuvieron juntos él decidía todo en la pareja, desde qué comían hasta dónde iban de vacaciones. Así decidió también el día que la vida de Claudia llegaría a su fin. El 29 de septiembre de 2011, Claudia salió a la vereda y un instante después fue brutalmente asesinada a mazazos. Minutos después del hecho Cristian fue arrestado.
En septiembre 2013 se condenó a perpetua al asesino de Claudia. En ese momento no existía aún la tipología de femicidio en el Código Penal argentino, por eso Cristian fue condenado por homicidio calificado por alevosía. Sin embargo, durante el juicio el fiscal que llevó adelante la causa incorporó en sus alegatos el concepto de femicidio.
La brutalidad del acto que terminó con la vida de Claudia, cometido a la vista de todos y todas, fue la confirmación de que la violencia de género jamás es ni será un asunto privado, sino una responsabilidad pública. Lo sucedido obligó a hablar del tema en todas las instituciones. La población comenzó a movilizarse para pedir justicia por Claudia y también por otras mujeres que habían padecido historias parecidas.
En aquel momento, cuando no se había aún formado el movimiento Ni Una Menos, el horror movilizó a los y las habitantes de la ciudad y salieron a las calles para levantar la voz por las mujeres que habían sido víctimas.
“No más Claudias”, “No quiero ser una Claudia más”, fueron las consignas que se escucharon por aquel entonces. A pesar de la oscuridad del hecho, el nombre de Claudia se convirtió en un grito de justicia, marcó un antes y un después: señaló el día en que la ciudad de Villa María habló por primera vez de femicidio.
* El presente texto fue seleccionado en la categoría Estudiantes Avanzados en el Certamen de Crónica Policial de Proximidad organizado por la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM, el Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Sociales de la UNVM a través de su Secretaría de Investigación y Extensión y de las licenciaturas en Ciencias de la Comunicación y en Comunicación Social, SADE Villa María y CISPREN Villa María. El jurado estuvo integrado por Malvina Rodríguez, Carla Avendaño, Horacio Lucero y Diego Di Giusti.
Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM. Otras fotos de sitios públicos de internet.
29 de julio de 2021
Heidi Raimondo
Es estudiante avanzada de la licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Villa María y diplomada en Derecho Ambiental por la Universidad Libre del Ambiente. Ayudante alumna de la cátedra Teoría de la Administración Pública e integrante de diversos proyectos de investigación de la UNVM. Administra Colmena Política.
Rodrigo Ferreira
Es estudiante de la licenciatura en Sociología de la Universidad Nacional de Villa María. Administra Cuentos y relatos.