Apuntes alrededor de Tus amigos quieren que vuelvas [1]
El año pasado, viajando en colectivo rumbo al trabajo, revisé de aburrido los estados de Whatsapp y me sorprendió uno de un contacto que no recordaba que tenía. Se trataba de un amigo escritor, considerado uno de los más importantes de Córdoba. Me refiero a Sergio Gaiteri.
La sorpresa tenía su razón de ser: Sergio siempre fue reacio a toda novedad tecnológica. Recuerdo que cuando lo conocí, hace más de diez años, se resistía enfáticamente a tener un celular.
Por eso me causó gracia que publicara un estado. Y alegría después, cuando vi que lo hacía para anunciar su nueva novela.

Esas cosas de la vida
Fue en noviembre de 2010 cuando conocí a Sergio. Él era parte del jurado que me había seleccionado entre varios narradores inéditos del interior de la provincia. El premio era una charla, una curaduría entre los tres premiados y los tres miembros del tribunal. Me avisaron por mail e inmediatamente me fui a la librería de mi amigo Gustavo Caleri y pregunté por si conocía a los escritores que me habían elegido. Volví a mi casa con dos libros de ese tal Gaiteri.
Diez días después estábamos con Sergio cara a cara, hablando de cualquier cosa menos de mis relatos: fútbol, editoriales, música, lecturas. De ahí nos pusimos de acuerdo en visitarnos. Pero recién tres años después, en las vacaciones de invierno, lo visité junto a mi familia en su casa de Valle Hermoso. Allí continuamos con las charlas: Chico Buarque, el jazz, los hijos y, entre los libros, uno que hacía poco había dado que hablar a todos los escritores: Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued (Anagrama, 2009). Recuerdo precisamente que nos hicimos eco de la frase “batacazo literario” y muchas otras cosas que se decían en torno a la novela. También recuerdo haberme referido a ciertos pasajes de la obra, específicamente a la curiosidad del protagonista por el comportamiento de los calamares gigantes del mar de Japón que rara vez se asoman a la superficie y que prefieren las oscuras profundidades del océano.
A esa visita se correspondieron otras en mi casa con dos o tres años de intermitencia y diferentes motivaciones: su maratonismo, la presentación de otra novela, una película en Córdoba.
Resalto estas cuestiones tan personales porque en este texto voy a hablar sobre la amistad.

Un encargo
Volviendo al colectivo, la secuencia fue más o menos así: vi el estado, busqué la editorial en las redes, compré el libro “on line” y a la semana le mandaba una foto a Sergio de su novela en mi poder.
Se alegró y, como ya tenía fecha de presentación en Villa María, me preguntó si podía leer unas palabras ese día. Fue un verdadero e instantáneo honor. No me quedaba otra que decir que sí.
Leí durante el viaje de ida y el de vuelta su preciosa novela. El título me llamaba la atención, más extenso que todos sus anteriores y pensé: a Sergio le llegó la tendencia.
Por esos días llevaba también un libro de filosofía de un autor bastante de moda, Byung-Chul Han. El título era Infocracia. Andaba con ambos libros y usaba cualquier rato libre para leer cualquiera de los dos.
En un momento me llegó la epifanía: los libros hablaban como dos viejos amigos que hacía una vida no se veían. Ya tenía qué decir en la presentación. Alegría, pesada y responsable alegría, alegría con pie de plomo, pero alegría en fin.
La novela
Luis y Mara, unidos más por el espanto que por el amor, deciden mudarse a una casa de veraneo casi abandonada. Huyen de su pasado inmediato. La casa se convierte en una especie de trinchera, de refugio. Trabajan, aguantan a unos vecinos ruidosos y violentos, dejan que el tiempo pase.
Luis recibe insistentemente un mail de una red social que le pide que vuelva a usarla. Mara recibe llamadas odiosas, productos de una mala pasada que le jugó su ex marido. Luis no puede dejar de mirar el linchamiento mediático que sufre un tipo que podría ser él. El tiempo parece que no pasara.
De repente, como en la hermosa novela de Bioy Casares, El perjurio de la nieve, una irrupción rompe la salvadora monotonía. Llega Marcos, amigo de Luis. Conforman una amistad rara, de esas en que dos personas muy distintas se acercan porque ambos quieren ser el otro. Marcos abre la casa/refugio al mundo, a las redes sociales, y amenaza con ir más allá.
Marcos pone todo del revés, lo da vuelta de adentro hacia afuera, y ese afuera es la exposición, la desnudez, el desamparo. Y todo eso sin salir nunca de la casa.

Seres translúcidos
En su libro Infocracia (Taurus, 2022) Byung-Chul Han te descorazona. Habla de la evolución del capitalismo que devino de esa sociedad controladora de los cuerpos, en donde se intercambiaban bienes, a una sociedad controladora de datos, donde se comercializa información.
Te deja pensando que nuestra vida, digitalizada así como la tenemos, no es más que una exposición detallada de nuestra interioridad, nuestros deseos expuestos al mejor postor. El algoritmo es nuestra alma diseccionada y puesta sobre un mostrador.
¿Quiénes nos compran? Los que nos venden todo. Nos convertimos en seres translúcidos, flotando en un mar de luces y colores.
Cometí la indiscreción de preguntarle a Sergio si había pensado en esa triangulación entre su libro, el de Busqued y el de Byung-Chul. Por suerte para mí, la respuesta fue negativa.
Un amigo consecuente
Después de la presentación cometí la indiscreción de preguntarle a Sergio si había pensado en esa triangulación entre su libro, el de Busqued y el de Byung-Chul, o entre el suyo y cualquiera de los dos, o si siquiera había leído el del coreano. Por fechas era obvio que no podía ser una influencia.
Por suerte para mí, la respuesta fue negativa. Y escribo la palabra “suerte” no porque haya descubierto algo. Lo digo por otra cosa.
Soy afortunado de tener los amigos que tengo. En ellos veo algunas de mis obsesiones reflejadas y sabemos reírnos y hablar de cosas serias. A veces pasan meses sin tener noticias y nos cruzamos y es como si ayer. Son cuatro o cinco lindos atorrantes, no más. Todo el mundo quizás los tenga, pero me siento privilegiado por los míos.
Sergio para mí es uno de esos amigos. Admiro su manera de vivir la literatura y todo lo que significa para él. Por eso dije más arriba que era una suerte que no haya sido totalmente consciente de lo que escribió cuando escribió su novela.

Como aquel tipo que conocí hace ya más de una década, aquel que se resistía a tener un teléfono móvil y hoy tiene uno, así como se habrá resistido luego a las redes sociales y vaya a saber uno cuántas cosas tecnológicas y después haya aceptado y hoy le resulte imposible no recurrir cada tanto a ellas. Un calamar gigante nadando en las oscuridades del anonimato digital, cada tanto emergiendo para sacudir los anzuelos, redes y arpones que intentan rendirlo.
Porque lo importante es resistir, no entregarse tan fácil, sentar precedentes de que sí, perderemos la lucha contra la corriente del mundo, pero dejaremos constancia de nuestra resistencia. No puede ser en vano. Esa energía en algún mapa espiritual debe dejar su huella.
Cada vez que decidamos desconectarnos verdadera y absolutamente de la matrix, hacer caso al cansancio, conectarnos con otros viejos mundos, otros universos cotidianos, habremos reconfortado un poco el lado más honroso de nuestra humanidad.
Nota al pie
[1] Alto Pogo, Buenos Aires, 2022.
Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM y de sitios públicos de internet.
10 de agosto de 2023

Jorge Rossi
Es profesor de Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Villa María. Publicó una novela, un libro de cuentos y una biografía, así como poemas en distintas revistas y blogs. Actuó en una película y en una obra de teatro. Trabaja como docente en el Nivel Medio.