Un neologismo necesario

Antiviejismo
por Carolina Iglesias

Para la sociedad la vejez parece una especie de secreto vergonzoso del cual es indecente hablar. Sobre la mujer, el niño, el adolescente, existe en todos los sectores una abundante literatura; fuera de las obras especializadas, las alusiones a la vejez son muy raras. Cuando explico que estoy trabajando en un ensayo sobre la vejez me dicen ¡Qué idea! ¡Si usted no es vieja! ¡Qué tema más triste! Justamente por eso escribo este libro: para quebrar la conspiración del silencio.
Simone de Beauvoir (La vejez, 1970)

Hace tiempo uso la palabra antiviejismo. Desde que me pidieron que escriba sobre ella no paro de buscar rastros, de hacerme preguntas. ¿Quién usó este término por primera vez? ¿Cómo? ¿Qué sentido le otorgó? ¿En qué contexto? El hallazgo resultó complejo, las significaciones que se encuentran se utilizan de maneras contrapuestas, así que intentaré echar luz sobre este concepto dando cuenta de cómo lo abordo y lo implemento, sin dar una definición acabada al respecto porque creo que su riqueza radica justamente en su fluidez.

Con antiviejismo hacemos referencia a la vejez, claro. Pero, ¿qué es la vejez? ¿Es una sola? ¿Es sinónimo de envejecimiento? ¿Cuál es la diferencia? Debemos diferenciar el envejecimiento de la vejez ya que comenzamos a envejecer desde el momento de nacer. El envejecimiento es un proceso que excede lo biológico y, dada su complejidad, debe ser abordado desde múltiples perspectivas.

Llegaremos a viejxs al cumplir sesenta años, según se acordó arbitrariamente en el año 1982 en la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. En aquel momento se sumó este dato a la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores y se etiquetó a partir de la sexta década de vida a las personas como Mayores o como Adultas Mayores.

Podríamos decir entonces que la vejez es una categoría social construida para nombrar, y a su vez definir, a un grupo poblacional cada vez más numeroso y heterogéneo. Se calcula que para el año 2050 un tercio de la población de Argentina tendrá más de sesenta años, y esto sucederá a escala mundial: habrá generaciones de personas mayores contemporáneas, muy diversas, todas incluidas bajo un mismo rótulo.

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El futuro que espera a millones de personas es más un destino social que biológico. Una posición antiviejista es necesaria para erradicar los estereotipos culturales y simbólicos que impactan sobre la dignidad y el ejercicio de los derechos de las personas mayores.

En nuestra cultura occidental capitalista la vara de la normalidad rige un mundo pensado por y para personas adultas jóvenes, en etapas productivas y reproductivas. El adultocentrismo hace que las referencias sean siempre en relación a un cuerpo casi adolescente que cumple con los estándares de belleza establecidos por la época, y todo lo que salga de dicha norma queda al margen, del lado de lo negativo, como ocurre con la vejez. ¿Con qué referencias de personas mayores nos encontramos? ¿No se ven estereotipadas? ¿Qué cuerpos viejos se muestran? ¿Qué estatus social tienen las arrugas? ¿Cómo se nos enseña a imaginar el cuerpo que habitaremos?

Esta lluvia de preguntas nos lleva a hacer referencia al viejismo, palabra que se usa en singular y está cargada de estereotipos negativos hacia las personas viejas, estereotipos que se transforman en prejuicios y preconceptos. Podemos señalar algunos de los prejuicios más arraigados en la sociedad respecto a la vejez, por ejemplo pensar que las personas mayores son enfermas, que todas las facultades declinan con la edad, que son asexuadas, que son feas, que son improductivas, que ya no pueden aprender, que todas son abuelxs, que ya están grandes para hacer tal o cual cosa, etc. ¿Sienten algunos de estos prejuicios como una carga? ¿Alguna vez han reparado en ellos?

Fue Robert Butler quien en 1968 bajo el térmico “ageism” le dio nombre a la discriminación que reciben las personas mayores. Debemos tomar conciencia de que estos prejuicios recaen sobre la vida de muchas personas que crecieron sosteniendo todo lo que de “la vejez” se les había dicho y enseñado. Ahora mayores, aquellos prejuicios hacen carne en sus propias pieles, como una profecía autocumplida, y provocan sobre ellxs mismos autoviejismos limitantes y desempoderantes.

En Argentina el revolucionario Leopoldo Salvarezza fue quien castellanizó “ageism” nombrándolo como viejismo, término preciso al referirse a la discriminación por vejez, que no es lo mismo que la discriminación por edad, tal como el autor señaló hace veinte años: “el viejismo es una conducta social compleja con dimensiones históricas, culturales, sociales, psicológicas e ideológicas y es usada para evaluar, consciente o inconscientemente, el estatus social de las personas viejas. La tendencia de culpabilizar a la víctima está presente también en este prejuicio”.

Esta breve introducción nos permite visualizar la vejez en la actualidad y a preguntarnos entonces sobre el antiviejismo. Las referencias que aparecen hacen uso del término en sentidos contrapuestos, por un lado como rechazo hacia la vejez -para lo que suena mejor, en todo caso, antivejez- y, por el otro, como movimiento reivindicativo de la misma. Desde una perspectiva reivindicativa de la vejez creemos que ser antiviejista es militar en oposición a los viejismos, visibilizarlos, cuestionarlos, ponerlos en tensión, contribuir a derribarlos, desintegrarlos, para poder crear múltiples maneras de entender esta etapa de la vida.

La idea es proyectar las propias vejeces desde mucho antes de llegar a ser personas mayores, poder hablar en plural, atendiendo a cada subjetivo devenir. Debemos prestar entonces especial atención a los medios masivos de comunicación, que en muchas ocasiones funcionan y operan como canales de desinformación. Ellos son los grandes aliados a la hora de construir representaciones acerca de cómo debemos ser, qué debemos hacer, cómo debemos estar, qué debemos vestir todas las personas en general y, en este caso, las personas mayores en particular.

La comunicación antiviejista se vuelve así una modalidad eficaz para cuestionar y visibilizar distintas realidades acerca de lo que la vejez significa, rescatando la importancia de hacernos preguntas que permitan abrir nuevos interrogantes.

Cuestionar el paradigma normativo de la vejez requiere perspectiva de géneros, ya que los medios de comunicación reproducen desigualdades entre jóvenes y viejos y entre hombres y mujeres. Sin cuestionar los binarismos, imponen formas de ser, de estar, de sentir, de mirar, de vestirse, de divertirse. La propuesta es romper las dicotomías y visibilizar lo que está al margen, lo que hace tambalear nuestras certezas. Considero así la perspectiva antiviejista como una herramienta fundamental de la gerontología crítica, que parte de la base de hablar de vejeces como un acto de enunciación política que posibilita pensar en múltiples devenires.

Las palabras hacen a las ideas, por eso la insistencia en el uso de las mismas tiene que ver con una posición política. Las palabras dicen y hacen cosas. Tal como señala Val Flores (2019), “las políticas de conocimiento son disputas por las palabras, por modos de escribir que son modos de pensar; intervenir en las prácticas del lenguaje es afectar la forma en que se organiza el poder”. Lograr consenso en el uso y significado que le damos a las palabras tiene que ver con alterar el curso de la historia.

La construcción social de las vejeces es algo que se aprende en el transcurso de la vida, mientras vamos envejeciendo. El riesgo es sostener prejuicios, ya que muy probablemente llegaremos a viejxs. Si el futuro que espera a millones de personas es más un destino social que biológico, debemos construir herramientas contra los viejismos. La lucha contra la discriminación hacia las personas viejas requiere contar con el apoyo de toda la sociedad y una posición antiviejista es necesaria para erradicar los estereotipos culturales y simbólicos que impactan sobre la dignidad y el ejercicio de los derechos de las personas mayores.

Esta brevísima síntesis culmina con las siguientes preguntas a lxs lectores: ¿cuántos años van a tener en el 2050? ¿Se pueden poner en la piel del viejx que muy probablemente van a ser? ¿No les parece que tenemos mucho por hacer, por erradicar y por inventar? ¿No creen que el término antiviejismo es un necesario y urgente neologismo?

Bibliografía

De Beauvoir, Simone. La Vejez, Editorial Sudamericana, 1970.
Flores, Val. Una lengua cosida de relámpagos, Editorial Hekht, 2019.
Oddone y Salvarezza. Informe sobre la Tercera Edad en Argentina, Secretaría de Tercera Edad y Acción Social, 2000.
Salvarezza, Leopoldo (compilador). La Vejez. Una mirada gerontológica actual, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1998.

Fotos de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación  18 de marzo de 2021

Carolina Iglesias

Es psicóloga, profesora de psicología en la Universidad de Buenos Aires y en instituciones de enseñanza media. Especialista en Educación Sexual Integral (ESI). Trabaja desde hace más de trece años con, por y para personas mayores, y también realiza talleres, cursos y charlas sobre la temática. Se desempeña en el área clínica de la Red GeroFeminista Latina. Es la creadora y administradora de @SeneS.PersonasMayores.

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Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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