Ensayo

Las casas de la escritura
por Melina Isabel Diotto

Los libros van siendo el único lugar de la
casa donde todavía se puede estar tranquilo.

Julio Cortázar

¿Podemos darle el timón de nuestro barco al arte? Las palabras, sean las que fueren, son las que nos permiten quitar y colocar, destejer y tejer (como Ariadna lo hace con su tela), comprender, fugarnos y más. Las palabras esconden lugares, que bien o mal, nos marcan para siempre. No es casual no encontrar palabras en medio de crisis, pero sí hallar en la literatura las respuestas, o intentar formularlas a partir de ella.

Cuando se cierran las puertas de las casas en las que vivimos durante años, nos corre frío por nuestro cuerpo y en un instante nuestra mente empieza a rememorar años pasados allí. Los lugares son los encargados de marcar nuestra vida. Cada sitio puede ser vivido como refugio o cárcel, inmerso en amorosidad o caos. 

Alexandra Kohan se refiere a esas marcas en su artículo titulado “Nota sobre los celos”, al recordar su experiencia como hija no esperada, pero sí deseada. Allí ella dice que sus padres improvisaron un sitio para ella hasta que pudieran mudarse. Ese lugar estaba en medio de un pasillo. Sin embargo, ella percibió ese espacio amorosamente, porque sintió que era alojada, y agrega: “Nunca pensé que eso significaba que no había lugar para mí en esa familia”. Algo similar le sucede a la protagonista del cuento “Casas” escrito por Tununa Mercado, a saber:

(…) la casa provisoria en la que había vivido –sea cual fuere su lugar geográfico- la casa que me contenía y contenía mi ser, mi estar, mi andar, se plantó en este mundo y se hizo de bases anchas: fue una suerte de plataforma de lanzamiento. (Mercado, 1998: 78)

¿Por qué hacemos nuestros los territorios que habitamos? Leer territorios no es fácil, pero esos planos son los que fijan todo: “cómo era, cómo es, cómo habrá de ser” (Schlögel, 2007: 306). Y cómo impactan en el ser.

Poder poner en palabras determinadas cuestiones internas y realizar un trabajo introspectivo cumple una función muy importante en cada duelo que los seres humanos nos animamos a llevar adelante. El arte puede ser una gran herramienta a lo largo del duelo. “Malraux desarrolla un buen concepto filosófico, dice una cosa muy simple sobre el arte. Dice que es la única cosa que resiste a la muerte” (Deleuze, 2003: 5), es decir que el arte es eterno, trasciende los tiempos.

Existen casas provisorias, casas que soñamos, casas de la infancia, las casas del regreso, casas futuras… Entonces, en cada una de esas casas, en cada territorio hogareño, queda algo de nosotros. Nuestra identidad, nuestros momentos, nuestros tiempos, nuestros llantos, nuestros recuerdos, nuestras peleas, nuestros abrazos; todo queda allí resguardado.

Tomar el arte de la palabra y apropiarse de cada sitio y dolor que generó ese territorio y, también, escribirlo y escribirse, porque:

No se escribe con las propias neurosis. La neurosis, la psicosis no son fragmentos de vida, sino estados en los que se cae cuando el proceso está interrumpido, impedido, cerrado. La enfermedad no es proceso, sino detención del proceso (…). Igualmente, el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo. (Deleuze, 2006: 14)

Es así como la literatura se presenta como una iniciativa de salud. Los escritores somos médicos de nuestra propia enfermedad y podemos utilizar la palabra como llave de la cura al dolor. A ese dolor que genera el mutar de territorios que nos acogieron y nos adolecen con el pasar del tiempo. Es el escritor el que:

goza de una irresistible salud pequeñita producto de lo que ha visto y oído de las cosas demasiado grandes para él, demasiado fuertes para él, irrespirables, cuya sucesión le agota (…). De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados. (Deleuze, 2006: 14-15)

A lo largo de mis años como estudiante universitaria, una de las docentes solicitaba que realizáramos lecturas “profundas”. Fue un trabajo intelectual que me llevó años concretar. Recuerdo, en el año 2016, haberme comprado Diarios de Alejandra Pizarnik, y no hallar sentido alguno entre esas páginas. Luego, lo releí en abril del año 2020, ya con otras lecturas, pero especialmente con otras experiencias internas y externas. Siendo otra logré una labor mental e introspectiva compleja. Ese libro llegó hasta mis entrañas, le puso palabras a aquello que estaba enjaulado. “Señor/ la jaula se ha vuelto pájaro” (92), escribe Pizarnik en su poema titulado “El despertar”. Siendo otra y estando en otro lugar, porque “la lengua es presa de un delirio que la obliga precisamente a salir de sus propios surcos” (Deleuze, 2006: 17).

Deleuze (2006) pregunta: “¿qué salud bastaría para liberar la vida allá donde esté encarcelada por y en el hombre, por y en los organismos y los géneros?” (15).

Nuestra literatura argentina está atravesada por territorios. Hubo (y hay) una necesidad de plasmar en la literatura determinados espacios relevantes. Pensemos en esos escritos.

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Es el arte quien señala e ilumina el camino de ese laberinto en el que se está inmerso y es ahí cuando la casa forjada en la fantasía cobra realidad.

Pensemos en uno puntual ya mencionado en líneas anteriores: el cuento “Casas”, escrito por Tununa Mercado. La autora de ese cuento y su familia se exiliaron durante la última dictadura cívico militar. Ella, escritora y pionera de la literatura y de la palabra, muestra por medio de un narrador protagonista aquellas casas que tal sueña y piensa desde 1974. La voz narrativa afirma que en ese año había perdido su casa familiar en Buenos Aires. En la siguiente cita podemos observar lo ya mencionado, a saber: “esa casa llevaba a evocar, además, todas las casas anteriores que habíamos abandonado, y la trashumancia y el despojo aparecieron entonces por primera vez en toda su magnitud, como datos de la realidad hasta ese momento ignorados” (Mercado, 1998: 79).

Línea a línea, lectura a lectura, sigue siendo la literatura la que trasciende a los lectores. Es un territorio profundo, porque “el paso de la vida al lenguaje es lo que constituye las Ideas” (Deleuze, 2006: 17).

Escribir, escribirnos, es como no haber muerto. Al contrario: hay demasiada vida cuando las palabras salen a recorrer los sitios abandonados o aquellos demasiado trillados, los oscuros pasadizos donde el cuerpo no pasa o está demasiado cómodo. Pero la vida significa tantas cosas: la casa sola, el destierro de cada hombre y cada mujer, el abismo al que nos asomamos, la voz que es el hilo más débil para anudarnos y, sobre todo, los ojos que se abren y ven aquello que nunca vieron antes. Decir lo que ya se ha dicho, pero, con otras palabras. Buscar el secreto que nunca nos confesamos. Escribir, escribirnos, para pronunciar esas palabras que son despojos de la sangre fría, quieta. Para no mirar con ojos de águila sino de esfera. Para espantar al dolor. Escribir pisando arenas movedizas. Escribir para confesar lo inoportuno. Para darle lentitud a la quimera. Para hablar con las almas en tumbas, con cada lirio, con los vagabundos y sus perros. Escribir para imaginar lo que aún no hemos sido. Para escapar de nosotros y pocas veces reencontrarnos. Escribir para merodear la diferencia. Y leer para escucharnos. (Skliar, 2022)

Escribir esos lugares, porque “nos movemos siempre entre superficies y por ellas. (…) De esa tectónica de la superficie terrestre se asciende a la morfología del paisaje cultural, y de allí, (…) a los jeroglíficos de la cultura humana” (Schlögel, 2007: 275-276). Ello es lo que define diversas formaciones del ser.

Es así como se concluye que es el arte quien maneja el timón del barco de nuestra vida. El arte del lenguaje, de la literatura, de la palabra, de la lectura, de la escritura. Tununa logró poner en palabras sus pensamientos, sus sueños vinculados con las casas; aquellas casas en las que vivió obligadamente, en las que deseó vivir, en las que pensó vivir y en las que soñó vivir. En cada uno de esos territorios ella misma utilizó la llave de la lectura y la escritura para abrir determinadas puertas y, a su vez, cerrar otras.

Al igual que sucede con las ciudades, las casas terminan siendo desvanecidas con el paso del tiempo, y se convierten después de muchos años, en contornos, en sombras, en espectros, en fragmentos que son reconstruidos por nosotros a lo largo de la vida. Seguramente, con recuerdos algo estropeados o no. Pero podemos encontrar en la lectura y en la escritura una manera de expresar sueños, pensamientos, emociones que marcan nuestro andar y que hacen a nuestro ser. Es el arte quien señala e ilumina el camino de ese laberinto en el que se está inmerso y es ahí cuando la casa forjada en la fantasía cobra realidad. Aunque los ruidos sigan, son los ruidos de las puertas que cerramos y de las que abrimos y abriremos; son los ruidos de lo que escribimos y escribiremos.

Bibliografía

Cortázar, J. (2011). Los premios. Buenos Aires: Alfaguara.
Deleuze, G. (2003). ¿Qué es el acto de creación? Traducción de Bettina Prezioso. Conferencia dada en 1987 en la cátedra de los martes de la fundación FEMIS.  Recuperado de: https://gep21.files.wordpress.com/2010/02/deleuze-c2bfque-es-el-acto-de-creacion.pdf
Deleuze, G. (2006). La literatura y la vida. En Crítica y clínica. Barcelona: Anagrama.
Kohan, A. (2022, junio 18). Notas sobre los celos. El diario ar. Disponible en: https://www.eldiarioar.com/blog/atencion-flotante/notas-celos_132_9095255.html
Mercado, T. (1998). Casas. En En estado de memoria. Córdoba: Alción Editora.
Schlögel, K. (2007). En el espacio leemos el tiempo. Madrid: Siruela.
Skliar, C. [@carlos.skliar]. (2022, junio 30). Escribir, 22:45. Instagram. Disponible en: https://www.instagram.com/p/CfcX2LdoEcu/?igshid=YmMyMTA2M2Y

Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM. Agradecemos a la Biblioteca y Medioteca Municipal y Popular Mariano Moreno de Villa María su colaboración para la producción audiovisual de esta nota.

Icono fecha publicación  3 de noviembre de 2022

Melina Isabel Diotto

Melina Isabel Diotto es profesora de Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Villa María. En la misma universidad investiga sobre El modo gótico en la literatura argentina desde 2018.  Actualmente es maestranda en Literatura Argentina en la Universidad Nacional de Rosario, docente en el nivel medio y en el área de Estrategias de aprendizaje del Curso de Ingreso en la UNVM.


melinadiotto@gmail.com

Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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