Feminismos y discapacidad II

Un mundo donde quepan muchos mundos
por Florencia González

Las asambleas y reuniones en espacios inaccesibles para usuaries de silla de ruedas. El escenario en las marchas a 3 metros sobre el suelo. Los flyers y afiches con tipografías ilegibles para personas con discapacidad visual. Los conversatorios y charlas sin intérpretes de lengua de señas. La exclusión de los reclamos de las personas con discapacidad en los comunicados del 8 de marzo y el 3 de junio. La extensión de las movilizaciones y los recorridos imposibles.

Desde hace un tiempo, el feminismo anticapacitista cobró fuerza y protagonismo dentro de los feminismos populares para visibilizar la falta de accesibilidad, desafíos y reclamos, desde el interior al exterior. Este colectivo pone en discusión, sensibiliza y lucha por el reconocimiento de sus derechos: un espacio de, por y para todes.

En la nota  Feminismos y discapacidad I: Revolución femidisca nos adentramos en las nociones iniciales sobre capacitismo y algunas experiencias sobre la identidad disca para aproximarnos al vasto panorama anticapacitista. Mucho queda por desarmar y en el siguiente texto les femidiscas comparten perspectivas sobre la lucha feminista y algunos tópicos centrales de la misma. 

Desafíos hacia el interior de los feminismos

En octubre de 2019 se realizó un nuevo Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries donde, por primera vez en 34 años de historia, el colectivo de feministas anticapacitistas logró que exista la Comisión de Inclusión y Accesibilidad en la organización de los Encuentros. Además, llevaron adelante el Taller de Feminismo y Discapacidad que contó con numerosa concurrencia.

A pesar de esto, la tradicional movilización que cierra el fin de semana de formación, mística y debate, nuevamente dejó afuera a las personas con discapacidad: más 200 mil feministas cruzaron la ciudad de La Plata hasta el Estadio Único, lo que significó caminar más de 3 kilómetros en varias horas dada la magnitud del evento. “Poner el cuerpo así era imposible, hubo compañeras que después estuvieron dos semanas acostadas sin poder moverse”, recuerda la periodista y activista Laura Alcaide.

Les entrevistades para esta nota coinciden en que las asambleas y reuniones siguen siendo espacios inaccesibles para les femidiscas. A pesar de estas barreras, los feminismos anticapacitistas hacen uso de diversas estrategias para fortalecer su lucha y visibilizar sus reclamos: en una de las asambleas previas al 8 de marzo del 2020 que se realizó en Buenos Aires, una de las más convocantes y diversas, las personas con discapacidad auditiva, adultes mayores y usuaries de silla de ruedas manifestaron su descontento por la falta de accesibilidad tanto en espacios como en intérpretes de lengua de señas. La posta la tomó el Movimiento de Sordes Transfeministas de Argentina (MOSFA) con un video que se viralizó en la red social Instagram y donde se dejaba en claro que los espacios feministas no pueden ni deben ser capacitistas.

Además de los obstáculos señalados anteriormente, también hay otros puntos a tener en cuenta y que involucran la hegemonía de ciertas voces o experiencias. “No hay curiosidad por saber cómo fueron nuestras luchas, las de las personas más grandes. Algunas compañeras no sienten que tengamos algo que transmitir, algo que enseñar. Lo he sentido y por eso me he retirado de los espacios de lucha en Villa María”, opina la artista y activista Cristina Goupillaut.

Otros son los desafíos que también sortean las personas discas lesbianas, bisexuales, travestis, trans y no binaries. Al respecto, el profesor, editor y activista trans no binarie Ayito Cabrera comparte su experiencia: “muchas veces la identidad incomoda, y si la idea es incomodar y seguir discutiendo y debatiendo para que no esté más esa incomodidad, bienvenido sea. Decir en un espacio trans no binarie que tenés discapacidad es raro y decir que sos trans no binarie en un espacio de discapacidad, también”. En este sentido, y de a poco, los feminismos populares se abren camino en la incorporación de todas las luchas desde una perspectiva interseccional y sin excluir a nadie, poniendo nuevamente la cuestión de las corporalidades en el centro del debate: “pensarlas desde el anticapacitismo también es cuestionar el eurocentrismo en las luchas de nuestros territorios y evidenciar que hay sujetes diverses. Por eso decimos ‘los feminismos’ o le agregamos otra palabra como ‘transfeminismos’, ‘afrofeminismos’, etcétera”, agrega Ayito.

El patriarcado como aliado del capacitismo

A lo largo de la historia, la discapacidad atravesó diferentes etapas: desde el ocultamiento, la segregación, la discriminación hasta la atribución de pactos con la brujería. Las personas con discapacidad son vistas desde un paradigma asistencialista y no como ciudadanes de pleno derecho.

El capacitismo exige productividad y “normalidad” y por supuesto se entrelaza con otros sistemas de opresión como, por ejemplo, el patriarcado. En este sentido, el modelo médico de la discapacidad surge cuando los soldados que volvían de la guerra necesitaban ser rehabilitados para ser incluidos nuevamente en la sociedad como varones productivos y aptos para las tareas laborales. Es decir, en la medida que la persona sea rehabilitada podrá aportar algo a la sociedad convirtiendo a la rehabilitación en una de las exigencias fundamentales para las personas con discapacidad.

Mucho tiene para decir al respecto la locutora, docente y activista Julia Risso: “me proclamo feminista cuando empiezo a notar que, dentro del colectivo de las personas con discapacidad, los hombres estaban vistos de otra forma. Ellos son vistos como ‘héroes’ y nosotras como ‘pobrecitas’, es uno de mis primeros recuerdos como mujer con discapacidad”. 

La brecha entre varones y mujeres con discapacidad también se profundiza en otros ámbitos. La Ley 22.431 de Protección Integral de las Personas con Discapacidad establece los lineamientos para garantizar su plena inclusión laboral pero, según el último estudio del Instituto Nacional de Estadística y Censos, sólo 3 de cada 10 mujeres con discapacidad son económicamente activas resultando un 26% de la tasa de empleo mientras que la de los varones es de un 40%. Estas cifras no tienen en cuenta la situación de personas trans, travestis y no binaries con discapacidad.

Otro aspecto donde opera una lógica patriarcal es en las rehabilitaciones. La comunicadora y activista Florencia Santillán Ferreri es autora del libro “Maldita lisiada”, que llama la atención por la particular elección del nombre. “El modelo rehabilitador de la discapacidad, que es el modelo que se intenta desterrar, siempre dijo que la palabra ‘lisiada’ estaba mal. Yo reivindico y resignifico esa palabra, me reconozco como tal. Uso la palabra ‘lisiada’ como respuesta política. ‘Malditas’ les decían a las abuelas y madres de Plaza de Mayo, también se lo dicen a quienes van a las marchas con pañuelos verdes”, define.

“Nuestros cuerpos se rehabilitan para que podamos parir y los cuerpos de los varones para trabajar o hacer deporte. Acá también entra el rol de cuidados. ¿Por qué la mujer tiene la obligación de encarnar ese rol? ¿Y qué pasa cuando los roles de cuidados son encarnados por una mujer con discapacidad? ¿Tiene derecho a cuidar, a cumplir ese rol o no?”, se pregunta Julia.

Maternidad, aborto y discapacidad

Laura es madre de dos niños y está embarazada. Reconoce que las personas que deciden maternar son cuestionadas en sus formas y no tanto en su deseo, pero en el caso de les disques la situación es distinta: “cuando es un cuerpo con discapacidad ese rol ya se discute. A mí no me cuestionaron en el ámbito médico y familiar, pero sí en lo social. Voy por la calle y me preguntan cómo me pasó, cómo se te ocurre, cómo vas a cuidar a ese bebé y no creo que esa pregunta se la hagan a alguien que no tiene una discapacidad”. Y agrega que “por eso hay muchas esterilizaciones forzadas o cuando alguien quiere abortar y tiene discapacidad no se le cuestiona ese aborto como sí se le cuestiona a alguien que no tiene”.

En Argentina, la Ley 26.130 de Régimen para las Intervenciones de Contracepción Quirúrgica permite la esterilización forzada y no consensuada de personas con discapacidad. Incluso actualmente, algunes disques no pueden decidir sobre sus propios cuerpos y el deseo (o no) de maternar. Esto es permitido en base a estereotipos que identifican a este colectivo como vulnerable, dependiente e incapaz y donde también prevalecen argumentos eugenésicos y por el “propio bien” de la persona, pasando por alto los acuerdos de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) a la que Argentina adhiere. La iniciativa #BastaDeEsterilizacionesForzadas busca modificar los artículos 2 y 3 de la Ley 26.130 a través de la firma de un formulario.

Las personas con discapacidad también tienen mucho que aportar en el debate por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). “El primer proyecto de Ley que se presentó en 2018 tenía causales y una de ellas era por malformaciones. Las organizaciones discas discutimos que no tendrían que existir las causales, que une no tiene por qué estar justificando cuál es su razón para no tener hijes. Sencillamente no lo quiere tener y listo, para eso está la Interrupción Legal del Embarazo. Hay un sector social que dice ‘a vos te tendrían que haber abortado y no lo hicieron’ y no, es que vos quisieras abortarme que es distinto, vos tenés la doble moral sobre el aborto”, argumenta Laura.

Este es uno de los puntos más recurrentes en el discurso sobre aborto y discapacidad, como si la decisión de no llevar adelante un embarazo estuviera prohibida para este colectivo. “Alguien decidió que vos nacieras, por lo tanto cómo vas a tener poder de decisión sobre otro que vas a gestar, es un pensamiento muy cruel. Y si no querés ser madre, cómo vas a abortar si a vos te permitieron nacer”, enfatiza Julia. Parece ser que el desear y ser deseantes también está vedado para este colectivo, que también sufre las consecuencias de la falta de aplicación de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI). “Me pasó una vez que fui a comprar pastillas anticonceptivas y no me las quisieron vender, me vio como una persona disca y fue como ‘dale, vos no podes’, me trataron muy mal”, relata Julia.

Cristina también pone en discusión el rol de cuidados. Su discapacidad la adquirió cuando su hija tenía alrededor de 9 años: “le pude hacer upa, llevarla en la espalda, todo lo que tenés que hacer físicamente como mamá. Atravesamos toda la adolescencia de mi hija con mi discapacidad y eso significó, por ejemplo, ir al centro a que se compre ropa y yo esperarla sentada en un café. Cuando encontraba algo que le gustaba me venía a buscar. Las dos tuvimos que adaptarnos” comparte y agrega “hace cinco años que está en Córdoba estudiando y yo pude ir dos veces. Ella tiene su casita y me manda fotos pero no puedo ir a ayudarla”.

En su experiencia como madre, Cristina reconoce que para la mirada de la sociedad existe cierto peso sobre el papel de las hijas: “una cosa que padecemos las dos es eso de que ella como hija mujer tiene que cuidar de su mamá. Yo estoy totalmente decidida a que no me va a cuidar, no le voy a robar ni un pedacito de su vida. Una médica me vino a ver porque tengo internación domiciliaria y me dijo ‘cómo su hija no la va a cuidar’ y pasó un informe diciendo que necesitamos terapia, que cómo puede ser que nos llevemos tan mal. Por esas cosas lloro, porque realmente son crueles. Si fuera un hijo varón ni me molestan”.

El capacitismo también se cuela en la experiencia de la maternidad, no sólo desde el círculo social, médico y familiar sino también en los propios sentires y pensamientos de quienes la atraviesan. El hijo menor de Laura heredó su discapacidad y cuando supo de este diagnóstico se encontró entre la culpa y el cuestionamiento sobre si era un padecimiento o no: “cuando me enteré que mi hijo tenía una discapacidad me quería morir, pensaba que se la había pasado como si fuera el clavo de su vida. Después lo fui entendiendo, en ese momento todavía no levantaba la bandera de la discapacidad como orgullo y desde que nació empecé a reivindicar eso, a derribar la discapacidad como vergüenza social”, explica.

Feminismos que ruedan

“El mundo que queremos es un mundo donde quepan muchos mundos”, reza una frase fundamental del movimiento zapatista en México. Se podría trazar un paralelismo con el feminismo anticapacitista: les femidiscas son artífices de nuevos horizontes para los feminismos populares, reflexionando y debatiendo, pensando un mundo donde también sean incluidas las personas con otras corporalidades.

Allí están, construyendo ese mundo todos los días: “les maldites lisiades” como viene a proponer Florencia, les feministas sordes con videos educativos sobre violencias, abortos y educación sexual en lengua de señas, los pañuelos verdes accesibles que crearon las personas con discapacidad visual, los espacios amenos que construyen les usuaries de los servicios de salud mental, les activistas que difunden contenidos anticapacitistas en las redes. Allí están, les femidiscas transformándolo todo. Un feminismo donde quepan otros feminismos. 

*Esta nota fue redactada en lenguaje no sexista, respetando la identidad de género de les entrevistades y las palabras brindadas por sus protagonistas.

En esta nota

Ayito Cabrera
Es activista trans no binarie. Integrante del Área de Comunicación de la Clínica Jurídica de Discapacidad de la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires. Profesor de Letras. Editor, escritor e ilustrador de la Editorial de Fanzines Tolomochxs. Columnista radial.
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Cristina Goupillaut
Es integrante de Villa María Sin Barreras y de la Mesa de Trabajo de Discapacidad de Córdoba. Pintora y grabadora. Autora del libro Relatos de una mujer rodante.
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Florencia Santillán Ferreri
Es comunicadora feminista. Referenta del Colectivo Ni una Menos de Carlos Paz, Córdoba. Integrante de la Asociación Civil Empoderar. Autora del libro Maldita lisiada.
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Julia Risso

Es feminista y militante de los derechos de las personas con discapacidad. Locutora, actriz y estudiante del Profesorado de Teatro. Autora del podcast Les Otres. Reside en San Miguel del Monte (Buenos Aires).
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Laura Alcaide
Es activista femidisca y militante en Orgullo Disca. Integrante del proyecto Periodismo Femidisca.
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Fotos y videos de sitios públicos de internet y de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM.

Icono fecha publicación  8 de abril de 2021

Florencia González

Es mendocina y está radicada en Villa María. Técnica en Comunicación Social y estudiante de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la UNVM. Militante feminista, escribe sobre temas vinculados a género y derechos humanos y es columnista de género en Amigos del Rock por Radio UNVM. Actualmente se desempeña como Acompañante Comunitaria contra las Violencias de Género. Curadora de tik toks y acumuladora de plantas.

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Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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