Mujeres en la ciencia II

El grito del puma
por Noelia Mansilla

Una carreta veloz dibuja el camino desde Neuquén hasta Chubut y lleva a una mujer a punto de dar a luz. En el paraje de Malleo y camino al sur nacerá finalmente Miguel Aminahuel.

Esta es la anécdota que narran Carla y Aimé sobre su abuelo descendiente mapuche y que tal vez les sirva como presentación primera de sí mismas, una forma de explicar la fuerza de ese grito del puma que se escucha en la traducción del apellido Aminahuel.

En otro tiempo y otra época del año, un auto se desplaza desde Río Gallegos, Santa Cruz, hasta la provincia del Chaco, pero antes hace una parada en Río Cuarto, Córdoba. Un tío es el encargado de alcanzar a Carla a destino, presentarla a esa ciudad nueva, desconocida, la única del país donde podrá estudiar la carrera de Microbiología.

Durante el viaje, Carla mira por la ventana y piensa en los casi dos días y 2700 kilómetros que la separan de su hogar. Su hermana Aimé la seguirá poco después para estudiar Ciencia Política. Desde entonces, una madre mandará encomiendas con cereales y chocolates desde Río Gallegos. Un padre esperará paciente.

Esta quizá sea la historia de muchos jóvenes que migran desde sus provincias a otras para convertirse en los primeros egresados universitarios de sus familias. Esta quizá sea otra historia de oportunidades.

“Para nuestro padre era una cosa muy importante el tema estudio. Eso caló en nosotras para que estudiáramos licenciaturas, doctorados, especializaciones. Creo que hay una cosa ahí dando vueltas, como un deseo de nuestro padre que está en nosotras”, dice Aimé al principio de esta entrevista.

 

La llegada

Aunque pasaron varios años desde que dejaron Río Gallegos para venir a estudiar a Córdoba, ¿se acuerdan de cómo tomaron la decisión, cómo vivieron ese momento? 

Carla: Fue muy raro porque estaba buscando qué hacer. Las típicas elecciones en ese momento eran ingeniería química, genética o medicina, siempre por ese lado. No hay microbiólogos en Río Gallegos. Yo seguí buscando en internet hasta que encontré la carrera y vi que el único lugar del país donde se dictaba era en la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Me inscribí y vine.

Aimé: Ella muy kamikaze a todo esto, porque todo lo hizo sola. Nuestros papás no conocían Río Cuarto, aunque siempre pasábamos por ahí de camino a Chaco cuando éramos chicas, en viajes familiares.

Nuestro papá es santacruceño pero nuestra mamá es chaqueña.  Ella de joven se fue a vivir a Río Gallegos porque la gente del norte hacía eso en esa época, viajaba al sur a buscar trabajo.

Carla: Entonces, conocíamos la ciudad solo de nombre, de hecho, yo no entregué mis papeles de ingreso a la uni, lo hizo un compañero de mamá, alguien que viajaba. 

¿Y en tu caso, Aimé?

Aimé: Yo fui dos años después a estudiar la Licenciatura en Ciencia Política. Siguiendo a Carla porque le copio en todo –ríe-, pero al principio me iba a quedar en Río Gallegos. Veía muchos sacrificios de Carla, de mis viejos. Al que es del sur le toca ese golpe de madurez, hay familias a las que les cuesta mucho.

Mi pareja de ese momento, me dijo: tenés que ir a estudiar por la experiencia, no todos se pueden ir a estudiar. Y mis padres también apoyaban la idea. Quería algo de ciencias sociales. En ese momento me gustaba Sociología, pero no estaba en Río Cuarto, lo más cercano fue Ciencia Política.

En esa larga distancia, ¿qué cosas se volvieron valiosas?

La distancia se sentía distinta, más que ahora. Era la época, por ejemplo, en que no había WhatsApp, y para recibir llamadas necesitabas tener crédito. Irte a estudiar significaba de verdad un esfuerzo familiar y económico.

A nuestra hermana más chica –que ahora está haciendo el ingreso a Medicina en la UNVM- le tocan unos papás más recuperados, la crisis del 2001 liquidó a muchas familias.

Carla: La posibilidad de obtener una beca es importante para los hijos de trabajadores y trabajadoras. El otro día me acordaba de que cuando arranqué la uni, me salió la Beca Bicentenario…

“Vivió becada y sigue becada”, interviene Aimé a modo de chiste, y Carla ríe y sigue recordando: “con esa beca compré el pizarrón blanco para estudiar, una de mis primeras compras; lo usé yo, después Aimé, y ahora mi hermana menor”, cuenta.

La posibilidad de obtener una beca es importante para los hijos de trabajadores y trabajadoras. Carla Aminahuel

Ingreso al CONICET

Acostumbradas al movimiento, luego de su paso por Río Cuarto las hermanas Aminahuel emprendieron otro viaje, esta vez más corto que los anteriores. Dentro de Córdoba y yéndose hacia el noreste desembarcaron en Villa María. El motivo tiene un nombre y tiene un deseo.

¿Cuándo aparece en sus vidas la posibilidad de trabajar como becarias del CONICET?

Aimé: Carla fue la primera en postularse al CONICET. Se recibe en 2014, vuelve a Río Gallegos, y al poco tiempo le sale la beca doctoral en el Centro de Investigaciones y Transferencia (CIT) de Villa María. Después, yo aprendí de sus pasos.

Carla: Yo no conocía la ciudad, un compañero me habló y me contó que hacía poco habían inaugurado un CIT, que era re lindo el lugar y que lo íbamos a preparar nosotros. Cuando arrancamos, básicamente éramos tres pequeños grupos de trabajo. Ahora somos más de cincuenta personas.

¿Y cómo funcionan el CIT y la idea de transferencia en la ciencia?

Aimé: El CIT es una política del kircherismo del 2012 que se implementó para federalizar la ciencia, con la intención de que se trabajen líneas estratégicas en lugares donde no habían tantos científicos. Esa fue la idea de Cristina.

Entonces se creó un CIT en Villa María, uno en Santa Cruz, otro en Catamarca, y así, todos con líneas de desarrollo territorial que se ajustan a las condiciones objetivas de la región. En Villa María las líneas son socio-productivas, sobre todo, también de alimentos y biocombustibles.

Carla: Lo que tuvo de lindo el CIT  aquí es que creció bastante rápido, hubo bastante empuje del director, Jorge Anunziata, y por otro lado, de las cooperativas y las empresas de la zona que se han acercado y han estado muy predispuestas a colaborar con todas las áreas, algo que no ocurre siempre en otros lugares.

Por eso las y los investigadores que vienen a Villa María llegan con la idea de hacer transferencia.

Aimé: Sí, porque no en todos lados está esa idea de la transferencia. La transferencia es cuestionada en ciencias sociales, hay todo un debate epistémico, pero al margen de eso, la transferencia hace alusión a que vos puedas generar un aporte concreto y sustancial al medio con tu investigación.

Pero esta idea de transferencia no estaba en la investigación tradicional argentina. Un momento de quiebre histórico de la ciencia en nuestro país se da en los 90 cuando se genera una visión elitista del científico investigador que se separa del medio. La misma universidad, en aquel momento, tiende al aislacionismo, un poco el sálvese quien pueda ingresó en la lógica universitaria y costó después reconstruir lógicas de universidad distintas.

Estoy convencida de que con el gobierno de Néstor y Cristina eso se revierte a través de un montón de políticas -creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, los CIT- y de una nueva discursividad, porque también fue notorio cómo desde el discurso políticose le empezó a otorgar un lugar a la ciencia.

Hay todo un estereotipo alrededor de la persona que investiga: primero, tiene que ser hombre. El lugar de la cientista no está.  Aimé Aminahuel

Mujeres en la ciencia

Al ser consultadas sobre el rol de la mujer en la ciencia, Carla y Aimé coinciden en que falta mucho por hacer en cuanto a paridad de género en algunas áreas y jerarquías, pero sobre todo, en cuanto a la figura de la mujer investigadora siempre asociada a la del hombre.

“Hay todo un estereotipo alrededor de la persona que investiga: primero, tiene que ser hombre”, dice Aimé, y agrega: “en las ciencias sociales es patente la figura del intelectual y no de la intelectual. El lugar de la cientista no está, cuando empezás a investigar no encontrás a las grandes referentas en ningún manual tradicional”.

En este momento, y desde hace algún tiempo, las dos están construyendo una carrera académica en la ciencia. Sus investigaciones actuales, ¿en qué consisten?

Carla: En un principio, mi línea de beca doctoral era en biocombustibles. En el 2020 arranqué mi beca postdoctoral y ahora estoy en una línea de investigación en alimentos donde formo parte de un equipo y trabajo buscando probióticos o ingredientes que sean útiles para la salud humana a partir de productos de las industrias de la zona: lacto sueros, expeller de maní -cáscara que ya no se usa-, entre otros.

A grandes rasgos, vamos buscando diferentes ingredientes para agregar en alimentos, más que nada en quesos, para aumentar sus propiedades nutricionales y darles, además, una cualidad funcional: que ayuden a combatir el estrés celular y beneficien también a los microorganismos que tenemos en los intestinos, sobre todo, para poder tener una flora mucho más saludable.

Muchas veces se ve sólo el resultado final, por ejemplo un queso con determinadas propiedades, pero son años y años de investigación, varias horas en el laboratorio, todos los días. Lo que hacemos, después de una larga lectura de muchos trabajos en inglés, es diseñar los experimentos, ver si tenemos la mayor parte de los insumos –muchos de los que precisamos son importados y muy caros-, y una vez que conseguimos todo lo que podemos, arrancamos con los ensayos.

Y en relación a tu beca, Aimé, ¿cómo es investigar en ciencias sociales?

Aimé: Carla puede decir que hace ensayos en el laboratorio, pero la investigación en ciencias sociales implica otro grado de abstracción–ríe-.

En mi caso, tengo una beca doctoral y trabajo con cooperativas. Lo que me interesa analizar son las transformaciones que atravesaron desde los 90 hasta la actualidad acá en Villa María, y cómo las fueron interpelando las políticas públicas a través de los años. Es decir, si hubo un modelo de Estado o de acumulación económica que fue adverso a las cooperativas, me interesa analizar cómo se reinventaron o generaron estrategias para subsistir.

Eso me permite ver modelos exitosos de cooperativas, incluso la resiliencia que tienen estas organizaciones, y además, me posibilita hacer una clasificación de las políticas públicas orientadas a ese sector.

Hay muchas cosas que están claras para el sector pero no están claras para la sociedad. Hay que hacer metodologías para medir, cualificar, analizar los aportes que hace el tercer sector, hacerlo más visible. Las investigaciones son para eso.

De madre maestra y padre policía retirado -que ahora estudia Comunicación Social en la UNPA-, las hermanas Aminahuel dicen que practican todo el tiempo una didáctica amorosa para poder compartir con ambos un poco del mundo de sus carreras académicas.

Resuelven confusiones del tipo es una beca, ¿pero también un trabajo? y cómo es eso de no ser un trabajador registrado, porque “en el sur o sos empleado público asociado al Estado en  educación, seguridad o salud, o sos empleado privado y trabajás para las petroleras, porque no hay otra cosa”.

Las voces de ambas se entrelazan divertidas al narrar anécdotas con estas situaciones, hasta que por unos segundos, el silencio se hace presente. “Si el abuelo Aminahuel viviera, no sé cómo se lo explicaríamos”, dice finalmente Aimé.

¿Cómo se lo explicarían, entonces,  a ese abuelo que marcó un camino y se convirtió en origen? Quizá encontrarían las palabras una tarde viajando, con la Patagonia del otro lado de las ventanillas del auto.

Avanzando sobre el vasto mundo entre las montañas.

En movimiento, siempre en movimiento.

 

Bios

Carla Aminahuel nació en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Se graduó en Microbiología en la UNRC, donde integró el cuadro de abanderados de la institución, y es doctora en Ciencias Biológicas por la misma universidad. Trabaja en el Centro de Investigaciones y Transferencia de la UNVM. Actualmente, desde una beca postdoctoral, investiga sobre moléculas con propiedades antioxidantes en alimentos.

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Aimé Aminahuel nació en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Se graduó en Ciencia Política con orientación en análisis político y mereció un reconocimiento por su compromiso social y promedio académico. Es becaria del CONICET y forma parte del Centro de Investigaciones y Transferencia de la UNVM. Actualmente realiza su tesis como doctoranda en Administración y Política Pública en la UNC.

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Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional y de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación  9 de marzo de 2021

Noelia Mansilla

Nació en Metán, Salta, en 1995. Trabaja como periodista y forma parte del área de prensa y comunicación del Colegio de Psicólogos Delegación Villa María. Coordinó talleres de extensión universitaria con temáticas vinculadas al género. Incursionó en la radio como productora, conductora y columnista. Es cancionista y lectora. Actualmente vive en Villa María, Córdoba, con su amiga Sila y un gato llamado Wachi.

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Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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