Libro

El viaje inútil
por Jesica Mariotta

Transescritura: escritura desde el margen, desde el pantano, en abierta señal de rebeldía al puño del padre, a los sueños en desuso de la madre, a la rutina monocromática de los caseríos serranos. Escritura como refugio gozoso y solitario. Escritura anfibia: minotauro con piel de dragón y lengua de gato. Escribir como un acto de fe, como un arma de venganza, como “una celebración secreta y llena de placeres que se dicen en voz baja”.  Transescribir lejos del corset de la literatura masculina, llenando de deseo a la escritura, como un Pedro Lemebel con zapatos de taco alto y la hoz y el martillo maquillando su rostro, que habla por su diferencia e interroga a los compañeros socialistas de la primera hora: 

(…) ¿Y usted?/¿Qué hará con ese recuerdo de niños/Pajeándonos y otras cosas/En las vacaciones de Cartagena?/¿El futuro será en blanco y negro?/¿El tiempo en noche y día laboral/sin ambigüedades?/¿No habrá un maricón en alguna esquina/desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?/¿Van a dejarnos bordar de pájaros/las banderas de la patria libre? (…)

 Una transescritura engendrada por el horror e instituida como un necesario acto de amor hacia sí misma. Una escritura que apela y que señala, que no le corre el cuerpo ni a la forma ni al fondo. Escribir huyendo de los lugares comunes y burlándose de la seguridad de la retórica hegemónica: transescribir desde el riesgo, desde la inutilidad, desde el error como marca de estilo.

Son las cosas que escriben las travestis, que por falta de erudición entendemos la escritura como un espacio vivo lejos de la academia. Pero hay mujeres que también transescriben, que logran migrar a una escritura más de humanos, más carnal. Pero tu pregunta me inquieta porque no puedo saldar cuentas con ese término, que escribí como escribí el resto del libro, sin saberlo, sin conciencia. Te pregunto yo a vos, en todo caso, qué te quedó en claro que era la transescritura después de leer El viaje inútil. Eso sería más comunitario ¿verdad? Soy una escritora irresponsable.

Un contragolpe sutil: Camila me devuelve la pregunta y tímidamente ensayo algunos esbozos de respuesta.

Un viaje de ida

La primera vez que vi a Camila Sosa Villada fue en los pasillos de la Facultad de Artes, en la Universidad de Córdoba. Estudiaba teatro, había migrado desde el interior hacia la capital de la provincia detrás de un deseo muy hondo y muy antiguo. Yo también. Creo que todos y todas, por ese tiempo en el que aún no estaba siquiera aprobada la Ley de Matrimonio Igualitario, andábamos muy revoloteados alrededor de la imagen de una compañera travesti en pleno día, en plena Córdoba de las catedrales, de los barrios cerrados, de la pampa sojera, del eufemismo “averiguación de antecedentes”. Hasta que fuimos a ver la obra Carnes tolendas. Retrato escénico de un travesti, y a partir de allí Camila dejó de ser una novedad para convertirse en una actriz de culto: la potencia de su cuerpo en escena, su presencia actoral, la iridiscencia de su voz encarnando una polifonía de personajes masculinos y femeninos de distinta naturaleza que atravesaban su propio discurso, en el que repasaba algunos hechos de su vida al tiempo que reflexionaba sobre su identidad trans. Muchas y muchos esa noche salimos del teatro transformados. Tiempo después la Camila escritora llega a nosotros para convidarnos un recorrido intestino por la naturaleza de su escritura. Entre su primer poemario, La novia de Sandro, y su primera novela, Las malas, se encuentra El viaje inútil. Trans/escritura, esa especie de manifiesto poético en el que la autora esboza las líneas fundamentales de su estética y –por qué no– de su ética artística, al que la crítica ha insistido en catalogar como ensayo autobiográfico.
“Mi primer acto de travestismo fue a través de la escritura”: Cristian Omar Sosa Villada, un nombre escrito bajo la enseñanza amorosa del padre que intenta proteger a su hijo del analfabetismo y le regala entonces la posibilidad de escribir. Un hijo sentado en la falda de su padre que guía con mano rasposa el trazo. Unos días después, o tal vez unas horas antes –no importa el tiempo de los relojes en El viaje…–, ese mismo hombre apunta con su arma de policía al hijo para que ya deje de llorar. Una madre muy joven y muy triste que lee en la cama con el hijo y sin saberlo le entrega una vía de escape a ese universo de abandono precario al que los había sometido el padre. Una vida de pobreza enriquecida por los tenues pincelazos de una mirada poética en ascenso:

Y entonces levanté la vista y las vi caminar delante de mí por una ruta desierta, dispuestas a meterse en un campo saltando alambrados, para robar naranjas. Y el cielo estaba gris, de ese color de Semana Santa, ese color de domingo de resurrección cuando todo se pone lloroso y de una inexplicable melancolía. Y me quedé quieta un segundo y pude identificar que eso que se movía dentro mío, de un lado a otro, era la tristeza. (…) Fue un momento de compasión, de un niño de seis años compadeciéndose por su madre. (…)
Creo que no me había gustado la idea de ir a robar naranjas y ver a mi mamá recortada en esos paisajes que no la merecían.
Yo digo, primero la escritura, luego la tristeza.

Wislawa Szymborska se nos figura en ese pequeño montaje de guadal y cítricos en la hora de la siesta serrana. Hay un dibujo revelador de la hondura humana, logrado con una lengua democrática, de cotidiana e imprevisible belleza. Como Szymborska, la de Camila es una vida florecida en un campo de exterminio. Las otredades son la materia viviente de las literaturas de ambas mujeres. Nazismo, stalinismo, neoliberalismo: travesticidios dibujando el mapa de la historia en el que la demencia hegemónica del mundo es apenas redimida por los pequeños gestos de la palabra.

Carnaval barroco

No hay en El viaje inútil cargazón, ornamento ni ostentación, no está allí su identidad barroca. Se trata de una escritura que amalgama opuestos aparentes en una síntesis que complejiza un nuevo orden. Camila carnavaliza la escritura: les quita el esmoquin a los temas literarios y les da voz y trajes finamente bordados a los pobres, las prostitutas y las travestis. Embarra a la escritura en su dolor germinal e ironiza sobre él con la sonrisa de Erasmo. Confunde a críticos y teóricos literarios: escribe entre géneros, en un cruce despiadado y genuino –ensayo, autobiografía, novela autobiográfica. Injerta un cuento, un poema. Reflexiona. Metaescribe. Le construye un altar a la escritura: “Si no hubiera escrito, entonces es muy posible que mi vida hubiera sido un infierno. Me hubiera suicidado harta de ser invisible, incluso para mí”, luego adula su inutilidad y teje un rulo conceptual aún más definido: “Lomos vírgenes: así decía mi papá: los escritores son lomos vírgenes. Escribir fue mi renuncia a todo lo que él consideraba productivo”. Una fiesta barroca con juegos de espejos y de máscaras: la realidad y la ficción confundidas, ensambladas, desplomando sus fauces en una verdad travestida. 
Intento finalizar estas elucubraciones preguntándole a Camila sobre el efecto de su escritura en las personas reales que encarnan sus personajes de ficción –mi avaricia lectora me delata: quiero saber más allá de lo que cuenta la obra–: sus padres, sus amores relatados, sus compañeras del Parque Sarmiento. Pero Camila enrosca su hilo y me suelta, jocosa, en el laberinto del Minotauro: “Si alguien se siente escrito por mí, se estaría sintiendo equivocado. Yo escribo siempre ficción. Me permito hablar poéticamente sobre hechos, sobre historias, sobre gestos. Ésa es la única forma en que lo hago”. 

Fotos de la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM y de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación   26 de marzo de 2020

Jesica Mariotta

Es profesora en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional de Villa María y especialista en Ciencias Sociales con mención en Lectura, Escritura y Educación por FLACSO-Argentina. Es docente universitaria e investigadora. También es editora en la Editorial Universitaria de Villa María. Milita en la organización Pueblo Peronista Villa María, desde la cual participa en la coordinación de talleres artísticos para niñes y jóvenes y de alfabetización digital para mujeres. Ha estudiado actuación y dramaturgia en la UNC.

Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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