Suena paradójico que alguien proponga la intemperie como un lugar seguro porque lo que consideramos en la actualidad como exterior se ha convertido, desde hace mucho tiempo, en un espacio lleno de peligros e incertidumbres, territorio hostil donde la multiplicidad de estímulos abruma a las personas. De todas maneras, se sabe que la poesía funciona como un abrecaminos, una forma de amplificar los sentidos. A partir de la poesía se pueden construir otros universos, transformar lo que estaba quieto o sin cuestionamiento.
En La intemperie es un lugar seguro (Del Dock, CABA, 2019) Luciana Ravazzani tiene la habilidad de escribir versos que pueden conmover y transformar al mismo tiempo, sin que haya una actitud estridente, una pose altisonante.
Luciana Ravazzani tiene la habilidad de escribir versos que pueden conmover y transformar al mismo tiempo, sin que haya una actitud estridente, una pose altisonante.
En la primera parte del libro, “El interior de las cuevas”, Luciana se aferra a un objetivo del espacio exterior como si fuera un cuerpo en la intimidad con el que sentirse seguro: Pasa un avión. / Tiene cálidas luces íntimas./ Anhelar el cuerpo caliente de un avión. Al final brinda una orientación más precisa acerca de esa intemperie de la que quiere apropiarse, porque no es que la poeta quiera jugar con la paradoja e invertir el sentido de la palabra y convertirla apenas en un refugio, sino que cuando plantea: Pero sin asilos para estar más lejos,/ asilos para asir/ fuertemente todos los pasos,/ también los que se dan en falso,/ asilos para asir hace un intento firme y sincero de hacer pie en el afuera a partir de una mirada previa que descubre los vericuetos del alma con profundidad. Y en este contexto de luchas en el que las mujeres actuales quieren hacerse oír y participar con fuerza en la vida social, la poesía de Ravazzani parece ir en esa dirección, en tomar para sí lo que le corresponde, incluso su objeto amado, pero sin proclamas y con su voz casi susurrando al oído.
En “Documental romántico”, la segunda sección de la obra, profundiza en los sentimientos de pareja, aborda algunos tópicos como la muerte, la noche, la eternidad o la felicidad, pero lo hace con sencillez y justeza, sin caer –vaya paradoja– en la idealización romántica del amor: cuando me acostumbré/ a mirarte todas las veces igual y distinto,/ pienso en una casa, un martillo, cosas menos desesperadas,/ alguna paloma más ligera.
Incluso se permite la ironía desdramatizadora: Cuando sentí que ni lágrimas ni fondo de mar/ documental romántico en el medio. Y de nuevo la manifestación explícita interior-exterior: Un interior abierto./ Yo quería exterior/ de calles de tierra,/ de clubes de fútbol. Como si esto fuera poco termina con versos más esclarecedores que confirman lo que se viene diciendo: La intemperie es un lugar seguro/ si está embriagado del oxígeno de vos (…) Es el mundo abierto y yo un arbolito adaptado a tu piel.
En “Hace lejos”, la última parte del libro, es más breve pero no menos intensa. Aquí Ravazzani se vuelve más introspectiva, aparecen sus recuerdos de la niñez: En mi infancia una melancolía se me acercó/ me dijo que iba a soportarla mejor. Estos versos casi finales no desmienten lo que se viene sosteniendo en este texto, porque ese mirarse adentro no significa una ruptura con el deseo de habitar el mundo exterior. Ravazzani, como poeta y como mujer, utiliza la introspección como una forma de tomar impulso y lanzarse a la intemperie en efecto catapulta, sabiendo que allí afuera no la espera una vida sin riesgos pero también que es más seguro sobrellevar los momentos desapacibles después de conocer su interior y rodeada de sentimientos profundos. Y en épocas de auge neoliberal que desintegra la vida de las personas, este libro despliega amor como gran carta de triunfo. Y en medio de tanta dureza, el derecho a la felicidad debería considerarse como la base mínima para reconstruir cualquier vínculo humano.
* Esta nota apareció en Agencia Paco Urondo.
16 de febrero de 2023
Fernando Caniza
Fernando Caniza es escritor, gestor cultural, periodista y docente universitario. Publicó Hacia dónde vamos, Así estamos, A nadie le importa y Luces de hospital (España). Participó en la Antología Federal de Poesía, Región CABA (2020). Fue jurado en concursos de poesía y cuentos. Está a cargo, en forma autogestiva, del ciclo de lectura Transpolar y del Ciclo Correspondencia, en la Legislatura de la CABA.