Reseña

No dejes de mirarme
por Jesica Wainscheinker
Dirigido por Florian Henckel von Donnersmarck en 2018, el film alemán No dejes de mirarme se sitúa en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y lo que queda de Alemania por aquel entonces, pero no para hablar sobre la guerra y sus avatares, sino para contar la vida de Kurt Barnert (Tom Schilling) y su viaje de autodescubrimiento, así como el de una nación que ha sido fragmentada por el odio.

Desde su infancia en la ciudad de Dresde en 1939, Kurt soñaba con convertirse en artista, más específicamente, en pintor de cuadros. Pasea junto a su tía Elisabeth (Saskia Rosendahl), por galerías de arte, y es ella quien le enseña a observar y apreciar la belleza del mundo. Luego de ser diagnosticada con esquizofrenia, Elisabeth es enviada a una institución y finalmente asesinada, junto a otras mujeres, en las cámaras de gas; pero sus últimas palabras acompañarán a Kurt para siempre: “no apartes la mirada”.

Durante la guerra y al mando del ejército nazi las duras políticas sanitarias implementadas incluían no sólo matar a los judíos sino también otras minorías y eliminar a los discapacitados y enfermos mentales a través de un programa que se denominó Eutanasia, que consistía en la matanza sistemática de personas internadas en instituciones sin el consentimiento de sus familias. El nombre de clave de esta operación secreta era T4, en referencia a la dirección de la calle –Tiergartenstrasse 4– de la oficina que coordinaba el programa en Berlín. El programa llegó a incluir una amplia gama de víctimas: los llamados asociales, pacientes geriátricos, víctimas de bombardeos y extranjeros que hacían trabajos forzados [1].

Imagen Icono quote

No dejes de mirarme permite pensar acerca de la segregación y el racismo, el odio y la intolerancia hacia lo diferente y lo diverso.

Desde mi perspectiva este film nos enseña sobre una multiplicidad de temáticas, porque como bien decía Lacan “el artista nos lleva siempre la delantera” [2]. Permite, por ejemplo, pensar acerca de la segregación y el racismo, el odio y la intolerancia hacia lo diferente y lo diverso. En su seminario 19 Lacan (1972) nos advierte: “como de todos modos no debo pintarles únicamente el porvenir color de rosa, sepan que lo que crece, que aún no hemos visto hasta sus últimas consecuencias, y que arraiga en el cuerpo, en la fraternidad del cuerpo, es el racismo. No dejarán de escuchar hablar de él” [3].

Ya en El malestar en la cultura, Freud (1930) refiere que el ser humano tiende por naturaleza al odio y a la destrucción del Otro al que considera diferente. Existe en el hombre una “buena cuota de agresividad” y el prójimo se convierte en el blanco para satisfacer en él esa agresividad [4].

La cultura es la encargada de poner límites a las pulsiones de muerte mediante formaciones psíquicas reactivas. Así, impulsa a los sujetos hacia identificaciones y lazos amorosos de meta inhibida, a la limitación de la vida sexual y a “amar al prójimo como a sí mismo”; aunque nunca se logra del todo, ya que la ley no alcanza y siempre queda un resto inasimilable. “La cultura no resuelve las pasiones oscuras. La Alemania de la que surge el nazismo era la sociedad más culta del mundo. Incluso Freud va a formular que forzar a los individuos a ser mejores que lo que su naturaleza le permite lleva a lo peor (…) Ninguna educación, formación solidaria, eliminará la pulsión de muerte” [5].

Así, continúa Freud, un círculo cultural pequeño, una comunidad, permite un escape para la pulsión en la hostilización a los extraños, aquellos diferentes del resto. Se une así el amor a una masa con tal que existan otros que queden por fuera para manifestarles esa hostilidad. Freud llamó a esto “el narcisismo de las pequeñas diferencias”; hay allí una satisfacción de la inclinación agresiva,  la satisfacción gozosa del racista de hacer del Otro un objeto de desecho, segregado.

Elisabeth, al igual que muchas personas que no entraban en el estándar y las mediciones de la “pureza racial”, fueron llevadas al extremo de la segregación y eliminadas. ¿Qué lugar entonces para la locura, el arte, lo disidente, aquello que no entra en los parámetros que marca una época? ¿Cómo salirse de lo universal y apuntar a lo singular?

Kurt, al igual que lo que se espera de un analizante, se anima a encontrar su propia diferencia. Ser un artista lo lleva a desafiar lo que se esperaba de él y apunta de manera decidida a un deseo singular: “no apartar la mirada”.

Notas al pie

[1] https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/euthanasia-program-abridged-article
[2] Lacan, J. (1988) “Homenaje a Marguerite Duras. Del rapto de Lol V. Stein”, en Intervenciones y textos 2. Manantial. Buenos Aires.
[3] Lacan, J. (1972) …O peor. En El Seminario, Libro 19. Editorial Paidós.

[4] Freud, S. (1930) El malestar en la cultura. Amorrortu Ediciones.
[5] Delgado, O. & Fridman, P. (2017) Indagaciones psicoanalíticas sobre la segregación. Grama Ediciones.

Fotos y videos de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación   15 de diciembre de 2022

Jesica Wainscheinker

Jesica Wainscheinker es licenciada en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba. Practicante del Psicoanálisis de Orientación Lacaniana. Adherente del Centro de Investigación y Estudios Clínicos asociado al Instituto del Campo Freudiano.

Instagram
jesicawain@gmail.com

Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Catamarca 1042, Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

Ir al contenido