Con VerdeVioleta Cuentos durante parte de 2017 y hasta 2019 inclusive recorrimos centros de jubiladas/os de localidades, pueblos y ciudades de la Provincia de Buenos Aires brindando la capacitación “Producción en animación a la lectura” en el marco del Programa Mediadores del Conocimiento para Adultos Mayores del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación de la Provincia de Buenos Aires. Al finalizar la capacitación cada centro de jubilados/as recibía una biblioteca móvil con libros de cuentos, novelas, poesía, libro álbum, para gerenciarla desarrollando actividades de narración oral y lectura en voz alta. El objetivo era que los participantes se constituyeran en mediadores de lectura para su comunidad: familia, vecinos, centros de jubilados, otras instituciones (escuelas, hogares, hospitales, bibliotecas), espacio público (plazas).
En cada centro brindamos herramientas para que los/as participantes pudieran narrar oralmente o realizar lectura expresiva de cuentos literarios y/o de tradición oral y poemas.
Cada encuentro comenzaba con el ritual: sentarse en círculo y escuchar un cuento. Luego se realizaban juegos corporales/vocales de desinhibición y confianza que para muchos/as fue un despertar o redescubrir una capacidad lúdica desconocida o dormida. Después se abordaban cuestiones técnicas y conceptuales: pasaje de lo escrito a lo oral, estructura narrativa, edición y montaje de textos para la oralidad. La jornada se cerraba volviendo al círculo y a la escucha: cada participante narraba o leía un cuento a sus compañeras/os.
En los encuentros se entremezclaban voces, cantos, risas y el disfrute al descubrir una manera distinta de compartir la palabra a partir de textos literarios, de descubrir recursos que les brindaba la narración y que podían incorporar a su vida cotidiana. Así surgieron comentarios tales como: «ahora encontré la manera de hablar con mi hija y decirle cosas que a veces no me animo» o «el domingo le conté cuentos a mis nietos. También hicimos el juego de las manos y ellos me contaron que lo hacían en teatro».
En una de las localidades había dificultad para encontrar espacio y horario para la capacitación. Quienes encontraron la solución fueron las participantes que decidieron fusionar la literatura con su taller de tejido, un espacio propio en el que hacían mantas y abrigos para donar a niñas y niños de un hospital.
El «deseo» de compartir la palabra fue entramando poemas y lanas, abrigando cuerpos y almas. Los poemas de Lorca tejían una pañoleta y una canzonetta italiana daba su terminación a un tapadito verde agua como el mar que los trajo.
A mí me gustaría destejer algunas cosas pero que no desaparezcan, quisiera tejerlas distinto.
Con el correr de los encuentros, los cuentos narrados y/o la lectura compartida de cuentos y poemas fueron una llave hacia un repertorio personal, ese que no está en los libros: dichos, refranes, coplas, y las historias de vida. Es que, como dice Laura Devetach, “la palabra es como una llave/ puede abrir puede cerrar/ habrá que darle una vuelta/ que me sirva para entrar”[1]. La literatura y la capacitación abrieron una puerta: la aparición de textos propios, no ficcionales; el descubrimiento de que era necesario que esos textos fueran contados y que ellas/os eran las/os transmisores naturales para darle voz y cuerpo a esos relatos propios.
Las historias personales tomaron protagonismo como un tesoro para la construcción de la propia identidad, como pieza única e irrepetible para la identidad de cada pueblo, de cada comunidad. Así aparecieron historias del ferrocarril, de estampillas de correo, las 80 casas del Barrio Obrero, la fábrica de fideos, las casas como castillos de lata, una maestra rural aviadora, la voz de Gardel cantando en la plaza, el préstamo de la guitarra de Sandro, entre tantas otras [2].
La palabra y la escucha compartida en el taller de narración con los adultos mayores abrió la puerta hacia la construcción de una enciclopedia oral de cada pueblo: relatos de vida que construyen la historia de cada lugar desde las voces de sus adultos mayores. ¿Quiénes si no, podrían contar esas historias?
La ruta de los pueblos se hizo infinita en saberes, sentimientos e imágenes dibujadas con palabras. Junto con Martín Santagada, hacedor de la parte técnica, fuimos recopilando y grabando relatos de las voces de sus protagonistas y/o testigos. En cada grupo de adultos mayores la escucha y el silencio habilitaban la palabra: escuchar y contar; contar y contarse; contarse y habitar el silencio; habitar el silencio para construir la memoria.
En cada lugar de la provincia que recorrimos, la trama de la historia cotidiana de los pueblos y sus pobladores -la no oficial- se urdía en un gran tejido de las voces de sus protagonistas ahora devenidos portavoces de la memoria individual y colectiva; ellas y ellos tenían un tesoro para compartir y la capacidad para transmitirlo de manera de que siguiera vivo en quienes lo recibían. En ese contar y escuchar historias de sus vidas y de sus lugares volvían a vivenciar esas experiencias y a otorgarles sentidos.
En General Rodríguez pero fuera de la ciudad, zona de campo. En Lanús Este en la calle 9 de Julio, vivía un hombre que se llamaba Falabella. La costumbre era dormir la siesta. Los chicos éramos rebeldes y no queríamos saber nada. Te cuento de la época en la que teníamos el lechero en la puerta que venía en un carro. Les voy a contar una historia, cuando era chica… En el tiempo ese se atendía mucho con las parteras. Este hombre trabajaba en Constitución y tenía estacionado, parado, un bote común de madera en la puerta de la casa. Había un señor con un caballo blanco, su barba blanca, su pelo blanco. Le decían el viejo Jesús. Te dejaba la leche en un jarrito lustroso, brillante. Siempre era muy traviesa yo. Andaba por todas partes. En un famoso puchero de gallina que estaban almorzando, le agarró las contracciones. En ese tiempo ya teníamos el sulky preparado, los caballos… Cuando venía la inundación acá en Lanús agarraba el bote, hacía tres cuatro cuadras que son de ahí a la Estación de Lanús. Él siempre salía a la hora de la siesta. Nos asustaban con él. El colchonero del barrio, el que hacía los colchones en esa época, que eran todos de lana. Iba y juntaba las latitas de picadillo y esas eran mis ollitas. Sabíamos la dirección de la partera y, bueno, se suspendió el puchero. Dejaba el bote, lo ataba, y se tomaba el ferrocarril para ir a trabajar a Constitución. Nos decían: si no dormís la siesta te lleva el viejo Jesús. ¡Y el viejo Jesús era más bueno que el pan…! Venía con un aparato y te ensuciaba toda la casa pero te quedaba el colchón fabuloso. En el sueño mío, sueño que ando descalza…
Iniciamos el recorrido con una biblioteca móvil y un grupo de personas dispuestas a convertirse en mediadores de lectura del material de esa biblioteca. En el camino, el acceder a esos textos externos fue la llave para encontrarse con los textos internos, para descubrirse como una biblioteca de relatos vividos necesarios de ser contados para construir la memoria.
El contar y ser escuchada/o puso en valor la experiencia individual y le otorgó a cada participante de la capacitación el reconocimiento y estatus de ser el/la portavoz ya que los/as demás podían reconocerse allí e identificarse como parte de ese momento histórico, de esa generación, de esos saberes compartidos.
Es que, como afirma Silvia Seoane [3], “contar historias es un modo de configurar colectivos y pertenecer a ellos; un modo de constituir de forma evidente una comunidad y de conocer y reconocerse en una cultura”, vale decir, una manera de rescatar la memoria personal y colectiva a través de la oralidad y de recuperar también el valor de la transmisión oral.
Notas al pie
[1] Devetach, Laura, “Coplas surtidas” en Canción y pico. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 2007
[2] https://cpp.cic.gba.gob.ar/enciclopedia-oral/
[3] Seoane, Silvia: “Narración oral: un arma cargada de futuro. Sobre oralidad, lectura y toma de palabra” en Cuenteros y Cuentacuentos Vol. 3, Coedición de Fundación El Libro, Instituto SUMMA, ALIJA y Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura-Ministerio de Cultura-GCBA. Bs As, 2010.
Fotos, videos y audios de Verdevioleta Cuentos.
19 de noviembre de 2020
Silvina Mennuti
Es narradora oral, Profesora de Nivel Inicial y Profesora de Educación Especial para ciegos y disminuidos visuales. Integra el dúo de Narración Oral Verdevioleta Cuentos, que realiza funciones para públicos de todas las edades en diferentes contextos e instituciones y recopila historias orales. Es docente de la Especialización Docente de Nivel Superior en Narración Oral del Instituto SUMMA y coordina capacitaciones y talleres de Narración Oral, de Susurradores, de Poesía y de la Voz para docentes, para narradores y abiertos a la comunidad. Como narradora se formó en el Instituto SUMMA, en el Programa “Bibliotecas para Armar” del Gobierno de la CABA, con Ana Padovani, con Ana María Bovo y su equipo docente, entre otros. Ha realizado talleres y seminarios de música, clown, liberación de la voz, improvisación y teatro con diferentes especialistas.
Laura Finguer
Es narradora oral, Fonoaudióloga (UBA) y ex docente de la Licenciatura en Fonoaudiología (UBA). Integra el dúo de Narración Oral Verdevioleta Cuentos, que realiza funciones para públicos de todas las edades en diferentes contextos e instituciones y recopila historias orales. Es docente de la Especialización Docente de Nivel Superior en Narración Oral del Instituto SUMMA y coordina capacitaciones y talleres de Narración Oral, de Susurradores, de Poesía y de la Voz para docentes, para narradores y abiertos a la comunidad. Como narradora se formó en el Instituto SUMMA, en el Programa “Bibliotecas para Armar” del Gobierno de la CABA, con Ana Padovani, con Ana María Bovo y su equipo docente, entre otros. Ha realizado talleres y seminarios de música, clown, liberación de la voz, improvisación y teatro con diferentes especialistas.