Jorge Marzetti

Enamorarse de un verso y repetirlo
por Carina Sedevich

¿Existe el arte sin pasión? Creo que no, y escuchar al Chacho Marzetti darle voz a la escritura me hace sospechar que estoy en lo cierto.

Para saber quién es Jorge Marzetti basta esperar hasta la medianoche de cualquier día de semana y sintonizar Radio Nacional. El anfitrión de El vagabundo de las estrellas suele decir que hay cosas que son mejores al amparo de las sombras. Quizás porque “en las noches cae la grávida tierra/ fuera de todas las estrellas, en la soledad” y porque desvelarse es tarea del artista, ese rehén de lo eterno “en la prisión del tiempo”.

La poesía es mi jardín, mi paraíso, mi patio, mi corazón, mi desnudez y -si es que tengo una verdad- mi verdad.

¿Qué llegó primero a tu vida, la radio o la literatura?
Llegaron juntas, a mis diez años. Un domingo a la tarde mi padre me invita a oír algo maravilloso. La radio siempre estaba encendida en casa, pero me advirtió que esto sería maravilloso. Estábamos solos y sintonizó en la bella radio eléctrica un programa que me dejó asombrado y enamorado para siempre de la radio y la literatura: El show del minuto, de Hugo Guerrero Marthineitz, por Radio Belgrano de Buenos Aires. No hice otra cosa en la vida que tratar de hacer eso que oí aquella tarde de domingo. El Negro leía poemas, tarareaba canciones, leía cuentos y fragmentos de novela. Me rendí al sortilegio.
Poco tiempo después mi abuela Victoria, que no leía poesía, me regaló dos libros: Otoño imperdonable, de María Elena Walsh y un librito de Torres Agüero Ediciones que cabía en la palma de una mano y cuya tipografía y dibujos hipnotizaban: Residencia en la tierra, de Pablo Neruda. A ambos libros los leí en voz alta miles de veces, sin entender lo que leía, como si cantara una música.

Y esa reunión de literatura y radio se transformó después en tu trabajo.
A mis 17 años empecé a trabajar como locutor nocturno de la radio de mi pueblo, Radio Pigüé, y ya reuní los pocos poemas que tenía con la maravillosa música que había en la discoteca de la radio.

Tal vez nunca hubiera podido imaginarlo en aquellos tiempos, pero los 90 lo encontraron conduciendo con su admirado Guerrero Marthineitz las mañanas de Radio Nacional Buenos Aires. Tita Merello se convirtió en oyente asidua y madrina artística del Chacho, y lo galardonó con la Orden del Tornillo, que a ella le había otorgado Benito Quinquela Martín. La Orden del Tornillo premiaba a quienes reunían dos condiciones: que les faltara un tornillo y que hicieran con su arte la vida más bella. El galardón consistía en un tornillo de barco con un lazo para colgar del cuello.

Esa es una de las anécdotas que recuerda el Chacho cuando le pregunto acerca de las cosas más curiosas que le pasaron durante sus años de radio. Otra tiene que ver con una oyente que escuchándolo salió de una depresión. Después de haber sufrido un asalto en el cual mataron a su marido y de estar recluida un año en una clínica psiquiátrica, volvió a confiar en el ser humano y regresó al mundo. “Como si yo fuera miguita de pan y ella Hansel o Gretel”, dice el Chacho.

¿Pensás que el arte es una forma de trasmutar el dolor?
Sí, un ejemplo claro es Frida Kahlo: hizo arte, hizo belleza, de la fealdad y del dolor. Recibió un carbón y lo transmutó en piedra preciosa, y embelleció el mundo, y nos hizo mejores.

¿Te interesa más la poesía o la narrativa?
Me interesa más la poesía, porque puedo jugar más con ella, interpretarla de mil maneras, fragmentarla, subrayarla, enamorarme de un verso y repetirlo. Pero siempre recurro a la prosa, porque más de una hora de poesía se volvería inaguantable.
La poesía es mi jardín, mi paraíso, mi patio, mi corazón, mi desnudez y -si es que tengo una verdad- mi verdad: la que pone en jaque a todas las máscaras. Mi voz sucede cuando leo en voz alta.

¿Alguna vez leíste poesía en silencio, sólo para vos?
Años y años de mi vida leí poesía sólo para mí, pero nunca en silencio. Siempre en voz alta, desde el susurro hasta el grito. Si la leyera en silencio, no podría pasar del segundo verso. Me aburriría.

¿Te imaginás trabajando en otra cosa?
Bien pudiera ser barrendero y haría lo mismo que en la radio, quitar del cordón de la vereda la contaminación para que la vista sea más bella y limpia para todos los transeúntes.

Le creo. Pero es difícil imaginarlo lejos de un micrófono, fuera de su “teatro mágico”. El de Jorge Marzetti, sin duda, es el oficio del que habla Dylan Thomas: porque lo ejerce “en la noche silenciosa/ cuando sólo la luna se enfurece”, y porque sabemos que persigue como “mínimo salario” alcanzar lo que guardamos en nuestros “más escondidos corazones”.

 

En esta nota

Jorge Marzetti nació en en Pigüé, provincia de Buenos Aires, donde empezó a trabajar en radio en 1975. Estudió locución en Buenos Aires y luego vivió cuatro años en España. A su regreso, en 1987, comenzó a trabajar en Radio Nacional Buenos Aires. Trabaja en Radio Nacional Córdoba desde 1998. Antes de El vagabundo de las estrellas condujo los programas radiales Los jardines del Edén y La torre de los náufragos.

Jorge Marzetti

El vagabundo de las estrellas

Fotos y videos de sitios públicos de internet.

Icono fecha publicación  9 de febrero de 2021

Carina Sedevich

Se graduó en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Villa María. Cursó el doctorado en Semiótica en el Centro Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba. Es autora de diecisiete libros de poesía. Su obra poética ha sido publicada en diversos países de Europa y Latinoamérica, incorporada a antologías nacionales y traducida al portugués, al inglés, al italiano, al mallorquín y al polaco. Es profesora de Yoga y de Meditación. Coordina Ardea | Revista de arte, ciencia y cultura desde la Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM. 

 

Universidad Nacional de Villa María

Secretaría de Comunicación Institucional
Bv. España 210 (Planta Alta), Villa María, Córdoba, Argentina

ISSN 2618-5040

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